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ST. VINCENT – ‘All Born Screaming’

No está dispuesta a satisfacer a nadie más que a su propia imaginación.

Si algo ha ido dejando claro Annie Clark a lo largo de toda su carrera es que no le gusta permanecer mucho tiempo en un mismo lugar. Los múltiples giros estilísticos que ha ido dando en cada uno de sus discos como St. Vincent, lejos de presentarla como una artista indefinida o sin rumbo fijo, han terminado por convertirse en su principal leitmotiv.

Al igual que otras figuras legendarias como David Bowie o Prince, Clark es consciente de que en el movimiento constante y la inquietud por adentrarse en terrenos ajenos es dónde reside aquello que acaba marcando las diferencias entre los buenos músicos y los genios. Seguramente por ello, tres años después del vintage Daddy’s Home (dónde rendía su propio tributo al glam y la black music de los 70’s), haya decidido prescindir del reputado Jack Antonoff para acometer su primera producción en solitario.

Sin disfraces, personajes inventados o un marco narrativo concreto, el séptimo álbum de la cantautora de Tulsa se descubre tal vez como el más personal y auténtico de su catálogo, sin renunciar a toda la serie de influencias y referentes que lleva cargados en la mochila. Eso sí, aunque ella misma se ha encargado de un buen porcentaje de los instrumentos que escuchamos en All Born Screaming, nombres como los de su colaborador habitual Justin Meldal-Johnsen, Dave Grohl, Josh Freese, Mark Guiliana (¿para qué fichar a un batería cuando puedes tener a tres de los mejores del planeta?) o Cate Le Bon, también asoman la cabeza en algún momento.

A pesar de no ser un disco especialmente complejo de digerir, hay que apuntar que le cuesta arrancar. O más bien, que le gusta tomarse su tiempo. En la inicial ‘Hell Is Near’ los instrumentos van desfilando y saliendo del plano mientras Annie nos va sumergiendo en sus aguas. Casi enlazada, ‘Reckless’ sostiene el tempo pausado a través de una producción exquisitamente orgánica en la que se pueden apreciar todos los matices de su expresiva voz hasta que los arreglos electrónicos irrumpen con fuerza.

El asunto comienza a carburar realmente con ‘Broken Man’. Volviendo a recurrir a esa suerte de pop rock industrial que cultivó con acierto en Masseduction, nos damos de bruces con un tema cargado de groove que te conduce hacía una recta final de lo más agresiva. En una senda similar podríamos colocar a ‘Big Time Nothing’. Un cocktail explosivo con reminiscencias a Nine Inch Nails y Prince en el que tienen cabida coros funkys, vientos desgarradores y hasta congas. Un despliegue pirotécnico de altos vuelos, como también lo es ‘Flea’, otro single marca de la casa poseedor de un estribillo arrebatador.

La fiesta continúa con ‘Violent Times’ y su cadencia tan sensual como cinemática, haciéndote pensar en lo bien que habría quedado en una hipotética banda sonora de 007. De nuevo, la interpretación vocal de Clark es sobresaliente. ‘The Power’s Out’, un ejercicio crooner alucinógeno, podría pertenecer a su disco autotitulado de 2014, mientras que ‘Sweetest Fruit’ y ‘So Many Planets’ juegan con ritmos pop y reggae, respectivamente. Está última destaca, no por tratarse de un mero ejercicio de estilo, sino por saber aplicarlo a su particular lenguaje saliendo airosa de semejante experimento.

Con ‘All Born Screaming’ sencillamente suena a ella misma tirando de minimalismo kraut que termina desembocando en una evocadora outro experimental, dejando claro que, por muchos premios y reconocimiento obtenidos, nuestra heroína no está dispuesta a satisfacer a nadie más que a su propia imaginación. Estamos ante la enésima lección magistral de uno de los talentos más notables de nuestro tiempo. Y es que, haciendo un símil con la imagen de la portada, podría decirse que St. Vincent se encuentra literalmente on fire.

GONZALO PUEBLA