Algún día, alguien le tendrá que reconocer a Melvins la importancia de su propuesta. Y no me vale la consabida cantinela de ser los padrinos del grunge. Ellos fueron en efecto, la punta de lanza de una generación de bandas y artistas que rompiendo reglas, consiguieron vender discos a millares y llegar a millones de personas, pero Osborne y los suyos siempre fueron diferentes y fueron mucho más allá, tanto en sonido como en concepto.

No solo eran extraños y oscuros, eran retorcidos, inusuales y absolutamente inclasificables. Por sus caóticas composiciones encontrábamos retazos de mil cosas, sludge, doom, post punk, garaje, kraut, metal, stoner, psicodelia… Todo eso lo tragaban, lo digerían y lo regurgitaban en una loquísima pócima tan personal, atractiva y sombría que no todo el mundo se atrevió a entrar en su mundo.

Ahora que el tiempo y las modas han enterrado la etiqueta grunge, ellos siguen a lo suyo. Es lo que tiene el haber hecho siempre lo que les ha dado la gana, y no haber mostrado interés alguno en no hacer justamente lo que tu creatividad te demandaba.

Si antes les importaba poco vender discos, ahora todavía menos, y se pueden permitir el lujo de abrir su nuevo álbum con una mega suite de veinte minutos titulada ‘Pain Equals Funny’. Pura esencia Melvins. En esa composición encontramos todas esas señas de identidad características de un grupo que jamás se lo puso fácil a sus oyentes, huyendo de cualquier tipo de convencionalismo al uso. Los primeros minutos de esa monstruosidad, podrían retraernos a los Melvins de Houdini o Stoner Witch, con ese riff tan Sabbath y esos tempos que reptan hasta ti de manera lenta y sinuosa, pero luego vienen las atmosferas opresivas, los acoples disonantes, los cambios sorprendentes y en definitiva, todas esas características que hacen de la música de estos tipos algo tan sumamente atractivo.

Su reiterada edición de referencias, no todas instaladas en la excelencia, hacía que en cierta medida temiéramos que las excentricidades a los que son tan aficionados, acabaran menguando el poderío de su propuesta. Esta vez sin embargo, la sensación es que han dado en mismo centro de la diana. ‘Working The Ditch’ es el sencillo del disco, si es que se puede definir tal salvajada como single. La composición cuneta con otro riff de guitarra donde Buzz Osborne nos vuelve a partir por la mitad, y donde se exhiben esas tétricas tinieblas sónicas tan características de su personalidad. Un tema con olor a clásico. ‘She’s Got Weird Arms’ en cambio, suena sofisticada y pesada, como un cruce imposible entre Zappa, Devo y Kyuss. Otra de esas maravillas que solo podría salir de ellos, que especiales son los cabrones.

Buzzo y su guitarra es el el amo absoluto de la grabación, pero justo sería reconocerle a Dale Crover y al ya habitual Steven McDonald su enorme aportación. De hecho, la especial personalidad del bajista de Redd Kross está bien presente, y su aportación en segundas voces y arreglos ha sido importante. Por lo demás, la improvisación y la libertad creativa utilizada durante la grabación a liberado a Osborne, trabajando de una manera distinta a la habitual. El guitarrista Gary Chester de We Are Asteroid y el batería Roy Mayorga (Ministry, Soulfly) participaron en las diferentes sesiones trabajando codo con codo con la banda aportando su talento, probando ideas nuevas, y sobre todo improvisando mucho.

Mucho de lo que escuchamos en Tarantula Heart ha sido el resultado de machacar ideas sobre riffs traídos por un Osborne, obsesionado con grabar el mejor disco posible y lo han conseguido de manera sobrada, y si lo que ya te hemos explicado todavía no te ha convencido, veamos… Escucha ese denso y contundente balazo titulado ‘Smiler’ o ‘Allergic To Food’, otra de esas maravillosas anomalías donde en poco más de cinco minutos son capaces de fusionar el rock industrial más furioso y el post punk más elegante.

Son Melvins y son únicos, enormes y absolutamente irresistibles. Una exquisitez fea y extraña en un mundo muy necesitado de propuestas tan insólitas, chocantes y cautivadoras como las que llevan más de tres décadas ofreciéndonos. Unos jefazos.

ANDRÉS MARTÍNEZ