En principio este nuevo álbum de MC5, el primero después de más de cinco décadas, debía tener todos los condicionantes, para que lo disfrutáramos hasta la extenuación. La última encarnación que Wayne Kramer se sacó de la manga, para homenajear el seminal Kick Out The Jams fue asombrosa, con personajes tan validos como Kim Thayil, Matt Cameron, Doug Pinnick o Marcus Durant. Aquello estuvo muy bien, pero tiempo más tarde nos irían llegando más sorpresas.
Cuando Kramer colaboró en al álbum Detroit Stories de Alice Cooper, y conoció al mítico productor Bob Ezrin, se encendió la llama del deseo de trabajar juntos. Fue el mismo Ezrin, al empezar a trabajar las canciones, el que convenció a Brother Wayne en que grabase bajo el nombre de MC5. A priori, la cosa prometía, Kramer estaba en forma, el otro miembro original que quedaba vivo, el batería Dennis Thomson, se subió al carro para colaborar, y tenían el apoyo de un tipo tan talentoso como Bob Ezrin a los mandos. Como decimos, algunos a pesar de las reticencias de utilizar un nombre tan sagrado, comenzamos a ilusionarnos.
Después de un proceso de más de un año, la llegada del 2024 no trajo nada bueno. Wayne Kramer casi había finalizado la grabación, pero a principios de enero, se le diagnosticó un cáncer de páncreas que se lo llevó por delante, en menos de un mes. Como si se tratara de un malévolo efecto dominó, dos meses más tarde fallecería John Sinclair, manager e ideólogo de los primeros años, y solo treinta días después, sería Dennis Thomson el que viajaría al otro lado por culpa de un ataque al corazón. En solo tres meses, la llama de aquella revolución musical, política y social llamada MC5, había quedado extinguida. Eso sí, Heavy Lifting estaba listo para ser lanzado. Y nosotros los fans, estábamos ansiosos por saber cuál iba a ser su epitafio final. Una vez asimilado, intentaremos dejar los sentimientos ante tal monstruo a un lado, y ser lo más objetivos y ecuánimes posible. Y si hacemos eso, no podemos estar contentos con el resultado.
Estamos de acuerdo en que ya no estamos en 1972, y aunque la situación global del mundo está incluso peor que entonces, no le íbamos a pedir a nuestro querido Brother Wayne, que grabara un artefacto tan rompedor, inusual y revolucionario, como lo fue cualquiera de los tres clásicos grabados en sus días de gloria. Por eso, quizás nunca tendría que haber utilizado el apelativo de MC5, porque escuchado una y otra vez, esta colección de canciones, parece más un álbum en solitario con amigos invitados, o incluso un disco tributo donde no hay ni rastro del espíritu original de la banda. Kramer ha dirigido y Ezrin ha aportado su toque, y seguro que sus intenciones de resucitar aquel genio combativo, han sido sinceras pero sinceramente se han quedado muy a medias.
La cohorte de amigos que han querido aportar su talento al proyecto, tampoco han logrado levantar un repertorio plano y sin chispa, donde hay que rascar mucho para encontrar alguna buena idea. ‘Can´t Be Found’ por ejemplo, cuenta con la pegada de Thomson y la guitarra de Vernon Reid y suena orgánica y con garra. ‘Barbarians At The Gate’ tampoco está nada mal, con esa furia lirica tan típica de Kramer y unas guitarras deliciosamente garajeras. Sin embargo, todos recordamos la querencia de los miembros de la banda por la música negra, con el jazz y el funk en primer plano. Si los amamos con locura, era por esos retazos tan agresivos e inusuales de riesgo sonoro procedentes de esas influencias. Escuchar ese ejercicio de soso y previsible funk rock de ‘Hit It Hard’, nos hace darnos cuenta de que efectivamente, la brecha entre los MC5 que conocimos y lo que aquí se nos presenta es demasiado grande.
‘The Edge Of The Switchblade’ cuenta con la Les Paul de Slash y la voz de William Duvall de Alice In Chains, y pasa el corte, recordándonos al magnífico trabajo en solitario de Kramer, pero luego escuchamos el tema título con la guitarra de Tom Morello, y nos suena más a un descarte de Rage Against The Machine o incluso de Audioslave, que no al tema que debía abrir un nuevo disco de MC5 después de 53 años.
Quizás el problema hayan sido nuestras propias expectativas creadas, conservábamos en nuestro corazón a esa banda, como un monstruoso ente revolucionario, y eso amigos, era imposible de replicar. Lo puedes disfrutar si te olvidas del nombre que luce en la portada, y te lo tomas como un simple homenaje a una manera de entender la música, que hace mucho tiempo dejó de existir. Nosotros, sinceramente esperábamos algo más que eso.
ANDRÉS MARTÍNEZ