Interpol han publicado su disco más violento hasta la fecha: han subido los decibelios y se han confesado en las letras. Que Marauder sea además del más duro, también su trabajo con más luz, no es una contradicción, es lo que prueba de qué está hecha la banda.

Tengo a Sam Fogarino al otro lado del teléfono. Me lo imagino sentado en algún rincón de su casa en Athens, Georgia, donde sé que está descansando después de la gira de festivales europeos que ha mantenido ocupados a Interpol en las primeras semanas de verano. Mientras charlamos, su voz grave y, sobre todo, las carcajadas con las que sigue a sus propias bromas llenan la habitación a través de los altavoces. Parece contento y me lo confirma: “Estamos muy felices con todo lo que rodea al disco nuevo”.

Esto ocurre especialmente cuando el batería me cuenta su pequeño incidente con la policía mientras trabajaban los temas del álbum. La banda necesitaba un local de ensayo en Manhattan, donde siempre han compuesto sus discos, y Nick Zimmer de Yeah Yeah Yeahs les ofreció el suyo. “Esos sótanos eran incluso mejores que algunos apartamentos en los que he vivido. Tenía muchas fotografías y pósteres de conciertos del grupo y se percibía un buen fantasma flotando en la sala”. Como Fogarino dirá más adelante, este trabajo tiene una energía diferente y eso les llevó a tocar con tanta fuerza y a tanto volumen que alguien llamó a la policía de Nueva York. “Había muy buenas vibraciones en ese espacio, hasta que molestamos a un vecino demasiadas veces y tuvimos que marcharnos. Estaba siendo una experiencia genial, pero la policía vino en dos o tres ocasiones y nos recomendaron que dejásemos el sitio porque la situación no iba a mejorar”, y se queja: “Ni que fuéramos Mastodon”. Después tuvieron que mudarse a The Music Building, un edificio de locales de ensayo que lleva funcionando desde los 80, también en Manhattan, y por el que ha pasado desde Madonna hasta los Talking Heads.

Que a Interpol les llamaran la atención por exceso de ruido en Nueva York es, posiblemente, la mejor carta de presentación para Marauder (Matador/Popstock!), el que ya es su sexto trabajo. Sólo con el álbum sonando en mis oídos hubiera escrito que este disco llega para consumar el cambio que el grupo comenzó con El Pintor (2014) hace cuatro años, disco con el que recuperaron el beneplácito que la crítica había perdido con Interpol (2010) y Our Love To Admire (2007). Pero Fogarino niega que haya sido algo intencionado para ellos. “La primera canción en la que empezamos a trabajar fue ‘The Rover’, y eso preparó el camino: era verano, hacía calor y lo estábamos pasando bien. No se sentía la tensión. Esta energía a nuestro alrededor nos cambió durante el proceso de composición”. ‘The Rover’ fue, casualmente, el primer adelanto publicado del álbum, que también empedraba el camino para el resto de las canciones. Y esta elección tampoco fue tomada a propósito: “Simplemente surgió así, pensábamos que era uno de los cortes más profundos en el disco. Al principio ni siquiera la consideramos como single, sino que sucedió meses más tarde cuando nuestro mánager vino a los ensayos, se sentó y escuchó en lo que estábamos trabajando. Cuando tocamos el tema dijo que tenía algo. Nosotros creíamos que solamente era una canción animada, pero resultó ser mejor que eso”.
La banda siente el cambio en su sonido tanto como lo sienten en ellos mismos. “Durante los últimos 16 años en los que hemos estado lanzando discos cada uno de nosotros hemos querido hacer cosas diferentes, y quizás no hacer algunas cosas de la forma en la que las hicimos”, relata Sam. “Pero esta vez estamos todos en la misma página. Nuestras ideas estaban abiertas a discusión, las compartíamos continuamente”.

Ahora se encuentran cómodos y no descartan que estas nuevas vibraciones de Interpol sean también la nueva dirección a seguir: “No puedo predecir lo que haremos las próximas veces, pero definitivamente creo que esto es un escalón más. Hemos vuelto a empezar cuando despegamos con este álbum, y la manera en la que hemos compuesto este trabajo, su energía y cómo lo hemos llevado hasta el disco final es algo en lo que podemos expandirnos o profundizar”.

Se han tomado la metamorfosis muy en serio para este álbum. Por su parte, Fogarino explica que ha estado sumergido entre baterías de soul y R&B como Al Jackson Jr. –batería de Otis Redding– y productores del funk de los 80 como Jimmy Jam y Terry Lewis, buscando cómo crear sensaciones en los temas. Para Paul Banks la transformación ha sido tanto profesional como personal. En El Pintor, tras la marcha del bajista Carlos Dengler, se comprometió a tocar el bajo, una posición que ha podido explorar con más confianza en Marauder y de la que ha sabido extraer nuevas ideas como vocalista, dejándose influenciar por el instrumento.

Pero su principal reto ha estado en las letras de este trabajo. Banks es conocido por mantenerse fuera de los versos de sus propias canciones, componiendo a través de ideas abstractas o situaciones ficticias, algo que ha cambiado con este disco, en el que ha empezado a escribir en primera persona y a superar algunos capítulos de su vida: “Paul ha pasado por un proceso de autoevaluación durante estos años. Ahora ha traspasado esa barrera de presión y se ha dado cuenta de que las cosas que pensaba importantes, no lo eran en realidad. Las cosas pequeñas son lo más importante”, comenta Fogarino, como si estuviera dándole un consejo a distancia a su compañero de banda. “La forma en la que él ve el mundo ha cambiado, y ya no es tan inseguro, ahora se siente más confiado. Quizás ya ha alcanzado el punto en el que toma cierta responsabilidad por algunas de las cosas que ha hecho en el pasado. Creo que uno de sus temas favoritos es el romántico empedernido: siempre hay algo profundo, retorcido y emocionalmente duro. En este disco están algunas de sus mejores letras, más directas y sencillas, pero aun así muy elocuentes. Queda bastante claro lo que estás experimentando con las letras, y están más abiertas a que el oyente las pueda interpretar”.

El álbum se compuso entre 2016 y 2017, y estuvieron trabajando largo y tendido sobre los temas antes de entrar en el estudio de grabación. “Friedmann no encontró muchas cosas que necesitaran cambiarse en las canciones, algo maravilloso porque así podíamos concentrarnos en cómo sonaría el disco, y en eso él es un genio”. Dave Friedmann es la otra pieza clave de este lado más potente de Interpol. El productor ha trabajado con Spoon, Mogwai, The Flaming Lips o Mercury Rev, referencias que fueron esenciales para que la banda dejara la producción en sus manos, una de las decisiones más importantes ya que hacía más de diez años que autoproducían sus trabajos. Suya fue la idea de no utilizar Pro Tools en las grabaciones y hacerlo directamente en cinta magnética, como se hacía en los estudios durante los años 70 y 80 y lo que ha provocado ese sonido más visceral y de directo en Marauder. “Tuvo mucho que ver en mantener esas sensaciones y que no se perdieran en la grabación del disco. A veces te sientes de una manera y compones algo que está alineado con estos sentimientos, pero después entras en el estudio y se esfuman. Él lo ha arreglado todo para que queden intactos”. Sobre Friedmann, Fogarino cuenta que es extremadamente meticuloso. “Se mete realmente en la canción. Antes de comenzar cada sesión nos preparamos y tocamos el tema, sin grabarla, con él en la sala. Toma sus notas, hace algunos cambios y propone otras sugerencias, y al día siguiente sólo grabamos hasta que está todo listo”.
Aunque el álbum se ha publicado con once pistas, Interpol grabaron algunas más: “Sí, alrededor de unas 15. Pero no nos gusta hacer álbumes largos: no queremos que dure más de entre 45 y 49 minutos”, concreta Sam, y me confirma que el proceso para decidir qué canciones sí entraban en el disco también fue algo que se dilató en el tiempo. “Todos teníamos nuestros temas y la forma en la que queríamos nuestros once cortes. Estudiamos diferentes playlists durante un mes hasta que elegimos el tracklist final”. Entre las canciones descartadas se encuentra ‘Real Life’, la única de las entonces inéditas que fue tocada en directo durante la gira de aniversario de Turn On The Bright Lights. Para ésta y el resto de pistas que no pasaron el corte la banda tiene otro plan: “‘Real Life’ y un par más serán lanzadas en otro formato durante el año que viene. Y hay material realmente bueno, mejor que simples caras B o descartes esperando a ser lanzados. Eso le da un poco de luz cuando un tema no llega al disco, saber que puede encajar en otro lugar”.

«Volvimos al proceso de grabación con muy buenas sensaciones de la gira, y creo que puedes escucharlo en el disco”

Precisamente el tour dedicado a los 15 años cumplidos del debut, en el que interpretaban el disco íntegro, interrumpió las sesiones de grabación de este último, y en el verano de 2017 tuvieron que alejarse durante unos meses de Tarbox Road Studios para concentrarse en otro álbum y en otro formato. Esta parada que nada tenía que ver con Marauder terminó siendo influencia directa en el álbum. “Cuando regresamos al estudio, lo hicimos con muchísima energía traída de los conciertos y de haber estado en contacto con la gente. Volvimos al proceso de grabación con muy buenas sensaciones de la gira, y creo que puedes escucharlo en el disco”.

Esas influencias del directo en las vibraciones del álbum, las letras más sinceras de Banks y la evolución hacia un sonido más impulsivo son el trabajo más feroz y liberado de Interpol. Que el motivo sea que ellos también se sienten más libres hace que éste sea también el más personal de la formación: “Cuando te sientes con más confianza en ti mismo como músico, como intérprete y como compositor, te concedes la licencia de soltarte un poco más, sin preocuparte de lo que la gente opine. Simplemente dejas que hablen las canciones”.

RO SÁNCHEZ

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