Cuando empecé a consumir prensa musical a finales de los 80, existía una especie de división entre quienes leían Rockdelux y quienes leían Popular 1. Aunque ambas estaban destinadas a públicos con gustos distintos, en aquellos días en los que la prensa impresa era un negocio más que rentable, ambas publicaciones luchaban por la hegemonía en el mercado. Quizá el que además ambas se editaran en Barcelona, hiciera que la rivalidad fuera aún mayor.

Yo era de Popular 1. Había crecido escuchando a Iron Maiden y Van Halen, no a The Smiths y Leonard Cohen. Conectaba más con el enfoque pasional, ‘más de fan’, de esa revista que con el más analítico e intelectual y, a mis ojos, pedante de Rockdelux.

Cuando unos años más tarde empecé a escribir en Popular 1, pude vivir esa rivalidad desde dentro. Los colaboradores de ésta que habían pasado a Rockdelux (curiosamente nunca ocurría a la inversa) eran vistos como tránsfugas o como jugadores que fichan por el equipo rival. Pero también hay que decir que desde RDL se nos miraba por encima del hombro y cierta superioridad moral. O al menos así lo vivíamos. Popuheads contra gafapastas.

Quizá era infantil, pero durante algún tiempo leía Rockdelux casi exclusivamente para indignarme. Como cuando un culé compra el Marca. El típico comportamiento para reafirmar tu criterio en base a contraponerlo con el contrario.

Todavía recuerdo que cuando les dedicaron portadas a Sepultura y Pearl Jam, sentimos como si hubieran venido a robarnos a ‘nuestros’ grupos. ¿Quiénes narices se creían para hablar de ellos cuando tantas veces usaban el término ‘rockista’ de manera despectiva?

Repito, podía ser infantil, pero también nos daba mucha vidilla. No hay nada más tonto, pero tampoco más entretenido, que discutir sobre gustos musicales.

Rockdelux daba rabia. No sólo porque casi nunca coincidiera con sus opiniones -aunque a veces también la clavaban- sino porque parecía que las suyas importaban más que las nuestras. Por eso, para tantos escribir allí era su validación como ‘crítico musical’.

Pese a todo, siempre había mantenido una buena relación personal con sus colaboradores, incluso había acabado de fiesta con algunos de ellos tanto en Barcelona como en Madrid (allí de after mañanero, claro) o en los primeros FIBs, y a unos pocos les tengo mucho cariño.

Con los años, en parte porque me pude dedicar profesionalmente a esto y supongo que también por madurez, ese sentimiento de rivalidad se acabó convirtiendo en empatía. Nada mejor que tener que intentar mantener a flote una publicación, para comprender el mérito que tenía haber sacado adelante una revista como Rockdelux durante varias décadas.

Hoy nos hemos despertado con la triste noticia de su cierre definitivo. Como explican en una carta de despedida, la pandemia del coronavirus ha sido la estocada final para un proyecto inmerso, como toda la prensa en papel, en una crisis que viene todavía de más lejos y para la que no habrá vacuna.

Es posible que hoy haya gente mezquina que se alegre de la desaparición de un medio con 36 años de historia esperando recoger algunas migajas -posiblemente la misma que lo hizo cuando cerró Rocksound o cuando nosotros cerramos Rock Hard o anunciamos nuestro salto al formato digital-, pero estoy seguro de que hay muchísima más que lo vivirá con verdadera pena.

También es cierto que si toda esa gente que hoy se lamenta, la hubiera seguido comprando, quizá la situación sería distinta. Ha pasado con las tiendas de discos, con los cines, con las tiendas de barrio… De eso todos somos culpables, pero no aprendemos.

Habrá quien diga que es ley de vida, que los hábitos de consumo han cambiado, y que en el capitalismo o te adaptas o mueres. Y es verdad. Pero el nulo apoyo que ha recibido el sector de la prensa musical desde siempre es ilustrativo del poco interés que el sector de la cultura suscita en general.

Guste o no, Rockdelux ha sido un referente dentro de la prensa musical de este país y con un nivel de profesionalidad, seguramente, por encima de la media (Todavía recuerdo cómo Joan Pons me llamó un día por si podía utilizar una cita de una entrevista mía con Joe Strummer). Que se haya dejado caer sin que nadie haya movido un dedo es bastante lamentable.

Mientras los medios generalistas se llevan tanto subvenciones directas como inversiones publicitarias de las administraciones públicas, el resto nos vemos obligados a jugar según ‘las leyes del mercado’. Ellos pueden acumular deudas millonarias y seguir adelante a cambio de servir los intereses políticos; nosotros vivimos al día. ¿Pero sabéis qué? No lo cambiaría por nada del mundo. Y creo que la gente de Rockdelux tampoco.

PD 1: Me imagino que Santi Carrillo y Juan Cervera lo estarán pasando mal. No tengo ni idea ni de su situación económica, ni personal, ni de sus perspectivas profesionales futuras, pero después de 36 años de cerrar una edición cada mes, estoy casi seguro de que también sienten cierto alivio. Que se agarren a eso. Yo lo haría.

PD 2: Con el tiempo también he llegado a apreciar a The Smiths y Cohen. Eso sí, lo de J Balvin creo que me va a costar bastante más.