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ALCEST – ‘Les Chants De l’Aurore’

Un síndrome de Stendhal musical continuo.

Después de cinco años de silencio, el multiinstrumentista Neige y su partner in crime Winterhalter a la batería quieren devolvernos a los tiempos más vigorosos de Alcest con Les Chants de l’Aurore, su séptimo álbum.

Los franceses vuelven con una alta dosis de belleza, luz y pasajes shoegaze oníricos que triunfan en el oyente de forma inmediata, pero a la que le falta profundidad y mala leche para llegar a cautivarnos tanto como antaño.

Tras la era dorada del blackgaze, algunas bandas están atravesando momentos complejos a la hora de abordar el camino a seguir. El caso de Deafheaven es paradigmático, cuyo Infinite Granite (2021), causó desde estupor a entusiasmo, pasando por la indiferencia (mi caso), y Alcest, con Spiritual Instinct (2019) tampoco acabaron de encontrar la brillantez deseada, quedándose en un “sí, pero no”. Lejos quedan los berridos -dosificados- de los inicios… Aunque de un tiempo a esta parte, se les intuye un esfuerzo en la la búsqueda de un sonido limpio, cristalino y belleza envolvente, con algunos detalles agresivos. Trabajos resultones, pero lejos de la excelencia y la intensidad que al dúo se le presupone. 

Entonces… ¿Qué podemos encontrar Les Chants de l’Aurore? Pues a una banda que de nuevo se queda a medio camino. Los arreglos evocadores de cuerda en ‘Komorebi’, el buen single ‘L’Envol’, la etérea ‘Réminiscence’, con violochelo pretencioso, o la despedida atmosférica de ‘L’Adieu’, palidecen cuando Alcest se ponen manos a la obra de verdad y nos entregan auténticas piezas de museo -quien tuvo retuvo- como ‘Améthyste’, quizás la canción más destacada del álbum, y ‘L’Enfant de la Lune’ en la que asoma una garra contenida durante todo el plástico.

El objetivo de encontrar la belleza máxima resulta algo forzada para que el oyente sucumba a un síndrome de Stendhal musical continuo y es patente en cada uno de los temas. Uno de los ejemplos más palmarios es el videoclip de ‘Flamme Jumelle’, que sin la parte visual podría pasar por un tema genérico sin más, pero cuando presencias la experiencia audiovisual completa se transforma en un gozo para los sentidos.

Este disco te encantará si decides dejarte hechizar por los impulsos atmosféricos, si no corres el peligro de empacharte de tanta belleza, excesos de luz y evocaciones oníricas. 

JOAN CALDERON