Ni el más osado de sus seguidores habría apostado a que en 2018 Daughters protagonizarían uno de los regresos más celebrados de aquella campaña. Aún siendo unos completos desconocidos para la mayoría, el combo de Rhode Island se había trabajado una carrera con tres álbumes a lo largo de siete intensos años de vida y un escaso reconocimiento por parte de prensa y público antes de separarse en 2009. Que reaparecieran nueve años después con un álbum tan rompedor como You Won’t Get What You Want no entraba dentro de las quinielas.
Nadie vio venir aquel severo meneo que le metieron al rock industrial, al post punk y al noise más hiriente para facturar una obra que trascendió más allá etiquetas y escenas. A pesar de que su propuesta estaba lejos de resultar amable para todos los oídos (personalmente es lo más cercano a estar dentro de la cabeza de un enfermo psiquiátrico que he escuchado en muchísimo tiempo), las alabanzas fueron unánimes. Su fama de banda incómoda no impidió que rápidamente se convirtieran un must see dentro de la programación de cualquier festival que los contratara.
Tres años han transcurrido desde aquello. Tiempo suficiente para asimilarlo y prepararnos para otro nuevo asalto de lo que sería la banda sonora ideal de tus peores pesadillas. Sólo que esta vez la entrega la hace su frontman Alexis Marshall. Aún así es lógico pensar que su primer álbum en solitario bien podría haber sido el siguiente paso en la evolución de Daughters, ya que dispone de elementos similares. Pero también esconde grandes diferencias que sitúan a House Of Lull . House Of When varios pasos más lejos.
Para empezar, la grabación fue totalmente improvisada sin ensayos ni demos previas, ayudando a dotar a las canciones de un tono orgánico y natural, en contraposición al caos en apariencia controlado de You Won’t Get What You Want. Esa misma es la sensación que transmite ‘Drink From The Oceans . Nothing Can Harm You’, donde las siniestras notas de piano te van induciendo en una atmósfera opresiva construida a base de percusiones de cadenas, clavos, monedas, viejas sillas de madera y ferretería varia. «The past is like an anchor», vocifera Marshall cual mantra en un tema que no conoce otra estructura que no sea la circular hasta que te zarandea como un oleaje en plena tormenta. Ya estás dentro y no te va a resultar fácil salir de aquí. Al menos no sin cicatrices.
En ‘Hounds In The Abyss’ y ‘Open Mouth’ nuestro hombre continúa retorciendo cada palabra sin piedad con la repetición como leitmotiv apoyándose en la batería del también Daughters Jonathan Syverson. Es de los pocos instrumentos «tradicionales» que podremos reconocer sin temor a equivoco. Más disruptiva resulta ‘It Just Doesn’t Feel Good Anymore’ y su saxofón desafinado mientras Alexis nos implora histérico que permanezcamos quietos sin tocar nada ni salir a la calle atendiendo a nuestras obligaciones en un clara referencia al confinamiento del año pasado.
‘Youth As Religion’ ofrece un instante de tregua en forma de spoken word sin abandonar la ambientación inquietante a base de disonancias, sirviendo de contrapunto a su hermana gemela ‘Religion As Leader’, la cual ofrece una revisión desquiciada del mismo texto con Lingua Ignota sumándose a esta fiesta del horror. Sargent House los cría y ellos se juntan. Tal para cual. Solo ‘Night Coming’ dejará de presionarte la sien para que puedas contemplar aterrado los restos del desastre.
Enfrentarse a House Of Lull . House Of When es algo más que escuchar un simple disco de música. Es una experiencia sonora en toda regla. Y no precisamente placentera. Incluso puede que te sientas tentado a abandonarlo a los pocos minutos si no te encuentras con el humor adecuado. Pero si eres capaz de aguantar el envite, descubrirás uno de los álbumes más transgresores que se vayan a editar en 2021. Un artefacto tan sucio, feo y desagradable que no podrás borrarlo de tu cabeza.
GONZALO PUEBLA
BONUS TRACK CON… ALEXIS MARSHALL
¿Qué parte de deseo artístico de hacer algo por tu cuenta y qué parte de ego hay a la hora de decidir grabar un disco en solitario?
«Supongo que es una mezcla de las dos cosas, pero para hacer mi trabajo es necesario algo de ego. Se trata de encontrar un equilibrio entre hacer lo que quieras sin importar lo que la gente piensa para poder crear libremente, y a la vez que te importe lo que piensa la gente para poder ganar dinero y poder vivir de esto. Pero mi motivación para hacer este disco no era que quisiera recibir más atención, sino que cuando estás en un grupo siempre tienes que hacer muchas concesiones. Esta vez no quería tener que hacer ninguna. Quería tomar todas las decisiones, desde decidir con quien grabo al diseño de las camisetas. No quería tener que contar con la opinión de nadie».
¿Y fue el proceso como esperabas o te diste cuenta que surgen otro tipo de problemas?
«Ser responsable de todo, implica también ocuparme de cosas que no me interesan en absoluto. Es agotador, especialmente para alguien tan pasivo como yo. Es un arma de doble filo, desde luego».
Ahora que has probado lo que es tener el control, ¿tienes planeado alternar Daughters con tu carrera en solitario?
«Tampoco quiero dar la impresión que lo controlaba todo porque todo el mundo aportó mucho. Trabajamos ideas de todos, pero lo que quería era tener la última palabra a la hora de darle forma al conjunto. Pero sí, mirando atrás mi carrera, veo que hay vacíos que podría haber llenado haciendo algo yo solo, y ahora que soy más mayor, quiero intentar no perder el tiempo. Quiero escribir y hacer música tanto como pueda».
¿Te apetece presentar este disco en directo o lo ves como un proyecto de estudio?
«La verdad es que ya tengo suficiente girando con una banda, y si te soy sincero tampoco confío mucho en cómo se está haciendo la reapertura de los conciertos. Creo que en los dos próximos meses van a volver a cerrarlo todo, así que no he programado nada. No quiero pegarme el curro y que luego se cancele todo, como me pasó en 2020».
A menudo, el público identifica el frontman como la fuerza creativa de un grupo, pero muchas veces a la hora de hacer música cuesta mucho que su opinión sea tomada en cuenta. ¿Cuál es la dinámica interna en Daughters?
«En la banda todo el mundo tiene mucho talento, y a mí no me gusta que me digan lo que tengo que hacer, así que yo tampoco se lo digo a los demás. Pero de alguna manera llegamos a una especie de consenso, aunque otra nos encallamos. No sé… El caso es que me apetecía hacer algo distinto».
¿Te interesaba más el proceso que el resultado? Porque hay canciones que se parecen más a Daughters y otras que no tienen nada que ver.
«Puede ser porque el proceso fue totalmente distinto. No era en plan voy a un estudio con unos músicos que ya saben qué van a tocar, aquí todo se basaba en la espontaneidad. Quería trabajar con gente con la que me pudiera sentir muy cómodo, que dijera lo que dijera no fuera a sentirme avergonzado. Quería sentirme seguro. A John (Syverson) le conozco desde la escuela, y llevamos 20 años tocando juntos, así que tenía que estar ahí. Mi papel era básicamente dar algunas guías sobre los sentimientos que quería expresar, pero no decirle a nadie lo que tenía que hacer. No quería hacer un disco de spoken word, o muy poético. No quería ser pretencioso, aunque lo acabé siendo (risas)«.
JORDI MEYA