Como ocurre con muchos artistas que llegan a la tercera edad con una carrera todavía activa, a veces la única salida para seguir avanzando es mirar atrás y volver a los orígenes. Lo hicieron los Stones con Blue & Lonesome, lo hizo Springsteen con Letter To You, y ahora es el turno de Alice Cooper con Detroit Stories.
En su caso es una tendencia que ya empezó con los discos de Hollywood Vampires, y siguió en su anterior trabajo en solitario, Paranormal (2017), que incluía dos temas junto a sus viejos amigos de la Alice Cooper Band, y en el EP Breadcrumbs (2019). Alicia parece haberle cogido el gusto a rescatar tanto temas ajenos como a músicos que formaron parte de su juventud. Desde un punto de vista emotivo, este homenaje a la música de su ciudad natal es entrañable, y lo es más todavía que haya llamado Wayne Kramer de MC5, Mark Farner de Grand Funk Railroad, o Johnny ‘Bee’ Badanjek de la banda de Mitch Ryder para que le acompañen, o que haya vuelto a confiar en Bob Ezrin para la producción, pero como disco, Detroit Stories no acaba de chutar todo lo bien que debería.
Por un lado, como ya pasaba con Hollywood Vampires, las versiones de ‘Rock ‘n’ Roll’ de Velvet Underground, ‘Sister Anne’ de MC5, ‘East Side Story’ de Bob Seger, o la sorprendentemente pop de ‘Our Love Will Change The World’ de los retro indies Outrageous Cheery, entran bien al oído, pero apenas dejan poso. Es como estar charlando en un bar con buena música de fondo; se agradece, pero al cabo de un rato te olvidas de lo que ha sonado.
Y por otro, el nivel de las composiciones propias es bastante justo y no acaban de casar con el concepto del disco. Si bien ‘Go Man Go’ o ‘Social Debris’ rockean, el blues ‘Drunk And In Love’ no podría ser más genérico, ‘Wonderful World’ es más plana que una tabla de plachar y la recitada ‘Hanging On By A Thread – Don’t Give Up’ suena como un intento de power ballad como las que hacía en los 80, pero si tener el gancho necesario.
Pese a que la voz de Alice conserva su garra, y que tiene gracia escucharle metiéndose en el papel de soulman en ‘$1000 High Heel Shoes’ arropado por vientos y coristas, Detroit Stories no pasa de ser un ejercicio de nostalgia bien ejecutado y cargado de buenas intenciones, pero que no consigue transportarte a otra época.
JORDI MEYA