Quizá porque vivimos en un mundo totalmente globalizado, el exotismo es un valor añadido en cualquier propuesta artística. En el caso de los neozelandeses Alien Weaponry, además de por su ascendencia maorí y cantar algunas canciones en esa lengua, también llamaron la atención en un primer momento por su extrema juventud.

Los hermanos Lewis (voz, guitarra) y Henry de Jong (batería) empezaron el grupo en 2010, cuando apenas tenían 8 y 10 años respectivamente, así que cuando publicaron su debut en 2018, y tocaron en festivales como Download o Wacken, todavía estaban en plena adolescencia. Tres años después, quizá el factor edad ya no sea tan llamativo, pero sin duda lo sigue siendo su personal manera de entender el metal. Junto al bajista Tūranga Morgan-Edmond, que se unió al grupo en agosto de 2020, Alien Weaponry confirman en este segundo álbum que tienen algo especial.

Para empezar porque, aunque como para cualquiera es imposible escapar de sus influencias (en su caso Sepultura, Metallica, Korn y Gojira estarían a la cabeza), el trío logra hacer con ellas algo fresco. Pero sobre todo porque su punto de vista es distinto. Tangaroa es una reivindicación de sus raíces, a la vez que un ataque a la hegemonía de la cultura occidental conseguida mediante imperialismo y genocidios. En ‘Titokowaru’, dedicada a un jefe maorí, cantan «Ansío la carne del hombre blanco», mientras que en otros temas se inspiran en historias relatadas por sus abuelos, como ‘Hatupatu’, donde cuentan el encuentro entre uno de sus ancestros y una bruja con forma de pájaro.

Todo ello, unido al uso de algunos instrumentos tradicionales, algunos coros tribales, y que Lewis canta en un registro más grunge que gutural, hace que escuchar Tangaroa sea una experiencia distinta a la del 90% de discos de metal moderno.

Pese a todas esas virtudes, donde Alien Weaponry todavía tienen campo de mejora es en el aspecto compositivo. Un buen ejemplo serían ‘Unforgiving’ o ‘Crooked Monsters’, en las que logran evitar los clichés de las baladas metal, transmitiendo un sentimiento mucho más auténtico, pero que acaban resultando un poco planas. De lo que no tengo dudas es que el groove de ‘Buried Underground’ o ‘Tangaroa’ hará botar a miles de personas cuando actúen en festivales en 2022.

DAVID GARCELL