¿Cuántas bandas ofrecen algo memorable llegadas a su octavo disco? Ejemplos habrá, pero lo habitual es que en ese punto, la inspiración empiece a disiparse y los grupos ofrezcan un refrito de lo ya grabado anteriormente. No es el caso de Angelus Apatrida.
Con Aftermath, los albaceteños encadenan una racha que empieza a ser digna de estudio. Desde su debut Evil Unleashed en 2006, el grupo no ha parado de crecer en todos los aspectos, dejando de ser una curiosidad para convertirse en una referencia dentro de la escena thrash a nivel mundial. Superado el revival de ese estilo -por definición cualquier revival es algo pasajero- Angelus Apatrida han conseguido mantenerse con una robustez envidiable, mientras otros han quedado en el olvido. Quien busque una explicación, le bastará con escuchar Aftermath.
Si hace dos años nos golpeaban con disco homónimo lleno de rabia, aquí el grupo expande sus alas para abarcar un espectro más amplio de emociones y sonidos. Naturalmente sigue dominando el thrash, pero sus influencias del heavy clásico, sobre todo en algunos estribillos y fraseos melódicos de guitarra, y del hardcore con gang vocals y breakdowns con mucho groove, son las que les permiten dotar al álbum de un gran dinamismo. Cuando aprietan el acelerador siguen siendo imparables, pero compositivamente tienen mucho más que ofrecer que una concatenación de buenos riffs.
A esa variedad también contribuye la aparición de cuatro invitados muy especiales. Jamey Jasta de Hatebreed participa en la fulminante ‘Snob’, una canción con un rollo a lo ‘Fuckin’ Hostile’ de Pantera mezclado con Anthrax, Pablo García de Warcry mete un solo en la trepidante ‘Fire Eyes’, Sho-Hai rapea en ‘What Kills Us’, donde aparece un estribillo muy Megadeth; mientras que Todd La Torre de Queensryche le inyecta épica al tema final ‘Vultures And Butterflies’, uno de los más elaborados del lote.
Repitiendo el mismo equipo que en el anterior, con Juanma López como ingeniero y el estadounidense Zeuss a las mezclas, la banda se ha asegurado un sonido poderoso y cristalino en el que puedes captar todos los detalles de una ejecución impecable, en la que vuelven a destacar los brillantes solos de David G. Álvarez en temas como ‘To Whom It May Concern’ y ‘Snob’. También son remarcables las interpretaciones vocales de Guillermo Izquierdo tanto en los registros más agresivos, como cuando tira por terrenos más melódicos en ‘Cold’ (de lo más pegadizo que han hecho nunca) y ‘To Whom It May Concern’, así como unas letras en las que ha raspado su interior para reconocer lo peor de sí mismo (‘I Am Hatred’) o retratar el horror de la guerra (‘Gernika’).
Nos explicaba Guillermo que la mayor parte del disco se había escrito en la carretera, y tiene su lógica porque el tracklist de Aftermath bien podría ser el setlist de un concierto. De hecho, si lo interpretasen entero en su próxima gira, estoy seguro de que nadie se quejaría. Así de bueno es.
DAVID GARCELL