Igual es tan solo una impresión mía o que un servidor empieza a acercarse peligrosamente a los 40, pero de un tiempo a esta parte noto cierta obsesión en ensalzar los gustos y las nuevas tendencias de la juventud al tiempo que se desprecia cualquier tipo de expresión artística que sea creada por gente de edad avanzada.
Esa connotación peyorativa de lo ‘boomer’ me resulta estúpida, pues si bien a ciertas edades ya no se posee el ímpetu y la frescura de cuando eras un chaval, se gana en experiencia y conocimiento. La Espina, el nuevo trabajo de Annacrusa, bien podría reforzar esta teoría.
Aunque se trate de su segundo largo, los de Castellón no son ni mucho menos unos recién llegados. Antes de que la cantante Anna Dobon y el guitarrista Sevi Guilles iniciaran el proyecto como dúo acústico y más tarde se sumaran Carlos Pauls al bajo y Leny Orzáes a las baquetas, todos ellos habían pasado anteriormente por formaciones como Dédalo, Difenacum o Six Burning Knives. Ese bagaje previo les ha dotado del conocimiento necesario para saber lo que quieren transmitir y cómo lograrlo.
Precisamente se aprecia con facilidad que toda la temática del álbum gira en torno a asuntos tan recurrentes como la vida, la muerte y el paso del tiempo. Esa carrera inevitable contra el devenir arranca con un tema homónimo en el que escuchamos percusiones, cuerdas y acústicas hasta que se abre de forma majestuosa. Sin ser un referente obvio, se nota que han tomado mucho del libro de estilo de aquellas canciones en las que Led Zeppelin conjugaban el folk con lo eléctrico.
Rápidamente cambian de tercio endureciendo su discurso en ‘Ver La Belleza Caer’ y ‘Sin Perdón’. Hay incluso algún arranque de rabia punk, sin dejar de lado su pericia en lo instrumental. Pero es con ‘Mal De Muchos’ cuando de verdad te das cuenta de que estás ante un trabajo cuanto menos diferente. Su estructura se va tornando compleja hasta llevarte a un pasaje con fraseados rap y trompetas jazzísticas que terminan rompiendo a lo grande. Es un ejemplo de la imaginación y la capacidad de sorprender que poseen Annacrusa. Cada corte guarda su propia personalidad manteniendo una coherencia colectiva.
Así pues, ‘Trazo Delicado’ podría haber formado parte de algún unplugged de los 90 por sus arreglos acústicos de los que se aprovecha una Anna notable a lo largo de todo tracklist. Según avanza, el grupo se va metiendo por terrenos más óscuros. A ratos tendiendo incluso hacia lo progresivo (‘La Dictadura Del Tiempo’) y lo gótico (‘Desnudos’). Esto se contrapone a la inmediatez de ‘Destino’, uno de las canciones estelares del disco, o la sorprendente reinterpretación que hacen de ‘Cartas Desde El Asilo’ de Reincidentes con la colaboración del propio Fernando Merino. Su aproximación resulta mucho más dramática, al tiempo que la letra encaja a la perfección dentro del tono de la obra.
La Espina es el fruto de cuatro músicos experimentados que han sabido hacer de su veteranía su mayor virtud. Por una vez, lo que marca su carnet de identidad juega más a su favor que en contra.
GONZALO PUEBLA