Aunque suene redundante decir que 2020 fue un año distópico para todos nosotros, no cabe duda que dejó un sabor realmente agridulce en Ànteros. Mientras su tercer y mejor álbum …Y En Paz La Oscuridad, se alzaba en todas las listas de aquél curso, el quinteto veía caer dicha puesta en largo como un castillo de naipes por la maldita pandemia.
Con este escenario de fondo, y tres años que han dado para reformular la existencia de la banda en todos los sentidos, llega Montenegro. De hecho, vino muy bien escuchar a Víctor García-Tapia (guitarra y mentor) en El Ecualizador de nuestro compañero Luis Benavides para entender las circunstancias de una banda aislada geográficamente, sin rumbo claro, y un álbum compuesto de manera atípica. De esas cenizas que a punto estuvieron de apagar Ànteros nace precisamente ‘Culto A Fuego’, purificador en lo personal, y con detallitos interesantes cercanos al sludge pese a su carácter introductorio. De la misma manera que ‘Cielo Abierto’ despeja un hilo de esperanza respecto al camino andado y el que queda por recorrer, con la voz melódica de Rubén apareciendo por primera vez como en los mejores momentos de su anterior trabajo.
Y es que en cierta manera, podríamos tildar este como un epílogo de aquél, tanto en fondo como en forma, donde ‘Frágiles’ y ‘Elurra / Heriotza’ prolongan su racha compositiva y sobresalen por encima del resto. Junto a Rubén Ramos (Los Sanchos, Cohen) al micro hacen del primero un single total, accesible en el estribillo y 100% Ànteros, mientras que el segundo aflora nuestra vena sensible al escuchar unos versos en euskera de Endika hacia su abuela, fallecida poco antes de entrar a grabar. Sin olvidar su atmósfera oscura, un montón de arreglos e incluso la aparición de trompetas para despedir el tema más redondo a nivel instrumental.
El interludio acústico ‘Varese’ y ‘La Hoguera’, un corte tapado que seguramente acabarás apreciando a la sombra de otros, completan un Montenegro tan breve y conciso para nosotros como catártico para sus propios miembros. Es innegable que el formato -apenas 22 minutos- nos deja con ganas y hace que lo veamos más como un EP que como un largo, pero también ha servido para que Ànteros recupere sensaciones y reinicie el contador allá donde la situación no les permitió. Mejor que ellos no lo puede resumir nadie: «No hay un espejo que muestra el destino, empeño y paciencia son el camino».
JORGE AZCONA