Más allá de los muertos, los enfermos, y las penurias económicas, quizá sea todavía pronto para ser conscientes del impacto real que la pandemia ha tenido en nuestras vidas. Sobre todo a nivel emocional. Todos notamos que en mayor o menor escala algo ha cambiado en nuestro interior, aunque quizá no sepamos aún ponerle nombre o definirlo.
‘…Y En Paz La Oscuridad’ bien podría ser ese sentimiento hecho música. Grabado durante estos meses tan extraños en Galicia junto al productor Carlos Santos, el segundo álbum de Ànteros refleja esa mezcla de agonía, frustración, rabia, pero también esperanza y ganas de salir adelante por la que todos hemos pasado, a veces en cuestión de minutos.
Con la maquinaria mucho más engrasada que cuando publicaron el EP Lunas en 2016, y sobre todo después de haber girado con su primer álbum Cuerpos Celestes, la banda afincada en Barcelona puede presumir de un sonido que es algo más que la suma artificial de las partes del árbol genealógico del que proceden: Toundra, Viven, Erroma, Syberia…
Naturalmente hay rasgos de los diferentes estilos que han practicado esas bandas, desde el screamo (‘Solo Mar, Solo Tierra’) a los desarrollos instrumentales (‘Escorpión) a riffacos post metaleros (‘Sombras’) al rock clásico (el solo épico a lo Slash de ‘Ultravioleta’), pero las diversas influencias crean un conjunto dinámico y bien atado.
La diferencia de registro en las voces de Endika Pikabea y Rubén Martínez amplifican la ambivalencia de emociones a la que me refería antes, y de igual manera la música está en constante mutación pasando de la furia de ‘Escorpión’ a la preciosa ‘…El Pasaje’, con un toque a lo Led Zeppelin III, permitiéndonos un momento de relax antes de volver a la cruda realidad.
Esperemos que después de sacar un disco así de bueno, la de Ànteros sea un poco mejor.
DAVID GARCELL
