Durante su primera década de existencia, Arcade Fire parecían intocables. Su debut, Funeral, alcanzó la categoría de clásico en tiempo récord, y la banda consiguió algo tan complicado como conservar su credibilidad indie (un 9.7 en Pitchfork) al mismo tiempo que ambicionaba poder tocar en estadios.
Pero nada dura para siempre, y con la publicación de su quinto disco, Everything Now, en 2017, surgieron los primeros cuchillos (un 5.6 en Pitchfork), y la sensación general que el grupo había perdido el norte víctima de haberse creído que hicieran lo que hicieran -y hay que tener valor para atreverse a hacer reggae- iba a ser genial.
A menudo se ha comparado a Arcade Fire con U2. Pues bien, si Everything Now fue su Pop, otro ejemplo de una banda engullida por su propio ego, al escuchar el primer adelanto de WE, ‘The Lightning I, II’, parecía que su sexto álbum quizá iba ser su All That You Can’t Leave Behind, una especie de vuelta a los orígenes, para reconquistar el terreno perdido. Pero si ese era su objetivo, sinceramente se han quedado a medias.
Antes de ni que escuches la primera nota, WE ya se presenta como un álbum importante tanto en el fondo como en la forma. Inspirado en la novela distópica de mismo nombre del ruso Yevgen Zamyatin, publicada en 1924, que a su vez inspiró 1984 de George Orwell, está divido en dos partes, I y WE, con temas independientes entrelazados que forman pequeñas suites. Además se grabó en distintos estudios en Nueva Orleans, El Paso y Maine, con Nigel Godrich (Radiohead, Beck) ejerciendo de productor junto al matrimonio formado por Win Butler y Régine Chassagne.
Es esa vocación de crear una obra sustancial que abrirá los ojos de la humanidad ante los peligros que la acechan por culpa de la tecnología y el capitalismo feroz, lo que más cargante resulta a medida que se van sucediendo las canciones. Uno de sus errores ha sido intentar encajar un concepto tan amplio en el disco más breve de su carrera, apenas 40 minutos. Otro, unas letras que apenas rascan la superficie de un contenido tan profundo
La cosa no empieza del todo mal, invitándonos a entrar en este mundo de angustia y soledad con el piano y el pulso electrónico de una ‘Age Of Anxiety I’ que va ganando en intensidad y da paso a los sintetizadores bailables de ‘Age Of Anxiety II (Rabbit Hole)’. Pero en seguida viene el batacazo… Que prácticamente una cuarta parte del disco la ocupen los cuatro segmentos de ‘End Of Empire’ es incomprensible. Esta macro balada al piano, en la que Win Butler toma prestada la melodía de ‘Imagine’ de John Lennon (olé tú), con su esposa haciendo unos gorgoritos de lo más cursis de fondo, es, además de un tostón, simplemente ridícula. Es tan pretenciosa y pomposa, incluso viniendo de una banda con tendencia a serlo, que no me sorprendería que fuera el motivo por el que Will Butler decidiera abandonar el grupo tras terminar la grabación.
Recuperarse de eso no es fácil, y desde luego ‘The Lighting I’ no lo consigue, pero su segunda parte sí, al menos momentáneamente. Ahí el grupo, vuelve a sonar excitante, con la batería empujando y logrando ese sentimiento de euforia colectiva de sus mejores canciones. El folk rock de ‘Unconditonal I (Lookout Kid’), con un estribillo que vuelve a tirar hacia U2, no está mal, pero pronto vuelven a meterse en un jardín con ‘Unconditonal II (Race And Religion)’, pop ochentero bailable en la línea de Reflektor, que no salvan ni los coros de un Peter Gabriel totalmente desaprovechado. El punto final lo pone ‘WE’, otra balada, esta vez con guitarra acústica, que desprende cierta emotividad, pero tampoco es un cierre brillante.
Quizá el día que Arcade Fire dejen de aspirar a que en el futuro se les vea como una banda rompedora, y acepten que en el fondo son mejores cuando se acercan al classic rock, estarán más cerca de grabar otro gran disco.
JORDI MEYA