Los norirlandeses Ash demostraron con los años que ‘Girl From Mars’ no fue un accidente, que tienen una extraordinaria capacidad para generar grandes canciones, pero con sus últimos discos nos asaltaron las dudas. Cuando tiraban de temas marca de la casa sonaban algo descafeinados y algunos intentos para madurar su propuesta —concentrados en aquel irregular Twilight ot the Innocents— se antojaban tan pretenciosos como anodinos.
Cuando se cumplen casi 20 años de su último gran disco, Meltdown, los de Downpatrick sorprenderán a los más escépticos con una nueva tanda de canciones con unos niveles de inspiración y efectividad por encima de la media bajo el título Race The Night.
El trío tenía planeado un disco de pop electrónico como continuación de aquel simplemente entretenido Islands, publicado en 2018, pero llegó la maldita pandemia y decidieron retrasar el lanzamiento. Entonces Tim Wheeler se refugió en las guitarras durante los duros meses de encierro y sacó una buena pila de riffs. Así se empieza a gestar el presente trabajo, cuya portada con motivos ochenteros quizá encajaría más con ese disco de pop que guardan en un cajón.
El corte inicial, que además da nombre al octavo disco de la banda, te transporte directamente a la era de Free All Angels, cuando estos tres amigos parecían invencibles, con un estribillo enorme que no te puedes quitar de la cabeza. Le sigue la sincera ‘Usual Places’, un medio tiempo nostálgico sobre hacerse mayor y seguir haciendo música porque es lo único que te hace feliz, y la pletórica ‘Reward In Mind’ con esas guitarras digamos weezerianas que siempre les han sentado tan bien.
Cuando piensas que este disco, el primero en cinco años del entrañable trío que completan Mark Hamilton y Rick McMurray, ya no puede mejorar sueltan el momento más emocionante del disco. ‘Oslo’ es una preciosa y afectada declaración de amor incondicional, un in crescendo exquisito que arranca con una delicada guitarra acústica y la inestimable colaboración de la cantante neerlandesa Démira. Imposible no sentir un pellizco en el corazón con esta balada con la mirada puesta en la capital noruega.
Con un riff repetitivo entre Muse y Kula Shaker nos sirven la potentísima ‘Like A God’, aunque prefiero a los de Belfast cuando exprimen su faceta más melódica en la irresistible ‘Peanut brain’, entre Buzzcocks y Beach Boys, e incluso cuando asoma su más punk rock en las canallas ‘Braindead’ y la final ‘Over & Out’.
El disco rozaría el excelente si no fuera por la blandita ‘Crashed Out Wasted’, en el que desperdician un solo de guitarra más grande que la vida, de dos minutos de duración, digno de una canción memorable, y los scratches y las voces robóticas de ‘Double Dare’, un guiño para los fans de aquel Nu-clear Sounds de 1998 que hoy suena desfasado. Tampoco era necesaria la versión instrumental y acelerada de ‘Like A God’ para cerrar el disco. Salvando estos tres momentos, Ash se acercan mucho a los Ash que nos maravillaron con ‘Girl From Mars’ y tantas otras canciones.
LUIS BENAVIDES