En la entrevista de portada que publicamos en la revista de este mes bromeo con el bajista Jay Bentley sobre si Bad Religion son los AC/DC del punk rock. Él mismo reconoce que algo de eso hay y considera hasta justo que haya quien crea que todos sus discos suenan iguales. Pero también apunta otra realidad: que si hiciesen algo muy distinto la gente se cabrearía.
Es en esta (bendita) encrucijada en la que llevan viviendo Bad Religion desde hace unas cuantas décadas y, desde luego, llegados a su decimoséptimo álbum no parece que vayan a moverse de ella. Lo que también está claro es que después de seis años sin material nuevo (obviemos el disco de villancicos) a cualquier fan del grupo poder escuchar un puñado de canciones frescas le sabrá a gloria. En saber dosificarse está el secreto y, además, en alguien como Donald Trump tienen a su mejor aliado para que no se les seque la inspiración
Sus 14 canciones configuran un retrato crítico, inteligente, pero amable musicalmente, de las calamidades que vienen atizando a su país, y por extensión al resto del mundo, y, aunque no ofrezca grandes sorpresas, sí alberga algunas variaciones sobre la partitura original como la rockera ‘Big Black Dog’ o el medio tiempo melódico ‘Lose Your Head’.
Quizá en los temas más rápidos como ‘Chaos From Within, que abre de manera trepidante el disco, ‘Do The Paranoid Style’, ‘The Age Of Unreason’ o ‘Faces Of Grief’ se eche de menos un poco más de agresividad en la producción de las guitarras que ha hecho el debutante Carlos de la Garza (Paramore, Jimmy Eat World’), pero ese sonido más templado beneficia a la playera ‘Downfall’, la power popera ‘Since Now’ donde los coros cobran una gran relevancia o esa infalible ‘My Sanity’, con un toque a lo Social Distortion, destinada a ser un highlight de sus próximos conciertos.
En definitiva, Age Of Unreason no es ni más, pero tampoco menos, que otro muy buen disco de Bad Religion, que sin estar a la altura de sus clásicos, o incluso del anterior True North, justifica de sobras que estos cincuentones sigan entrando, cuando les apetezca, en el estudio.
JORDI MEYA