Analizándolo fríamente, la muerte de un símbolo de resistencia como la sala Rocksound se empezó a gestar un fatídico 17 de octubre de 1986, cuando el falangista Juan Antonio Samaranch anunció que los Juegos Olímpicos de 1992 se celebrarían en Barcelona. A partir de ese momento, la capital catalana empezó un largo, implacable y doloroso proceso de transformación que, básicamente, consistió, y consiste aún, en despojarla de su identidad, condenar a sus vecinos al exilio o la pobreza, y seguir así hasta convertirla en la Tijuana europea.
Una letrina neocolonial que hiede, que apesta de forma tangible y real, en la que adinerados de todo el globo pueden emborracharse y perder los papeles como no tendrían agallas a hacer en su país de origen. Donde ir de putas está chuli, te ofrecen la coca en plenas Ramblas y donde sólo existe la ley para la población autóctona.
Por desgracia, ahora entendemos muy bien qué llevó a Pasqual Maragall a presentar esa candidatura. Jordan vino, vio y venció, pero la american way of life se quedó aquí para siempre. Que se organizaran trenes repletos de vagabundos para llevarlos fuera del área metropolitana ‘para no dar mala imagen’ dice mucho del tipo de mentalidades que teníamos al frente por aquel entonces.
Los planes para la ciudad de Joan Clos, Jordi Hereu y Xavier Trias no fueron más que continuismo puro y duro. Abrirle las puertas de par en par a la especulación inmobiliaria nacional e internacional, arrasar barrios enteros obreros y humildes, y proseguir con la gentrificación a todo gas.
Un clima irrespirable maquillado con esnobismo y modernez frívola… pero justo en 2008, cuando explotó esa crisis financiera que se inventaron para destruir todas las conquistas salariales y laborales logradas durante la segunda mitad del XX, se inició un proyecto que rápidamente se ganó la admiración, la simpatía y el respeto del rockerío catalán, y más allá, porque cualquier músico internacional que visitaba la Rocksound quedaba prendado por la autenticidad y la magia que desprendían aquellas paredes. Era un oasis entre un Poblenou y Marina que se estaban cayendo a pedazos, donde los derribos eran diarios para levantar más hoteles y pisos sólo aptos para fortunas inalcanzables.
Rocksound se convirtió en el garito del pueblo. Todo el undergound del blues, el heavy metal, el rock o el punk tenía posibilidad de expresarse sin dejarse el lomo en un alquiler desmesurado. Tampoco era tratado como escoria que debía acabar rápido el show porque luego venía lo bueno: la discoteca para guiris. La fórmula parecía sencilla: amar la música; tratar bien al público, a las bandas y a los profesionales. Menudas pinchadas, cuánto gusto y sabiduría en cada canción elegida, y cuando se bajaba la persiana, el hechizo seguía entre los parroquianos de confianza.
Desde RockZone incluso logramos que Anti-Flag, The Bronx y Cancer Bats tocaran allí gratis, y quién no recuerda ese concurso de karaoke con Sum 41 o la matinée thrash con Warbringer.
Si Gabriel García Márquez publicó Crónica De Una Muerte Anunciada en 1981, para la Ciudad Condal llegó en el 86 por boca de Samaranch. La crisis del coronavirus es la tormenta perfecta que estaban esperando para liquidar esa cultura que molesta, que transgrede y es crítica, y a nuestra querida Rocksound la han engullido dos monstruos: el de la Barcelona inhumana y terrible que tan bien representa esa Sagrada Familia liviana y elegante que está siendo tragada bajo toneladas de hormigón, y el antiintelectualismo efervescente del fascismo de toda la vida y el neofascismo posmo contemporáneo. Que entren las excavadoras, porque toda la clase política les va a poner la alfombra roja.
Ada Colau es la personificación del ‘no se puede’, así de claro. La exactivista ha quedado relegada al papel de títere socialdemócrata, esos cómplices necesarios en cualquier partidocracia para sacar la lucha de las calles y parchear, intentar ponerle tez buenrollista y cuqui, a un sistema inmoral, caníbal, depravado y depredador. Arrodillada ante las exigencias del Joan Gaspart de turno desde el primer día, máxima garante de la mayor infamia que acontece año tras año en Barcelona: un Mobile World Congress que satura los prostíbulos de toda Catalunya y sólo genera empleo basura, salarios indignos y esclavismo. Precariedad y sumisión absoluta ante el miedo a perder lo poco que paga un alquiler abusivo, exasperante y nórdico.
‘Barcelona Ha Mort’, que dicen Ratpenat. Honor a Javier Ezquerro. Gracias por tantísimo, Antonio, Sandro y Xavier. Gracias Miki, Api, Luci… y todos los que alguna vez nos habéis servido desde el otro lado de la barra. Rocksound nos deja, pero sólo es la antesala de la ejecución sumarísima de nuestras salas, esa defunción a la que asistiremos horrorizados y perplejos entre octubre y diciembre de este curso. Tras los recintos caerán promotores, bandas profesionales, festivales, prensa especializada… Y encima, humillados desde vuestro gobierno de centro derecha cuando se han cumplido con todas las medidas sanitarias, financiándolas desde la ruina al no percibir ayuda alguna, y con campañas deleznables como ésta.
Una vez le dije a un colega una frase de lo más paquera: ‘Votar, hoy en día, es ir contra nuestra forma de vida’. Y cual Nostradamus se ha vuelto real: como decía, todos los partidos políticos han demostrado ir contra la creación intelectual. La que confronta y hace pensar, al menos. La que huye del A contra B, la que no se traga ni a Antena 3 ni a La Sexta, porque sabe que detrás hay el consejo de administración de Atresmedia, esos corbateros que saben muy bien cómo enfurecer a cada bando mediante el Wyoming que toque, los Pablo Motos del momento, el Abascal y el Echenique necesarios para que el pobres contra pobres nunca cese… y another brick in the wall… y otro chanchullo cerrado mientras nos despellejamos por el caso Kitchen o dónde vive el Emérito.
Educación y Cultura: lo primero en cerrar, lo último en abrir. Yo no creo en las coincidencias. Nos quieren ante el móvil, enfrascados en disputas fútiles en las redes sociales, de ciberactivismo borreguil, o de tapitas en la playa. “España, sol y paz”. De qué me sonará… Lo único capaz de mostrarnos el backstage tras el teatro de las marionetas debe morir. Ya lo han decidido. Master, master.
A partir del 4 de octubre, Rocksound se convertirá en otro solar con el que especular. Un solar rumbero, eso sí. Y emocionalmente estable, faltaría más. Porque Barcelona es poderosa. Porque Barcelona tiene poder.