Hoy se ha hecho pública la noticia que Berri Txarrak lo dejan, si bien antes ofrecerán una gira de despedida en 2019. No puedo decir que me haya cogido por sorpresa, porque desde hacía días me había llegado, pero ahora que por fin puedo hacerlo, me gustaría dedicarles unas líneas.
Quienes nos llevan leyendo desde hace años sabrán que la relación entre el grupo navarro y RockZone ha sido especial. Siempre digo que es un marrón hacerse amigo de los grupos, porque luego te duele meterles un palo. En el caso de Berri Txarrak nunca me he encontrado con ese dilema. Tanto en sus discos como en sus conciertos siempre han mostrado un nivel altísimo. Y si han ocupado hasta cuatro veces nuestra portada y los hemos destacado entre lo mejor de cada año ha sido por sus propios méritos.
Dos de las cosas de las que me siento más contento de nuestra trayectoria como revista tiene que ver con ellos. Una fue la portada compartida con Touché Amoré, cuando logramos reunir a ambos grupos en Los Ángeles. La otra, la edición especial en euskera, cuando publicaron el triple Denbora Da Poligrafo Bakarra, para celebrar su 20 aniversario. Si modestamente hemos contribuido a que su música llegara a más gente, ni que sea una persona, nos damos por satisfechos.
Si no me falla la memoria, la primera vez que los vi en directo fue en diciembre de 2002 en la desaparecida sala KGB de Barcelona, como uno de los grupos invitados en una de las giras que en aquella época montábamos con la marca Eastpak. Llegaron súper tarde a la sala y no pudieron ni probar sonido, y aun así, arrollaron al resto de grupos.
De ese momento, empezamos a mantener una relación distinta a la típica de periodista/músico, en especial con Gorka y Aitor, su batería durante tantos años. Luego llegaría David, y, al final, ha sido con él con quien más se han estrechado los lazos.
Con ellos he compartido conciertos y festivales, cervezas, fiestas, ensayos, desayunos, comidas y cenas; conversaciones sobre política, música y depilación testicular, y, hace poco, hasta una boda. Incluso llegaron a colarse en mis sueños. Sí, sí. Una noche tuve una pesadilla en la que me invitaban al escenario para tocar ‘Only In Dreams’ de Weezer (por quienes comparto mi fanatismo con Gorka) y yo no encontraba dónde enchufar mi guitarra. Qué alivio al despertar…
Y nunca podré agradecerles lo suficiente que tocaran, sin pedir nada a cambio, en la fiesta para conmemorar nuestro número 50 como banda sorpresa. Verlos dándolo todo en el pequeño escenario del Rocksound Bar fue inolvidable. A un grupo también se les puede juzgar por la gente de la que se rodea, y hasta en eso lo han hecho bien.
Reconozco que cuando Aitor se fue, en 2010, pensé que Berri Txarrak nunca serían lo mismo. Es muy difícil que un grupo tire adelante y mantenga su esencia cuando sólo queda uno de sus miembros originales. Y al principio Galder me parecía que tocaba demasiado a piñón y le faltaba el groove de Aitor. Pero al poco tiempo, las piezas se ajustaron y se convirtieron en una máquina imparable. Su último concierto en Razzmatazz fue el mejor que les he visto nunca.
A muchos, a mí el primero, puede sorprender el momento que han escogido para hacerlo, cuando parece que están en su momento más alto, después de haber publicado Infrasoinuak, uno de sus mejores discos y de haber reunido a 10.000 personas en Bilbao.
Pero leyendo esta mañana el comunicado de Gorka, tan sincero como sus letras, entiendo perfectamente que hayan decidido parar. Es muy difícil mantener la pasión viva durante 25 años y más cuando el peso de tirar un proyecto adelante recae, en gran parte, en sus espaldas.
Pese a todo, siempre hace falta recordar que, sea una banda, sea un trabajo, sea una relación, el final de algo es siempre el principio de algo. Quedémonos con eso.