De manera muy astuta, en Bremen No Existe Biznaga ha hecho de la melodía su Caballo de Troya para descargar la misma rabia, desolación y mala baba que vienen exponiendo desde sus inicios, pero inyectándolas en caramelos envenenados. Desde que arranca con ‘Líneas De Sombra’ hasta que llega al clímax final con ‘Una Historia De Fantasmas’, su cuarto álbum no da tregua.
Si en sus primeros discos su mensaje muy acorde al ‘No Future’ del punk venía revestido de crudeza, oscuridad y una actitud combativa, aquí lo han camuflado en unas canciones musicalmente más luminosas. La distorsión ha bajado unos grados, la voz aparece más clara, y sin perder ni un gramo de su energía lo han impregnado todo de un espíritu más pop que recuerda a la cara más amable The Cure o The Replacements. Como si se hubiesen conjurado para hacer un disco lleno de hits, Biznaga no se han cortado a la hora de crear estribillos que parecen ser diseñados para ser coreados en los conciertos, y punteos de guitarra que son igual de pegadizos.
Es difícil pensar que temas como ‘Contra Mi Generación’, ‘Domingo Especialmente Triste’, o ‘Madrid Nos Pertenece’ no vayan a ser adoptados como himnos por todos aquellos que ya no aspiran a vivir mejor que sus padres, sino simplemente a sobrevivir en un entorno cada vez más hostil por culpa del mal llamado liberalismo.
Atizando tanto a aquellos que no supieron, o no quisieron, hacer una transformación real de un país que salía de 40 años de dictadura, si algo valida su discurso es que la mayoría de dardos van directamente dirigidos a su propia generación. Versos como «Te arreglan el mundo de madrugada/ C. Tangana de fondo; latas y gramos de farla/ Y desde la comodidad de su sofá, muy pedo ya/ Citando a tal, citando a cuál, se citan a sí mismos», «Ahora que tenemos treinta y tantos/Que no nos une el amor, sino el espanto/La euforia es el disfraz de la desafección/ Y dura lo que dura un vídeo de TikTok» o «Nosotros somos el puto virus, nosotros somos el puto cáncer, somos el bicho que hay que erradicar» no dan lugar a equívocos y articulan lo que muchos pensamos construyendo un retrato sin filtros de nuestras miserias.
Decir que es su mejor disco, en el fondo sería desmerecer sus trabajos anteriores que ya eran buenísimos, pero por su accesibilidad Bremen No Existe sí que es una invitación con los brazos abiertos a entrar en su mundo. Si no las hecho todavía, no la rechaces porque como cantan en ‘La Escuela Nocturna’, «la noche es nuestra y el día de los demás».
JORDI MEYA