Desde hace unos pocos años, algo oscurísimo repta por las calles de Denver, Colorado. Una auténtica maldición negra, si nos atañemos al nombre por el que responde la criatura que nos ocupa, pero que también podría acudir a nuestro encuentro si pronunciamos vocablos como Blood Incantation o Spectral Voice. Y es que tiene mucho mérito, el 2024 de esta ciudad, porque sus tres discos más destacados de este curso sin duda capitalizarán todo top mundial de la prensa seria.
Antinom de Khemmis a la batería, Jonathan Campos de Primitive Man a la guitarra, y Eli Wendler de Spectral Voice la otra guitarra y voz. Temible confabulación que ya nos dejó pálidos con su debut Endless Wound, una de las más pavorosas demostraciones de malevolencia sónica que legó el año 2020. No está claro si Morris Kolontyrsky de Blood Incantation y Spectral Voice participó al bajo, pero el ahora trío retorna con otro volcán de metal cáustico llamado acertadamente Burning In Celestial Poison.
Arthur Rizk vuelve a desplegar su magia en la producción y el master para que la segunda obra de Black Curse cimiente aún más la personalidad corrosiva del combo. El micro, tiránico, supura miasma azabache, empecinado en disolver en ácido sulfúrico cualquier cuerda vocal, y los riffs de los estadounidenses se arremolinan enfervorecidos en torno a emanaciones semicorpóreas, siempre dañinas, que arrancan piel, carne y hueso con unas zarpas que tienen en los continuos solos y punteados su principal baza.
Brazos extendidos para recibir este diluvio de mortandad divina, y cinco canciones de acero pesado, la mayoría de longitud psicópata, para dinamitar la frontera entre realidad y ficción.
45 minutos que inciden en su ideal maníaco, que exploran el fanatismo extremo, y que una vez más demuestran, con su carácter ceremonial, que no hace falta consagrarse únicamente al blast para lograr un efecto devastador en nuestras mentes. Cuando los tambores de ‘Flowers Of Gethsemane’ anuncien la ofensiva final, se te erizará el vello. Y lo peor es lo que Black Curse consiguen despertarte… Un apetito sadomasoquista que desconocías, que habitaba enterrado en tu interior, y que te exigirá repetir una y otra vez de este tormento obsesivo, cruel y delicioso.
PAU NAVARRA