Siguiendo la dinámica del ya lejano Daily Ritual de 2019, Blowfuse vuelven a azotarnos con The 4th Wall. Tras varios años creciendo en relevancia, y una vez superada la pandemia y un cambio en la formación, ha llegado el momento de volver a poner el motor en marcha. Después de dejarnos degustar cuatro pistas de adelanto, las ganas de echarle el diente a todo el disco eran grandes.
Esta vez los barceloneses no se han aventurado a trabajar con productor extranjero y han contando con Jordi Solé, Xavi Escribano y Gerard Rigau tanto para las labores de producción como ingeniería, constatando que a estas alturas no hace falta salir de casa para conseguir un sonidazo.
El skate punk del que tanto amor profesan sigue siendo la piedra angular de Blowfuse, pero, como han venido haciendo desde el principio, también les gusta juguetear con influencias de las bandas que moldearon los noventa. Como era de esperar, The 4th Wall es un disco ideado para hacer disfrutar al oyente, permitiéndole viajar tres décadas atrás en el tiempo, calzarse esas Vans destripadas y hacer rodar la tabla por el asfalto. Pero no es un disco que apele simplemente a la nostalgia de quienes jugaban a Tony Hawk Pro Skater.
Al igual que The Offspring o Billy Talent antes que ellos, Blowfuse parten de la energía del punk rock, pero no tienen miedo de rebasar sus límites coloreando las canciones con mucho pop (irresistible ‘No Matter What I Do’), algo de crossover funk (‘Wish’) y unas guitarras elaboradas que no se conforman con los cuatro acordes de siempre.
En la genial ‘State Of Denial’ o la vigorosa ‘I Give You My Word’, con un riff parecido al ‘Celebrity Skin’ de Hole y un giro melódico en el estribillo brillante, pueden adivinarse más los influjos de otras bandas, pero en otras como las excelentes ‘Wish’ o ‘Far Away’ suenan básicamente a ellos mismos. Lo que podría parecer un popurrí inconexo, Blowfuse logran encajarlo para crear piezas muy dinámicas, pegadizas y divertidas.
Vuelven a trabajar notablemente con las melodías, dejando el poderío de las canciones en los estribillos. Encabezados por el siempre acertado Óscar Puig tras el micro, un elemento diferencial es la musicalidad de la base instrumental. La entrada al bajo en ‘Move On’ de Víctor Mañas (que dejó el grupo tras la grabación) es un acierto inmenso y los solos de guitarra de Albert Requena de Crisix en ‘Fade Into The Dark In The 4th Wall’ y ‘Enjoy The Ride’ también dejan claro su buen gusto a la hora de invitar a colaboradores.
El cuarteto sigue viviendo con alegría su trabajo; es algo que podemos entrever en sus canciones y sobre todo en sus conciertos. Combinando directos arrolladores con discos tan disfrutones como este, así como una actitud siempre cercana y afable, los barceloneses nos tienen más que conquistados.
BETO LAGARDA