Podría parecer una contradicción que Bob Mould haya grabado uno de los discos más optimistas de su carrera en una ciudad fría y más bien gris como Berlín. Pero fue allí donde el ex líder de Hüsker Dü y Sugar reencontró las ganas de vivir tras unos años en los que tuvo que lidiar con la muerte, primero, de su padre y luego de su madre.
En su ambiente bohemio y su animada oferta nocturna encontró la inspiración para escribir una nueva tanda de canciones que contrastan con el carácter taciturno de sus dos últimos discos, Beauty & Ruin (2014) y Patch The Sky (2016). Para su decimotercer trabajo en solitario, Mould ha vuelto a contar con el bajista Jason Narducy y el batería Jon Wurster (Superchunk) como viene haciendo desde 2012, año en el que decidió volver al rock después de sus jugueteos con la electrónica.
Es evidente que en ellos ha encontrado los compañeros ideales para solidificar otro power trio, su formato favorito, pero también que aquí ha querido aliñar su sonido eléctrico con arreglos de cuerda que acentúan un espíritu más pop en el tema que da título al álbum, ‘Irrational Poison’ o la exultante ‘Western Sunset’ que cierra el disco por todo lo alto. Las trepidantes ‘What Do You Want Me To Do’, ‘Sunny Love Song’, ‘Thirty Dozen Roses’ o ‘I Fought’ recuerdan mucho a su etapa con Sugar, al igual que un medio tiempo tan característico como ‘Sin King’, que ya hemos oído otras veces, pero que siempre funciona.
Una inesperada versión de ‘Send Me A Postcard’, el hit de los 60 de los holandeses Shocking Blue, y la acústica ‘Camp Sunshine’ redondean otro notable disco dentro de su imprescindible catálogo. El jefe no falla.
JORDI MEYA