Si hace diez años me hubieran dicho que un disco firmado por Brian Fallon me hubiera provocado la más inmensa de las indiferencias, jamás lo hubiera creído. Imagino que al igual que yo, por aquel entonces muchos jóvenes veinteañeros teníamos a The Gaslight Anthem por una de nuestras bandas favoritas y considerábamos a Fallon poco menos que un ídolo.
Pero desde la abrupta separación del grupo en 2015, el de New Jersey parece haber perdido completamente el rumbo de su carrera. Y lo que es aún peor: no parece importarle lo más mínimo convertirse en un artista totalmente irrelevante en el panorama actual. A los hechos me remito.
Su trayectoria en solitario no empezó nada mal con un más que digno Painkillers que recibió buenas reseñas. Parecía un inicio prometedor. Sin embargo, el auto sabotaje que perpetró haciendo coincidir la salida de Sleepwalkers con el anuncio de una breve reunión de The Gaslight Anthem (forzada y sin ningún tipo de sentido más allá de hacer caja por el décimo aniversario de The 59′ Sound), provocó que su ya de por sí irregular segundo álbum pasase prácticamente desapercibido.
Por si fuese poco, tras haber publicado el insulso Local Honey la pasada temporada y ahora que todo el mundo se está poniendo las pilas en sacar nuevo material para salir de gira en 2022, Brian ha decidido que la mejor forma de continuar su carrera no es otra que editar un disco de himnos religiosos y villancicos. Pero vamos a ver… ¡¡¡¿¿¿en qué demonios está pensando este hombre???!!!
Más allá del rechazo que puedas sentir hacia este tipo de trabajos navideños (cosa que a los yankees parece que aún les chifla), hay que asumir de entrada que uno no puede enfrentarse a Night Divine esperando encontrar algo que ayude a animar el ambiente en la próxima cena de Nochebuena. Aquí Fallon se ciñe al guión y nos ofrece revisiones completamente innecesarias de clásicos tan trillados como ‘Amazing Grace’, ‘The First Noel’ o ‘Silent Night’. Todo con unas interpretaciones previsibles y aburridas. Si con ese tono susurrante lo que pretende es mandarnos a la cama antes de que llegue Papa Noel, desde luego que lo consigue
Apenas ‘Virgin Mary Had One Son’ y ‘Angels We Have Heard On High’ son capaces de captar nuestra atención cuando tira de arpegios acústicos, recordándonos brevemente a cuando los Gaslight se ponían folkies. Tan solo se trata un mero espejismo, porque este disco tiene el mismo interés que su carrera en solitario: absolutamente ninguno.
Siento tener que ser así de duro con alguien que en el pasado me regaló incontables horas de felicidad con su música, pero si cuando abandonó su banda madre el objetivo era el de ponerse a la altura de cantautores contemporáneos como Jason Isbell, Ryan Bingham o Nathaniel Rateliff, ya puede ir espabilando o va a seguir chupando rueda durante muchísimo tiempo.
GONZALO PUEBLA