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Bright Eyes – ‘Down In The Weeds, Where the World Once Was’

Vuelve a situarlo en ese pedestal del que parece que sea imposible que caiga.

Hacía diez años que Connor Oberst no grababa bajo el nombre de Bright Eyes, junto a sus fieles colaboradores Mike Mogis y Nate Walcott, pero escuchando Down In The Weeds, Where the World Once Was bien podrían haber pasado sólo unos meses desde que publicaran su último álbum, The People’s Key.

Entre uno y otro, Oberst ha lanzado discos en solitario, con su banda punk Desaparecidos y, el año pasado, el magnífico debut de Better Oblivion Community Center, su proyecto folk con la cantautora Phoebe Bridgers. Pero elija el formato que elija, su personalidad siempre trasciende los accesorios que le rodean. El de Omaha tiene la increíble habilidad de cantar prácticamente la misma melodía con la misma cadencia y que siempre resulte atractivo. En un estilo totalmente distinto, es algo parecido a lo que ocurría con Lou Reed; su potencia está en su delivery más que en su técnica o en las notas que elija.

Aunque haya ido alejándose del emo folk de raíz americana para pintar sus canciones con arreglos más barrocos y cósmicos, o que haya fichado a Flea como bajista en varios temas, ese factor humano sigue siendo lo más esencial. Por eso da igual si suena más grandilocuente como en ‘Dance And Sing’ o ‘Comet Song’, más íntimo como en ‘Hot Car In The Sun’, o más frío y electrónico como en ‘One And Done’ o ‘Pan And Broom’, la voz de Oberst sigue transmitiendo melancolía, inquietud y perplejidad ante un mundo que se nos escurre de las manos.

Igual de permanente es su talento para escribir buenísimas canciones. ‘Mariana Trench’, ‘Stairwell Song’, ‘Tilt-a-Whirl’, inspirada en la muerte de su hermano, o ‘Calais To Dover’ vuelven a situarlo en ese pedestal del que parece que sea imposible que caiga. Abre una botella de vino, enciende una vela, y entra en su madriguera.

JORDI MEYA