A sus 73 años y con un catálogo repleto de clásicos (por algo Sony le pagó 500 millones de dólares para comprarle los derechos), Bruce Springsteen se ha ganado la libertad de hacer lo que dé la gana. Faltaría. Pero de la misma manera, también nosotros la tenemos para opinar si sus decisiones nos parecen las más adecuadas o no.
Cuando hace unos meses empezó a correr el rumor de que había grabado un disco de versiones de soul, la idea ya no me hizo ni pizca de gracia. Que Springsteen dedicara su tiempo a un proyecto que le pone en esa liga de grandes artistas, ahora irrelevantes, como Rod Stewart o Van Morrison, no me hacía especial ilusión, y menos cuando se confirmó que se grabó durante el confinamiento con el productor Ron Aniello haciéndose cargo de toda la base instrumental a la que posteriormente se añadieron vientos, cuerdas y coros. Y como sospechaba ese es el mayor handicap del álbum.
Si por algo se caracteriza la música soul, al menos la buena, es por grandes interpretaciones vocales y la vitalidad de las instrumentación, y aunque Bruce hace un buen papel, la música suena excesivamente estéril y sin pegada. Todo lo contrario de lo que ocurría en Letter To You. ¿Es agradable escuchar temas como ‘Nighshift’, ‘Any Other Way’, ‘When She Was My Girl’ o ‘Soul Days’ como música de fondo? Sí, pero de alguien de su talla hay que esperar algo más.
Hay que agradecerle que al menos el repertorio no sea excesivamente populista (no esperes escuchar ‘Respect’ o ‘Knock On Wood’), y haya rescatado algunos temas de artistas que son desconocidos por el gran público como Jackie Shane, William Bell, Jimmy Ruffin, pero el resultado es un disco de versiones de soul al que precisamente lo que le falta es más alma.
Quizá si se hubiera lanzado como un disco sorpresa como regalo de los fans para Navidad, este divertimento podría tener su gracia, pero la maquinaria promocional con el que ha llegado juega en su contra, y todavía más a pocos meses de que, por fin, arranque su gira con la E Street Band. Bruce, déjate de tonterías y lanza Tracks 2 de una puñetera vez.
JORDI MEYA