A veces siento un poco de frustración por las bandas actuales, especialmente por las de metal. Van sacando discos, cada dos o tres años, pero prácticamente ninguna consigue dar ese salto definitivo al que aspiran. Los galeses Bullet For My Valentine ejemplifican como ninguna esta sensación de estar nadando permanentemente para quedarse en el mismo sitio.
Está claro que muchos grupos envidiarían estar en su situación -no es poco lo que han conseguido-, pero tengo la sensación que artísticamente, siete discos después, el grupo no ha conseguido ir mucho más allá del impacto inicial que tuvieron con su debut Poison en 2005. De acuerdo, tocan en salas más grandes y han escalado posiciones en los festivales, pero ¿cuándo es la última vez que alguien os ha dicho si habíais escuchado su último disco porque era flipante? Pues eso.
Las declaraciones previas al lanzamiento de su nuevo álbum decían que iba a ser su disco más heavy y cañero en mucho tiempo. Desde luego, después de Gravity (2018) no era muy difícil cumplir la promesa, y en eso este homónimo cumple. Los riffs de ‘Parasite’, ‘Shatter’, la thashera ‘Paralysed’, son enormes, y recuerdan a lo que en un momento dado podrían ofrecernos Machine Head. Por otra parte, han recuperado los solos de guitarra, totalmente ausentes en su anterior trabajo, con un Michael «Padge» Paget exhibiendo toda su pirotecnia en ‘My Reverie’ o ‘No Happy Ever After’, y en ocasiones Matt Tuck suelta algunos gritos rabiosos que les hacen ganar puntos.
Pero el problema del disco, y diría que de sus discos en general, es que nunca acaban de ir a por todas de verdad. Tomemos como ejemplo el último corte, ‘Death By A Thousand Cuts’. Arranca de miedo, pero a la primera de cambio te mete unos efectos en la voz, y luego un estribillo melódico donde pierden todo lo que han conseguido. Naturalmente no tengo nada en contra de las melodías, pero no creo que sean su fuerte, y a menudo resultan muy genéricas.
De la misma manera, la producción de Carl Brown incurre en el error de muchas producciones actuales. Todo está tan cuadriculado y procesado que le resta humanidad. Me imagino que es lo quieren sus fans, pero también lo que echa para atrás a quienes potencialmente podrían serlo. Estoy convencido de que Bullet For My Valentine tienen un gran disco de metal en su interior, solo se trata de que algún día se atrevan a sacarlo sin medias tintas.
DAVID GARCELL