Cabestro era algo así como una leyenda urbana en Catalunya. Se sabía de su existencia desde hacía mucho, mucho tiempo, pero el combo no parecía tener ganas de mostrarse aún por estos mundos de Dios. De hecho, hasta que su vocalista Fiar no se puso en contacto conmigo para ciertos tejemanejes, no tenía ni idea de quién formaba parte del proyecto.
La sorpresa fue mayúscula, porque además de la cara más visible de Foscor para las letras y las notables voces (joder, ¿cuántos registros tiene este hombre?), el grupo cuenta con dos Vortice, Pere a la guitarra y Alex al bajo, Gorka Dresbaj a la otra guitarra y producción, e Ivan de Moksha, Greus y X-Milk para la batería. Si su plantel ya promete, el resultado supera cualquier expectativa. Conceptualmente Cabestro se enmarcan en la sátira de la crónica negra de este país casposo y sin remedio, hurgan en la costra de la fétida cultura de masas hispana, pero que lo realicen sobre una trepidante base de grindcore y crust es lo que acaba por convertirlo en un producto altamente volátil, divertido y voraz.
Son como unos Brujeria de lo nuestro, pero con sonido moderno y demoledor, bebiendo y mucho de los primeros Terrorizer y con referentes como Brutal Truth asomando la cabeza de vez en cuando. Es complicado mantener la compostura ante pepinazos como ‘El Arropiero’, y ya no digamos ante el trallón desplegado en ‘La Santa Muerte’ o esa ‘Tiembla’ sin compasión. Ojalá decidan darle continuidad.
PAU NAVARRA