Si un nuevo trabajo de Conan te parece ligerito, una de dos: o tu cerebro está tan frito que una sesión con ellos ya te resulta indolora, o en esta ocasión no han estado todo lo inspirados que deberían. A ver, seamos sensatos: la primera opción es totalmente plausible, pero esta vez creo que se trata de lo segundo.
De inicio llama la atención su apuesta descarada por el sludge en ‘Prosper On The Path’, algo que se observa sobre todo en las voces de Jon Davis, aunque ya en ‘Eye To Eye To Eye’ empiezan a cavarte una profunda tumba a base de doom. Si me lo preguntan, considero que a este tema le faltan un par o tres de vueltas para acabar de joderte el tarro, para mandarte al psiquiátrico de una vez por todas. Es de lo mejor del plástico, pero no remata. Para sorpresón, ‘Paincantation’, un estallido grind a toda hostia de 54 segundos que no sabes muy bien a qué viene. Pues vale… Pasamos a ‘Amidst The Infinite’ y, ahora sí, satisfacción plena. Temazo que resulta, éste. ‘Volt Thrower’ (buena ahí…) presenta un cabalgar algo High On Fire, tiene su qué, mientras ‘Vexxagon’ busca la rendición a base de asfixia.
El cuarto álbum de los ingleses mejora conforme van pasando los cortes, cuenta con un colofón tan pavoroso como ‘Eternal Silent Legend’, pero no he podido evitar pensar que Conan pueden dar muchísimo más que estos escasos 35 minutos maquillados con unos pocos cortes extra en vivo. Hay que darle más al coco, peña… Con algún otro largo porrazo de los vuestros seguramente habríamos tenido un disco más memorable.
PAU NAVARRA