FECHAS: 20, 21 Y 22 DE JUNIO DE 2024
LUGAR: RECINTO DE MENDIZABALA (VITORIA-GASTEIZ)
PROMOTOR: LAST TOUR
Festivales en España hay muchos (tal vez hasta demasiados), pero podríamos contar con los dedos de una mano los que permanecen en la brecha tras más de dos décadas y con una afición tan fiel como la del evento vitoriano. En cuanto se dan a conocer las fechas para la siguiente edición, cada cual negocia en el trabajo y con la familia para reservar ese penúltimo fin de semana de junio. Es una máxima sagrada: al Azkena Rock Festival se va y punto. Con eso no se juega.
Este 2024 ha estado marcado principalmente por el clima. Siempre es una incógnita saber si tendremos que echar el paraguas y el chubasquero en la maleta y esta vez han sido nuestros mejores aliados. Especialmente la jornada del jueves en la que la lluvia se cebó con el público durante las primeras horas. Por suerte, no fue a mayores e incluso el viernes disfrutamos de un día completamente despejado.
En cuarto al cartel, tampoco se libró del tradicional debate en foros y barras de bar. Para algunos, la programación del viernes era tan completa que eclipsaba la del resto de días (a pesar de que la última jornada depararía varias y agradables sorpresas). También la inclusión de ciertas bandas fue objeto de polémica, aunque la media de edad de los cabezas de cartel bajara considerablemente si lo comparamos respecto a años anteriores. Nunca llueve a gusto de todos (y esta vez menos), pero de lo que no cabe duda es que volvimos a vivir tres días de buena música en un ambiente inmejorable con una organización que volvió a pasar la prueba con nota.
JUEVES 20
Entre dejar nuestro equipaje en el hotel, recoger las pulseras y una lluvia que no parecía dar tregua, tardamos en acercarnos al recinto para la primera jornada, sacrificando el ver como Brigade Loco y Whispering Songs daban el pistoletazo de salida. De modo que nuestro primer objetivo era cazar a Ty Segall. Al californiano le tocó salir en el momento más difícil ante un puñado de valientes que resistían bajo el aguacero. Su repertorio basado en el reciente Three Bells del que cayeron ‘Void’, ‘Hi Dee Dee’, ‘My Best Friend’, ‘My Room’ o ‘Denée’, fue de menos a más. Picoteó entre su extenso catálogo recuperando ‘Girlfriend’, ‘Melted’ y ‘My Lady’s On Fire’ como momentos destacados, pero entre lo frío del ambiente y una actitud algo distante, no acabó de rematar la faena. Con un bombazo de la talla de ‘Feel’ como colofón, quizás las sensaciones hubieran sido otras.
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El cielo por fin nos dio un respiro cuando nos acercamos al escenario Respect. Ahí nos esperaba un Carlos Tarque que sí supo hacernos entrar en calor. El cantante de M-Clan cogió el manual de hard rock y con la protección de La Asociación Del Riff, liderada por el omnipresente Carlos Raya, se dispuso a ofrecer una clase magistral de cómo se juega a esto. Alguno todavía tendrá la imagen de los murcianos como una banda excesivamente amable y comercial, pero Tarque supo dejar claro de dónde viene. Sus dos volúmenes en solitario beben mucho de AC/DC, Led Zeppelin y demás grandes nombres de los 70’s que todos conocemos. Homenajeó la vertiente más dura de The Beatles mediante ‘Helter Skelter’ y adaptó a su manera el ‘Evil’ de Cactus. Títulos como ‘El Diablo Me Acompañará’, ‘He Vuelto Para Veros Arder’ o ‘Dónde Nace El Rock & Roll’ justifican por sí solos esta nueva aventura de una de las voces más reconocibles de nuestro rock.
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Al ser anunciado el show de Jane´s Addiction, todos los que vivimos en tiempo real la eclosión y posterior explosión de la banda de Los Angeles, nos acordamos de la enorme importancia que tuvo su música para algunos de nosotros. Probablemente, ellos fueron de los últimos grupos capaces de sorprender a la gente con una propuesta tan atractiva como rompedora. Eran peligrosos, cautivadores y absolutamente originales. Tras su disolución, ninguna de las intentonas de regreso fue enteramente satisfactoria, por no decir directamente que algunas fueron incluso sonrojantes.
Esta vez estarían los cuatro originales y eso se antojaba como algo básico. Juntos crearon magia, y la personalidad y talento de esas cuatro figuras fueron las responsables de que la música de Jane´s Addiction fuera algo tan especial. La salida con ‘Up The Beach’, ‘Whores’ y ‘Pigs In Zen’ fue fulgurante y enseguida nos dimos cuenta de que el nivel de complicidad entre Dave Navarro, Stephen Perkins y Eric Avery estaba intacto. Ese intrincado y oscuro entramado sónico sonaba glorioso, contundente, terriblemente arrebatador. Luego, claro está, teníamos a Perry Farrell. De todos los ingredientes básicos, su voz era lo que más frágil sonaba, pero su carisma de chaman diabólico y su presencia era imponente. Con ‘Ted, Just Admit It…’ tuvimos la impresión de estar ante esa formación inusual, arriesgada y seductora de finales de los ochenta, cuando habían puesto del revés toda la escena. Han pasado más de treinta años pero no lo parecía. Allí estaban construyendo con igual maestría esas hipnóticas notas de ‘Jane Says’, ‘Ocean Size’ o ‘Ain´t No Right’. Vi lágrimas en los ojos de algunos miembros del público durante la interpretación de ‘Three Days’ y no me extrañó. La sonrisa de Perkins era perenne, así como las miradas de reafirmación entre Avery y Farrell cada vez que Navarro jugueteaba con su palanca, dibujaba alguno de sus hipnóticos riffs, o atacaba esos solos llenos de rabia y elegancia. Hubo pogos, ya lo creo que los hubo. En ‘Stop!’ por ejemplo, y en ‘Mountain Song’ y ‘Been Caught Stealing’. Pero también hubo momentos de sublime comunión como en ‘Summertime Rolls’ o esa preciosidad llamada ‘Then She Did’. No solo cumplieron, lograron ofrecer uno de los mejores shows de la historia del festival, y eso es decir mucho.
Parecía que el segundo escenario apostaba la noche del jueves por los sonidos setenteros. Seguramente Bonafide han arrastrado durante toda su carrera la mala suerte de coincidir en el momento que Airbourne irrumpieron a lo grande con Runnin’ Wild. El cuarteto de Malmö es una de esas formaciones de toda la vida curtida a base de chupar kilómetros, acabar con las existencias de priva de cualquier garito y tener a los hermanos Young en un pedestal. Con esas premisas, lo que ponen encima de la mesa es un sota, caballo y rey bien ejecutado, pero poco impresionable. Con todo el pescado vendido, era hora de retirarse a reservar fuerzas.
VIERNES 21
El viernes nos saludó con un cielo despejado más que bien recibido. La mejor de las noticias para un día que iba a suponer una verdadera gymkana yendo de un escenario a otro. Antes, hicimos la obligada visita a la Plaza de la Virgen Blanca y el tradicional concierto al mediodía. La experiencia azkenera no está completa si no vives alguno de estos bolos dónde se respira una atmósfera de fiesta grande. Allí presenciamos el delicioso concierto de Lisa And The Lips. Entre cervezas y vermuts, el soul rock de Lisa Kekaula de The Bellrays y sus chicos nos entró de maravilla. Siempre es un placer rencontrarse con la maravillosa voz de esta gran mujer. Hacía mucho tiempo que no giraban y sin embargo acometieron su repertorio con la solvencia e intensidad de siempre. Nunca fallan y me conmovió la emoción que me expresó por el hecho de poder ver al día siguiente a la Reina Mavis Staples: “Ese concierto sí que será grande. Nosotros solo somos aprendices a su lado”.
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A primerísima hora de la tarde Anxela Baltar y Violeta Mosquera se disponían a asaltar el God ante un respetable con ganas de empezar fuerte el segundo asalto. Me encanta lo que sale de los altavoces cada vez que pincho a Bala en mi casa o mientras voy por la calle con los auriculares a todo trapo, pero todavía tiene que llegar el concierto en el que las vea capaces de trasladar su propuesta de manera fiel sobre un escenario. Ya son varias veces en las que siempre termino detectando los mismos puntos flacos: exceso de revoluciones, sonido tosco y poco definido… Es una lástima porque misiles como ‘Equivocarme’, ‘Prisas’, ‘Agitar’ y ‘Quieres Entrar’ bien merecerían una interpretación a la altura de una banda de su nivel. La incorporación de Bonnie Buitrago de Nashville Pussy les dio mayor empaque durante el segundo tramo, especialmente con esa ‘Territorial Pissings’ de Nirvana inamovible en su repertorio. Sigo esperando por ese bolo en el que terminen de convencerme, pero al menos nos limpiaron las telarañas de la noche anterior a más de uno.
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Quienes sí salieron enchufados fueron Ezpalak. Los guipuzcoanos se desquitaron de su cancelación a última hora de la pasada edición con un bolo eléctrico y contagioso. Su post punk de nuevo cuño parece cada vez mejor ensamblado y con un Juanjo Berasain rasgando garganta cual papel de lija se vengaron triunfales delante de una afición madrugadora. Vaciándose con ‘Zatoz’ e ‘Itzala’, certificaron porque se les empieza a ver como una de las grandes apuestas del rock euskaldún contemporáneo.
A quién hay que empezar a tomarse muy en serio es a La Perra Blanco. No es casualidad que haya dado el salto del Trashville al Love en apenas un par de años. Más aún si atendemos a que el tercer escenario estaba hasta arriba para verla. La respuesta de Alba Blanco estuvo a la altura tirando de desparpajo y unos acompañantes (ahora cuarteto con la incorporación de un saxofonista-teclista) que son pura dinamita. Con su flamante Get It Outcomo principal motor, la joven gaditana se coronó como la reina del rockabilly patrio además de dejar para la posteridad una de las imágenes de la jornada cuando bajó a la pista acompañada de su contrabajista para armar la fiesta entre los asistentes. Sus canciones (‘What Is Wrong With You’, ‘You Can Touch My Back’, ‘Rock Me Babe’, ‘New Lover New Sweetheart’) tratan sobre el mal de amores, pero con conciertos así es difícil no quererla.
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Barry Adamson fue una pequeña decepción. Algunas de sus últimas referencias son más que interesantes y había ganas de disfrutar de esa bonita fusión entre blues y soul en uno de los escenarios grandes. No fue lo esperado. Tener enlatado en un Ipad toda una sección de metales y demás arreglos no es lo más adecuado. La ausencia total de voces y que la banda solo contara con una minimalista base rítmica, tampoco ayudó a que su meritorio repertorio pudiera despegar en algún momento. Fue agradable escuchar piezas tan bonitas como ‘These Would Be Blues’ o ‘The Last Word Of Sam Cooke’, pero sinceramente, esperábamos más. Todo demasiado frio y sin chispa.
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“Este es nuestro tercer concierto en cinco años”, dijo Steve McDonald al poco de salir a escena. Redd Kross, probablemente la banda más disfuncional del mundo, vuelven a lo grande con nuevo álbum, un libro y una gira cuyo aperitivo en nuestro país lo íbamos a disfrutar en el Azkena Rock Festival. Si comienzas con ‘Switchblade Sister’ y ‘Stay Away From Downtown’, ya tienes mucho ganado. Lástima que el bajo de Steve McDonald lo tapara casi todo, incluyendo esas cristalinas voces que son seña de identidad de la banda. Poco a poco se fue arreglando el desaguisado del sonido, mientras el grupo se calentaba más y más. Si ese era uno de sus primeros shows en tanto tiempo, sinceramente, no lo pareció. Sonaron engrasados, contundentes y muy compactos. Para que aquello resultara una experiencia digna de ser recordada, el resto lo puso su repertorio. Un tremendo setlist por el que muchas formaciones matarían y que fue escogido con minuciosa pulcritud. ‘Uglier’ casi la enlazaron con ‘Pretty Please Me’. Se lo pasaron en grande y el público todavía más.
Con ‘Huge Wonder’, Steve bromeó sobre el momento en que su hermano Jeff se fumó un porro y el espíritu de Tony Iommy entró en él componiendo ese monstruoso riff. ‘Annie´s Gone’ fue despojada de su elemento más pop para darle un toque más oscuro que sonó de maravilla, y los momentos de ‘Neurotica’ y ‘Lady In The Front Row’ fueron sin duda de lo mejor del viernes. Antes de eso, ya nos habían puesto sobre aviso de que temas nuevos como ‘Candy Coloured Catastrophe’ o ‘I´ll Take Your Word For It’ podrían llegar a ser pequeños clásicos de esta era. Si son metidos entre dos gemas como ‘Jimmy´s Fantasy’ y ‘Mess Around’ y no desmerecen, es que pasan la prueba. Alguien me comentó que Redd Kross habían sido uno de los nombres por los que se había decidido a viajar a Euskadi y había valido la pena. Totalmente de acuerdo. Hasta la plana mayor de Queens Of The Stone Age y L7 no se lo quiso perder entre bambalinas.
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L7 se presentaban para celebrar el treinta aniversario de su icónico Bricks Are Heavy. Uno no puede evitar pensar en lo rápido que pasa el tiempo. Siempre disfruté de la música de Donita Sparks y sus chicas. Sin embargo, nunca acabé de entender el fanático culto creado a su alrededor. Los años tratan a algunos mejores que a otros y, sinceramente, a pesar del apoyo de un buena parte del público totalmente rendido a los pies del grupo antes siquiera de empezar, el show no acabó de ser lo que se esperaba. La salida sin que el bajo de Jennifer Finch se escuchará lo más mínimo ya fue deslucida. Después se alternaron buenos momentos con otros donde el grupo no pudo nunca alcanzar ese nivel de fuerza que siempre tuvieron. El segmento dedicado a la celebración de Bricks Are Heavy acaparó los mejores momentos del show. Ahí es donde vimos a una Donita más agresiva, casi malhumorada, donde su Flying V escupía un riff tras otro: ‘Shitlist’, ‘Everglade’, ‘Pretend We´re Dead’, ‘Diet Pill’, incluso con otros clásicos como ‘Shove’ o ‘Andres’. Seguían mostrándose afiladas con una actitud impecable, pero el flácido sonido desmejoró un show que podía haber sido antológico y se quedó a medias. La impresión era que ellas querían, pero no podían. Una pena.
Antes de Black Halos, nos daba tiempo a pasar por el Trashville para presenciar algo de histérico show de Les Greene, un tipo al que habrá que seguir. No eran pocos quienes le citaban como una de las grandes sorpresas del festival, con ese perturbado repertorio de puro rock´n´roll primigenio. Lo que pudimos ver nos dejó con ganas de más y de disfrutarlo en un show completo. El tipo sabe cómo montar un buen espectáculo. Imagina una mezcla entre Bo Didley, Little Richard y el primer Elvis. Esos son sus referentes, su suicida actitud hace el resto. Lo dicho, le seguiremos las pista.
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Lo de Black Halos tampoco acabó de cuajar. Y eso que cuando salieron en tromba se preveía algo grande. Que el show estuviera basado en su mejor disco, The Violent Years, nos daba muchas vibraciones positivas. Ahí estaban ‘Some Things Never Fall’ y ‘No Tomorrow Girls’ seguidas y a toda velocidad. Sin embargo, ni la voz de Billy Hopeless ni la guitarra de Rich Jones sonaban como debían. Cuando atacaron ‘Capt Moody’, una buen sector del público se lo estaba pasando en grande, pero seguíamos teniendo esa sensación de sonido deslavazado y carente de esa garra punk glam que tan bien exhiben sus canciones. Seguían cayendo clásicos y aquello no se arreglaba. Que tardásemos un buen rato en reconocer un tema tan potente como ‘Start The Violence’ y que Jones le lanzara una mirada de desaprobación a Hopeless durante el comienzo de ‘50 Bourbon St.’, era la prueba fehaciente de que la banda no estaba nada fina. No es que el sonido no fuera bueno, es que el grupo no estaba encontrando el camino. Cuando ya no esperábamos otra cosa que un show correcto, salió Michael Monroe a cantar un par de temas y todo cambió. La inercia negativa se convirtió en puro fuego cuando Monroe se unió a Hopeless para vociferar las primeras estrofas de ‘Ready To Snap’ empalmando con el ‘3Rd Generation Nation’ de los Dead Boys. En un instante, aquello se convirtió en una fiesta por obra y gracia de Michael Monroe, un tipo que nos regalaría horas después otros de esos momentos para conservar en la memoria.
Desde el momento en que fueron anunciados en el cartel, el debate sobre si Arde Bogotá tenían cabida en el festival ha sido constante. El conjunto cartagenero se ha convertido en la gran sensación del circuito indie nacional con un ascenso imparable. Y claro, estos casos siempre generan sospechas y envidias. La verdad que uno sintió hasta pena viendo cómo se presentaron casi pidiendo perdón por colarse en una fiesta que no era la suya. A pesar de todo, salieron a hacer su trabajo ante la pasividad de una parte del público. Se ve que los chicos tienen tablas, saben sonar compactos y cuentan con un puñado de singles con cierto gancho (‘Clávame Tus Palabras’, ‘Que Vida Tan Dura’, ‘Cariño’, ‘Cowboys De La A3’, ‘Los Perros’), además de encontrar en la figura de Antonio García un frontman que pone todo su empeño en ganarse el favor de los presentes. Hubo guiños a La Plazoleta (el foro del festival) y hasta a Led Zeppelin, pero si me preguntan, viví su paso por el escenario con total indiferencia. No me parecieron mal grupo en absoluto, pero los vi fuera de contexto dentro de un evento con una identidad tan marcada como el Azkena. Aunque siendo justos, cosas peores hemos visto desfilar por Mendizabala.
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De lo que no había ningún atisbo de duda es que Queens Of The Stone Age iban a salir como vencedores absolutos de esta edición. Como esos equipos a los que no les hace falta bajarse del autobús, su triunfo se daba por hecho. La última vez que las Reinas pisaron Vitoria ya eran unas de las grandes formaciones de este siglo, pero es que en la pasada década han subido un peldaño más en su particular escalera hacia la realeza del rock. A los más puretas les seguirá indignado que la mayor parte del setlist vaya destinada a su trilogía reciente (‘My God Is The Sun’, ‘Smooth Sailing’, ‘Sat By The Ocean’, ‘Paper Machete’, ‘Carnavoyeur’) y que las canciones de sus dos primeros álbumes aparezcan a cuentagotas cada noche. A Josh Homme todo eso le da igual. Hace tiempo que acumula un cancionero tan bárbaro que puede permitirse el capricho de ir variando el repertorio concierto a concierto, sabedor que tiene todas las cartas ganadoras en su mano.
Me comentaba un amigo que estos últimos 12 meses son sin duda los mejores que han tenido como banda en directo. Tras verlos hace un año en el Mad Cool y también el pasado noviembre en Ámsterdam no podría estar más de acuerdo. Cada uno tendrá su alineación favorita, pero difícilmente haya existido una tan engrasada y solvente como la actual titular. Todos atacan sus instrumentos con tal ferocidad que el sonido de los amplificadores te acaba engullendo sin dejar ni hueso. A nivel personal, me hubiera encantado cazar una perla como ‘God Is On The Radio’. Por el contrario, me tuve que “conformar” con ‘The Lost Art Of Keeping A Secret’, ‘Burn The Witch’, ‘The Sky Is Fallin’ y una ‘Straight Jacket Fittin’ deliciosamente borrachuza, que no es poco. El truco de colar el ‘Miss You’ de los Stones en ‘Make It Wit Chu’ me siguen resultando magistral por mucho que ya me lo vea venir. La traca final con ‘You Think I Ain’t Worth Dollar, But I Feel Like A Millionaire’, ‘No One Knows’ y la atómica ‘A Song For The Dead’ (díganme una intro de batería mejor para desatar el mayor de los pogos, por el amor de John Theodore), terminaron de abrir las puertas de averno. Pan comido para Van Gaal y su pandilla. Otro día más en la oficina. Vini, vidi, vici. ¿Lo malo? No poder verlos cada mes por aquí.
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Esta vez defendiendo el repertorio de Demolition 23, Michael Monroe volvió a demostrar que no hay nadie como él. Es un tipo especial, de esos que parece indestructible, poseedor del mismo halo de leyenda que monstruos como Iggy Pop, Lemmy o cualquiera de los grandes. Su show fue quizás menos histérico que el que ofreció en solitario hace dos años, pero igualmente se jugó el físico y el de los demás. Su escalada por la estructura lateral casi acaba en tragedia, a Nasty Suicide faltó poco para que le abriera la cabeza con su pié de micro volador, y uno de los monitores acabó encima de un pobre tipo de seguridad después que Monroe enredase los cables y lo hiciera caer. Lo clásico en un concierto de este bendito personaje. ¿Y el repertorio? Impecable. Allí estuvieron presentes en forma de versiones MC5, The Damned, Stooges y, sí, Hanoi Rocks con sorprendentes revisiones de ‘Tooting Bec Wreck’ e ‘In The Year 79’. Todo ello sonando de manera descomunal con unos Nasty Suicide y Sam Yaffa perfectos a la hora de cubrir a un Monroe arrollador. Cada uno tendrá sus momentos favoritos. Yo me quedo con la salida de ‘Nothing´s Alright’ y la anfetamínica interpretación de ‘Hammersmith Palais’. Pero hubo más, mucho más. ¿Cómo olvidar a todo el recinto dejándose el alma en el estribillo de ‘Same Shit Different Day’, los pogos infernales desatados con ‘Scum Lives On’, la fiesta montada en las primeras filas con ‘I Wanna Be Loved’, la cara de homicida de Nasty Suicide al atacar el riff de ‘Dysfunctional’, las carreras de Monroe mientras se reventaba la garganta con ‘Endangered Species”…? Aquello fue ni más ni menos que un show de puro, crudo y grasiento rock´n´roll de alto octanaje, ofrecido por uno de los últimos tipos donde nada, absolutamente nada, es impostado. Todo pasión, actitud y maestría en lo que hace. Demolition 23, como antes Hanoi Rocks o Monroe en solitario, triunfaron por todo lo alto en un Azkena que cerraba la jornada del viernes de la mejor manera posible.
Con la adrenalina por las nubes, nos trasladamos a la carpa para quemar la noche hasta al amanecer. Contaros lo que allí acontece daría para otra crónica aún más extensa que esta, así que lo dejamos para otro momento. Lo que pasa en Trashville se queda en el Trashville.
SÁBADO 22
El último día nos recibió de nuevo con el cielo nublado y algunas tímidas gotas que por suerte no fueron a mayores. Tal vez por ello, o porque la agenda del sábado no pintaba a priori tan atractiva (algo que iríamos descubriendo que para nada sería así según avanzó la jornada) pocos acudieron a la llamada de PI L.T. Los más jóvenes pudieron quitarse al fin la espina de presenciar a una de las bandas de culto del rock alternativo en euskera.
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Se les vio motivados descargando composiciones tan afiladas como ‘Zein’, ‘Jo!’ o la esperada ‘Hil Da Jainkoa’. Su continuidad a futuro parece todavía una incógnita a despejar, pero tanto su mensaje reflexivo contra el sistema y esa suerte de metal con teclados futuristas aún no han caducado a fecha de hoy.
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Como si de un gordo tempranero en el sorteo de Navidad se tratara, nos topamos sin esperarlo con uno de los conciertos definitivos de esta edición. O al menos para un servidor lo fue, ya que más tarde comprobaría que no fueron muchos los testigos de lo que tuvo lugar en el segundo escenario la tarde del sábado. Y es que Glen Hansard llegó como un tapado dentro del cartel y se marchó siendo igualmente uno de los secretos mejor guardados de este Azkena. Acompañado de una banda formidable, el irlandés se arrancó con la delicada ‘Sure As The Rain’. No tardamos en darnos cuenta de que ahí había reunida más clase que en un campus universitario. Pero lo que vino a continuación fue toda una oda a la música.
Ya fuera empuñando la eléctrica o una acústica magullada, Hansard nos atravesó el corazón como solo los tipos con un talento inexplicable son capaces de hacer. A veces recordaba a una suerte de Leonard Cohen al frente de unos Bad Seeds menos góticos, más cercanos, menos amenazantes y, sobre todo, más humanos. Supongo que sus raíces tienen algo que ver con el espíritu jovial con el que se impregnan ‘When Your Man’s Made Up’, ‘Falling Slowly (ambas procedentes de la banda sonora de la oscarizada Once, con la que muchos le descubrieron), ‘Revelate’ de The Frames, su grupo original, o la final ‘The Gift’ con la que se bañó y bailó en cerveza mientras sus compañeros encaraban los últimos compases. Un regalo breve pero intenso de los que dejan huella. De esos conciertos para recordar toda la vida al tiempo que te reconcilias con ella.
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Cuando anunciaron el nombre de Detroit Cobras no sabía muy bien que esperar. Al fin y al cabo, la muerte de Rachel Nagy los había dejado huérfanos con un gran hueco que cubrir. Tampoco pensamos que pudiera haber un sustituto de peso que encajara en su especial concepto. Al final, Marcus Durant, el gigantesco cantante de Zen Guerrilla sería el encargado de llenar el vacío a modo de homenaje, y eso cambiaba mucho las cosas. Su tono punk soul, casa a la perfección con la propuesta de la banda, procede del más oscuro underground y además posee las mismas influencias que el grupo de Detroit. Había que ver que salía de esa unión que, a priori, pintaba muy bien. Detroit Cobras siempre sonaran desordenados y, en ocasiones, casi amateurs, pero eso era parte de su encanto. Atacaron su repertorio de garaje negroide como si no hubiera un mañana sonando de fábula, incluso me atrevería a decir que sin perder parte de esa esencia tan básica. Suenan mejor que nunca. Solo tenías que escuchar la atómica versión que hicieron de ‘I´ll Keep Holding On’ o ese nervioso ‘Cha Cha Twist’. Una grata sorpresa.
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Warren Haynes es el mejor en lo suyo. Su manera de tocar la guitarra es tan elegante, precisa e intensa, que hay momentos en los que piensas que su figura está por encima del bien y del mal. Su trayectoria tampoco admite ninguna duda, y con ese halo de personaje legendario se presentó en Mendizabala para demostrar una vez más, que en lo suyo hay pocos que le pueden hacer sombra. Su puesta en escena, sobria y comedida, no es en ningún momento sinónimo de aburrida, ni mucho menos. El talento de su banda corre casi parejo al del jefe y con esa solvencia y talento, Haynes deja que la música haga el resto. El momento de ‘Soulshine’, por ejemplo, fue glorioso, una maravilla donde su guitarra brilla con fuerza. Siempre he creído que es en estos temas más intimistas donde nuestro hombre saca lo mejor de sí mismo. Algo por supuesto rebatible, porque las interpretaciones de ‘Fire In The Kitchen’ o ‘Man In Motion’ fueron igualmente sublimes.
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Que en pleno 2024, cuando Mavis Staples ya ha cumplido 85 años, podamos ser testigos de un recital de esta bendita mujer, es un privilegio del que tenemos que estar agradecidos. Como el año anterior pasó con Lucinda Williams, fueron muchos los artistas que quisieron pasar a saludar y rendir pleitesía a la gran dama del góspel y del soul. Les Greene, que el día anterior había reducido a escombros el Trashville fue uno de ellos. La Perra Blanco también, y me comentaron que el mismísimo Warren Haynes fue otro de los que quiso pasar a saludarla. Lógico. Su carrera es legendaria e impecable. Ayudada por uno de sus roadies salió al escenario con una luminosa sonrisa en la cara. Su banda ya había iniciado la interpretación de uno de los incunables de Staples Singers, ‘City In The Sky’, y cuando salieron las primeras frases de su boca, nos quedamos admirados del imponente timbre de voz que todavía conserva. Ya sea en su lado más blues, más soul, o más góspel, aquello sonaba de maravilla. Aunque debo reconocer que cuando invocaba el inmenso cancionero del patriarca Pops Staples fue lo que más me emocionó. Sus recuerdos a Chicago y a iconos como Muddy Waters, Buddy Guy o Howlin Wolf se complementaban con sus gritos, jadeos, susurros y las sentidas reivindicaciones sociales de temas como ‘I´m Just Another Soldier’. Porque no olvidemos que además de cantante excelsa, Mavis Staples también ha sido y sigue siendo, una activista por los derechos civiles. Rick Holmstrom atacaba los primeros acordes de ‘Handwriting On The Wall’ y Mendizabala se convertía en una enorme iglesia de rock´n´roll y góspel mientras nuestra protagonista levantaba los brazos al cielo de Gasteiz y arengaba a sus músicos con fuerza. Glorioso. Convirtió el ‘Slippery People’ de Talking Heads en una inmensa pieza de funk descarnado, mientras los aleluya de ‘I Belong To The Band’ consiguió que nos hiciéramos polvo las palmas de las manos. El ritual acabó con otro súper clásico de Staples Singers, ‘Heavy Makes You Happy’, mientras Mavis se marchaba del escenario dejando que sus músicos finalizasen a todo trapo. Absolutamente maravilloso.
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Aunque nunca lo ha llegado a reconocer, la organización del Azkena lleva unos años saldando deudas consigo misma. No fue hasta hace poco que se empezó a dar mayor cabida a artistas femeninas y desde 2018 con Joan Jett a la cabeza, la necesaria presencia de mujeres en el cartel ha ido creciendo de forma exponencial. A la ex The Runaways le han seguido leyendas como Patti Smith, Lucinda Williams o Emmylou Harris. Este 2024 le llegaba el turno a otra figura icónica de los 90. Más de dos décadas llevaba Sheryl Crow sin pisar España y pocas plazas había mejores para desquitarse. Con un aspecto estupendo a sus 62 años, la de Missouri dio un auténtico recital repasando todos sus éxitos. Arropada por unos músicos todoterreno y apostando por el rock en ‘Real Gone’ y ‘My Favorite Mistake’, el americana en ‘Leaving Las Vegas’ o su vertiente más pop con las aclamadas ‘All I Wanna Do’ y una ‘If It Makes You Happy’ que entonó hasta el último miembro de seguridad del recinto, Crow dejó claro porque merece un hueco al lado de los grandes cantautores de la música americana de las últimas décadas. Mientras se despedía con ‘Soak Up The Sun’ y ‘Steve McQueen’, se me pasó por la cabeza que algo similar es lo que tendría que haber sido ese sueño eterno (ahora imposible) de ver a Tom Petty algún día en Vitoria. Más vale tarde que nunca.
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Quién echara en falta una pizca de picante a buen seguro que la encontró en Psychedelic Porn Crumpets. Amigos de fiable criterio me recomendaron encarecidamente que no me perdiera a estos representantes de la nueva ola del rock psicodélico australiano. Y es que en las Antípodas lleva tiempo cociéndose algo muy serio que va más allá de los canguros y Cocodrilo Dundee. El estilo del quinteto de Perth no es el de la navaja multifunción de sus colegas King Gizzard & The Lizzard Wizard, pero su directo guarda similitudes con el de la cuadrilla de Stu McKenzie. Hay menos variedad y tramos menos cerebrales, dado que lo suyo discurre más por la contundencia. Llegaron a desatar uno los pogos más divertidos del fin de semana con ‘Cornflake’ e ‘Hymn For A Droid’. Era alucinante observar cómo iban ensamblando un riff tras otro como si fueran bloques de Lego. La dosis de guitarreo que necesitábamos para mantenernos en pie a esas horas.
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Pero claro, tras un chute suele venir un bajón. Lo que no esperábamos es que se presentara acto seguido. Imagino que en la mente de los programadores contratar a Band Of Horses en exclusiva para Europa este 2024 debió ser una idea espectacular. Sin embargo, fue presentarse en el escenario principal y empezar a desgranar una de las actuaciones como cabeza de cartel más desangeladas que se recuerdan en la historia del festival. Con actitud funcionarial y sonido justito, Ben Bridwell y sus compañeros recurrieron a los principales clásicos de su catálogo, dándole cancha a Everything All The Time (‘The Great Salt Lake’, ‘Weed Party’, ‘The Funeral’) y Cease To Begin (‘Cigarrettes, Wedding Bands’, ‘Islands Of The Coast’, ‘No One’s Gonna Love You’, ‘Is There A Ghost’). A los acérrimos debió parecerles un sueño húmedo, pero a quienes no estaban familiarizados con su propuesta les dejó bastante fríos. Para salir a tocar pasada la medianoche hay que hacerlo con algo más de sangre y ponerte en disposición de que el personal se mueva, no que se retire a medida que van pasando los temas. Nadie pone en tela de juicio que los de Seattle son buenos, pero situarles en un horario estelar no acabó de beneficiarles.
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La barra de energía estaba al borde del KO después de tres días seguidos de conciertos, reencuentros con amistades y fiesta continua. Fue casi milagroso sacar fuerzas de flaqueza para aguantar el cierre que nos tenían preparado All Them Witches. El stoner blues psicodélico de estos muchachos de Nashville no parecía en principio la mejor opción para clausurar otro Azkena memorable. Pero ya fuera por el cansancio acumulado o que su música nos hizo entrar en trance desde la primera nota, consiguieron atraparnos durante más de una hora en la que el tiempo se difuminó. Uno no sabía cuándo acababa una canción y empezaba la siguiente. Disfrutando de un sonido impecable, nos hipnotizaron con ‘Enemy Of My Enemy’, ‘The Marriage Of Coyote Woman’ y una ‘When God Comes Back’ infinita. Cuando menos lo esperabas, te asestaban un riff que te despertaba cual bofetada con la mano abierta. Hubo bis, pero ya sí que el cuerpo no daba para más, de modo que enfilamos el camino de vuelta al hotel. Eso sí, con la mente ya puesta en volver a peregrinar dentro de doce meses a nuestro festival favorito. ¡Gora Azkena!
GONZALO PUEBLA, ANDRÉS MARTÍNEZ