FECHA: 16-18 DE JUNIO DE 2022
LUGAR: RECINTO DE MENDIZABALA (VITORIA-GASTEIZ)
PROMOTOR: LAST TOUR
Cuando el 21 de junio de 2019 los nombres de Social Distortion y Fu Manchu aparecieron anunciados en las pantallas del escenario principal como primeras confirmaciones de la siguiente edición, ninguno llegamos a imaginar que tendríamos que esperar tres años para volver a pisar el recinto de Mendizabala. En todo ese tiempo, el cartel del Azkena Rock Festival ha visto entrar y salir nombres tan potentes como los de John Fogerty, Iggy Pop, Incubus o The Wildhearts que habrían ayudado a hacer más atractivo su 20 aniversario.
Pero si algo juega a favor del festival vitoriano es que, independientemente de quien toque, siempre resulta una experiencia difícilmente comparable a la de cualquier otro evento de formato masivo en España. Lo acogedor de la ciudad sumado a un recinto manejable y sin aglomeraciones, convierten al Azkena en un lugar cómodo y familiar en el que te sientes como en casa desde el primer minuto. De ello dan buena fe unas cifras que rozaron los mejores números de asistencia de toda de su historia, certificando la buena salud del mismo.
Con unos horarios sin solapes excesivamente dramáticos y a pesar del sofocante calor, teníamos por delante tres días para disfrutar de lo que verdaderamente importaba: la música. Y de eso hubo mucho y muy bueno este año.
JUEVES 16
Los elegidos para desvirgar el escenario God presidido por los retratos de Mark Lanegan y Hank Von Helvete de Turbonegro (siguiendo la tradición de homenajear a estrellas desaparecidas en el último año) fueron Dirty Honey. El cuadro angelino venía con la etiqueta de ser el equivalente de Greta Van Fleet cambiando a Led Zeppelin por Aerosmith. Lo cierto es que demostraron tener un pelín más de personalidad propia que los de Michigan. Su rock clásico de toda la vida bebe también mucho de The Black Crowes e incluso se podría citar a Pearl Jam (el riff de ‘Another Last Time’ recordó al de ‘Yellow Ledbetter’). Con semejantes referentes, buen sonido y canciones como su hit single ‘When I’m Gone’, se ganaron el aprobado con nota para empezar el día.
La curiosidad y las buenas sensaciones que nos produjo el último álbum de Morgan Wade, Reckless, hizo que nos desplazáramos directamente hasta el escenario Respect (el cual este año presidían Dusty Hill de ZZ Top y Rachel Nagy de The Detroit Cobras) cuando estaba cayendo el sol de una manera criminal. No fue mala decisión. Su sonido country americana se acercaba tan peligrosamente al pop que no fueron pocos los que desertaron tras unas pocas canciones. Sin embargo, a nosotros su propuesta sí nos convenció de primeras. Temas tan sobresalientes como ‘Last Cigarrette’ o ‘Don’t Cry’ fueron defendidos con soltura y mucha solvencia convirtiéndose en una de las sorpresas de la primera jornada.
Hiss Golden Messenger no son muy prolíficos en Europa a pesar de ser ya veteranos del classic rock americano. Su caso es muy parecido al de Mother Hips, otra formación de largo recorrido a la que le cuesta salir de su radio de acción. Era pues una oportunidad única de comprobar si había buenas razones para toda la atención que están recibiendo. Es evidente su elegancia y poderío, recogen el eterno legado de Grateful Dead y lo llevan un paso más allá. Pero cuando se meten en los terrenos del Dylan más folkie su show comienza a sufrir. Se mostraron pletóricos en temas como ‘Rock Holy’ o ‘Blue Country Mystic’, pero hubo demasiados altibajos cuando se pasaban al folk más reposado. Hace unos años The Sheepdogs en un horario parecido y propuesta similar triunfaron por todo lo alto, Los de Carolina del Norte, en cambio, no acabaron de arrancar.
Habríamos apostado dinero a qué Morgan se convertirían en los grandes triunfadores de la primera jornada. Ya les vimos en 2019 dejando buen sabor de boca y esta vez les tocaba el premio de actuar en el escenario Respect y en horario de máxima audiencia. Por desgracia, lo que tantas veces les hemos visto recrear en espacios más íntimos no llegó a cotas similares en esta ocasión. La banda ha sumado efectivos con el multinstrumentista Gabi Planas y David González (ex-Berri Txarrak, Cobra) al bajo y gracias a su disposición en semicírculo se las apañaron para llenar el escenario. Sonaron e interpretaron de manera correcta ‘Alone’, ‘Roar’, ‘Home’ o ‘Sargento De Hierro’, pero no lograron conectar con un público excesivamente frío y deseoso de meter una marcha más. Esta llegó cuando Nina dejó aparcado el teclado para hacerse con el centro del escenario. Su versión del ‘Bad Little Doggie’ de Gov’t The Mule, ‘Paranoid Fall’ y un cierre con ‘Another Road (Gettin’ Ready)’ ayudaron a salvar un concierto que nos dejo un tanto a medias, la verdad.
Curiosamente con The Offspring sucedió todo lo contrario. Lo de los de Orange County es realmente encomiable, pues en directo son una banda que nunca ha acabado de convencer al 100%. Pero aquí están, más de dos décadas después de su momento estelar arrastrando gente por un tubo. Si hablamos de tickets de un solo día, el jueves fueron ellos los que más vendieron. No hay nada más que decir. A pesar de empezar ‘Starring At The Sun’ con un sonido bastante deficiente o tener a un Dexter Holland justito de voz, nada de eso importa si el público está con ganas de divertirse después de dos años de pandemia y tu dispones de una ristra de temazos infalibles para liarla. Con un repertorio bien elegido (no faltaron ‘Come Out And Play’, ‘Want You Bad’, ‘Bad Habit’, ‘Gotta Get Away’, ‘Hammerhead’ y ‘The Kids Aren’t Alright’) y despachando un breve pero acertado bloque de su último Let The Bad Times Roll (‘The Opioid Diaries’, ‘Behind Your Walls’), pusieron a bailar a todo Mendizabala. Hasta las más pachangueras como ‘Original Prankster’, ‘Why Don’t You Get A Job?’ y ‘Pretty Fly (For A White Guy)’ fueron bien recibidas y poder ver a uno de los mejores baterías del planeta como Josh Freese compensó aguantar los forzadísimos chistes de Noodles. En un festival en el que no pegaban ni con cola y con todo en contra, The Offspring salieron, hicieron lo suyo y triunfaron.
La buenas sensaciones continuaron de vuelta al segundo escenario con unos Fu Manchu que venían a celebrar su 30 aniversario. A esas horas un concierto de stoner podía hacerse un tanto indigesto para algunos, pero Scott Hill y los suyos siempre se han caracterizado por un toque más rockero sin renunciar a pasajes más intrincados y densos. Con un sonido perfecto para sus pretensiones y un Scott Reeder soberbio tras la batería, se encargaron de dejarnos planchados gracias a ‘Hell On Wheels’, ‘Evil Eye’, ‘King Of The Road’, ‘Moongose’, ‘California Crossing’ y una fumadísima ‘Godzilla’, justificando porque son uno de los nombres esenciales del género.
Daba la impresión de que las ganas de fiesta todavía continuaban en el God. The Toy Dolls recogieron el testigo de The Offspring y se dispusieron a darnos otra ración de punk rock festivo. Viéndoles con ese aspecto de dibujos animados, cuesta creer que los de Sunderland ya hayan superado las 4 décadas de actividad o que el incombustible Olga ya calce más de 60 primaveras. Nadie lo diría viendo como empalmaban un tema tras otro (‘Lambrusco Kid’, ‘Spiders In The Dressing Room’, ‘Nellie The Elephant’, ‘She Goes To Finos’) con total soltura. Por supuesto no faltaron los habituales gags de la botella de champán y el confeti, las guitarras giratorias o la impresionante Fender de tres mástiles sin los cuales el show que vienen perpetrando desde hace años no estaría completo. Hasta dos bises se marcaron para cerrar una jornada que nos puso a tono para lo que quedaba por delante durante el fin de semana.
VIERNES 17
Cruzamos la puerta de entrada al recinto y justamente pillamos los últimos instantes de los locales Nukore en el escenario Love. Su hardcore metal no es lo que se suele estilar en el Azkena, pero es probable que alguien los llegará a disfrutar. Vuelta por los puestos de merchandising, recargar las pulseras cashless y los vasos para reposar en el césped la resaca del día anterior con los amigos antes de arrancar un día que se prometía muy intenso.
Si el viernes la programación era un desfile de leyendas, Jerry Cantrell fue el primero en demostrar con creces porqué es merecedor de semejante adjetivo. Navegando entre su carrera en solitario y, evidentemente, los grandes clásicos de Alice In Chains, nos puso en bandeja uno de los conciertos más memorables de esta edición a pesar de ser todavía por la tarde. Cortes propios como ‘Brighten, ‘Had To Known’, ‘Cut You In’ o ‘Angel Eyes’ entraron de maravilla a esa hora, pero sin duda fueron himnos como ‘Them Bones’, ‘No Excuses’, ‘Man In The Box’, ‘Would?’ o ‘Rooster’, con un Greg Puciato soberbio en la tarea de ponerse en las botas de Layne Staley, las que elevaron su actuación a otra nivel. Lección magistral conducida por el guitarrista de Tacoma.
A Drive-By Truckers casi se puede decir que les sabotearon el concierto. Durante la primera media hora el sonido fue horrible, flojo y desaliñado. La guitarra de Patterson Hood apenas se escuchaba y los solos de saxo eran inexistentes. Un desastre cuyo punto álgido llegó cuando la banda casi tocó entera ‘The Driver’ sin el sonido saliendo de la P. A. Ellos siguieron a lo suyo dándolo todo, pero hubo quien emigró hacía otro lugar visto que el despropósito no acababa de arreglarse. Tras la recuperación del sonido, el volumen aumentó y los camioneros imprimieron más rabia y actitud levantando un show que había empezado realmente flojo y de manera preocupante. El final con ‘Let There Be Rock’ y ‘Merry Me’ fue especialmente emotivo, pero el concierto quedó enormemente lastrado por los problemas técnicos que el grupo tuvo que sufrir. Una pena.
Soltando sin previo aviso un nuevo misil como ‘I’ll Make You See God’, Greg Dulli y sus Afghan Whigs (con una alineación que incluía a Patrick Keeler de The Raconteurs y Chistopher Thorn de Blind Melon a la guitarra) salieron dispuestos a impresionar desde el primer minuto. Es digno de aplaudir que con el cancionero que atesoran apostaran por darle cancha a su repertorio más reciente en detrimento de sus clásicos (que también los hubo: ‘Gentleman’, ‘What Jail Is Like’, ‘Somethin’ Hot’, ‘My Enemy’…). No en vano, sonaron varias piezas que irán incluidas en How Do You Burn?, su nuevo trabajo que aparecerá el próximo septiembre. No es Dulli alguien que pretenda vivir de las rentas del pasado y lo demostró nuevamente con la clase y elegancia que siempre le han acompañado. No pudo faltar el guiño a su querido amigo Mark Lanegan, del cual recordó su concierto de 2008 con The Gutter Twins interpretando una solemne “Methamphetamine Blues’. Otro de los conciertos del día, sin duda.
Siempre digo que en todas las ediciones del Azkena hay una banda o artista que parece estar fuera de lugar. La de este año bien podría haber sido Soziedad Alkholika, pero teniendo en cuenta que jugaban en casa, que formaran parte de la programación tenía cierto sentido. En cualquier caso, el quinteto salió a hacer lo suyo dejando claro porque después de tantos años siguen gozando de un estatus privilegiado dentro de nuestra escena. Como viene siendo norma en ellos últimamente, el juego de luces y la pirotecnia ayudaron a hacer que puñetazos como ‘Ratas’, ‘Piedra Contra Tijera’ y ‘Nos Vimos En Berlín’ nos aplastaran con toda su fuerza.
Mike Ness cabreó a la mayoría en su última visita a España. Conciertos cortos, con desgana y carentes de la intensidad que se les supone a una banda como Social Distortion hicieron que incluso hubiera ciertas reticencias a la hora de imaginar lo que nos ofrecerían los californianos en esta ocasión. Pues bien, la entrada con ‘Bad Luck’ a tumba abierta ya dejo claro que esta vez iba a ser muy diferente. Sonando engrasados, crujientes y tremendamente contundentes, Ness y los suyos tomaron el escenario God como si les fuera la vida en ello soltando una bomba detrás de otra. ‘Don’t Drag Me Down’ sonó gloriosa, ‘Dear Lover’ volvió las primeras filas del revés y ‘Story Of My Life’ hizo cantar a pleno pulmón a todo el recinto de Mendizabala. Hasta clavaron una inesperada cover de ‘Wicked Game’ que nos hizo rememorar las anteriores visitas de Chris Isaak al festival. Estrenaron también alguna nueva composición (‘Tonight’ y una prometedora ‘Born To Kill’) y se despidieron con ‘Ring Of Fire’ en olor de multitudes. Esta vez sí, Social Distortion volvieron a destilar peligro, suciedad y elegancia tal y como su trayectoria demanda.
La última vez que Life Of Agony vinieron a España Mina Caputo todavía se hacía llamar Keith y por entonces era impensable que fuese a llevar a cabo un cambio de sexo. Más allá del “morbo” que pudiese suponer, para muchos fans era una oportunidad única de cazar a una de esas bandas de culto de los 90. Como si de unos Stone Temple Pilots metalizados se trataran, entregaron un convincente paso por las tablas con Mina robando todas las miradas con su presencia escénica.
Alguien comentó que Ilegales deberían haber tocado en Azkena hace mucho años. Tenía razón. Jorge Martínez es uno de los artistas más genuinos que ha dado nuestra escena y parecía un ejercicio de justicia, que por fin estuviera reinando por todo lo alto en Gasteiz. Su trayectoria e historia les avalan. Lástima que el sonido no acompañara porque hubo momentos muy especiales. ‘Eres Una Puta’, ‘El Norte Está Lleno De Frio’, ‘Enamorados De Varsovia’ o ‘Todo Lo que Digáis Que Somos’ son clásicos de nuestro rock y la jornada del viernes acabó con una sonrisa en nuestra cara gracias a esta banda única.
SÁBADO 18
Si había unos tipos llamados a ser la revelación de este Azkena, esos eran DeWolff. Aún tocando en un horario madrugador y con un poco de lluvia que se acabó agradeciendo, teníamos muy claro que la suya iba a ser una de esas actuaciones de las de “yo estuve allí”. Y así fue. Todavía con el recuerdo de su anterior visita pre-pandémica de 2020, el power-trio holandés volvió a hacernos preguntar cómo es posible que todavía sean un secreto para muchos fans del rock. Más allá de manejar con maestría el lenguaje del blues y el soul clásico (‘Sugar Moon’, ‘Double Crossing Man’, ‘Tired Of Loving You’ y ‘Deceit & Woo’ sonaron colosales), los hermanos Van De Poel y Robin Piso saben como controlar a la audiencia, ya sea con su pericia a los instrumentos o su tremendo carisma. Tanto su manera de interactuar con el público, la forma de bromear sobre los solos de batería o presentar sus nuevas y molonas camisetas, hicieron que los que ya les conocíamos nos enamorásemos todavía más de ellos mientras se metían a nuevos seguidores en el bolsillo. A tenor de lo que vimos poco después en el puesto de merch, no serán pocos los que a buen seguro acudirán a su próxima gira cuando se dejen caer de nuevo por aquí.
Había muchas ganas de Israel Nash. Su americana cargada de melodía y ese acento blues tan marcado siempre han resultado muy disfrutables. Le pillamos justo cuando acababa ‘Down In The Country’ y comenzaba ‘Dividing Lines’ y rápidamente nos metimos de lleno en el concierto. Ya sabemos cómo es esto de la música: dentro de los mismos seguidores hubo quien alucinó y también los que se aburrieron como ostras. Nos mantenemos justo en un punto intermedio. Sonaban de maravilla y nuestro protagonista conducía el show con mano firme, desgranando unas composiciones que superan con mucho la media de un estilo donde la saturación de artistas es más que evidente. ‘Baltimore’ fue una agradable sorpresa, igual que esa bonita ‘Hillsides’. Una cosa está clara; si hay algo de lo que va sobrado Israel Nash, es de buenas canciones.
Ver a Emmylou Harris se antojaba casi una utopía. La gran dama del country no se prodiga demasiado por tierras europeas y no parecía que casi nadie percibiera la importancia de tener a semejante ícono en uno de los escenarios del Azkena. Si la jornada del sábado fue el día del poder femenino con la presencia de Patti Smith y Suzi Quatro brillando como nunca, Emmylou abrió fuego con un concierto delicioso, donde esas armonías de la Costa Oeste que tan bien ha fabricado a lo largo de los años sonaron esplendorosas. Tiró de muchos clásicos del género y se la vio feliz, casi extrañada de la buena respuesta de un público que quizás se esperaba un concierto más reposado y acabo disfrutando de lo lindo. Su voz la conserva portentosa y luce un aspecto de serena madurez imponente. Sobre el escenario se mostraba de buen humor, interactuaba con sus músicos, les animaba y arengaba mientras iban cayendo pequeñas perlas como ‘Orphan Girl’, ‘Oh Las Vegas’ o ese súper clásico titulado ‘Red Dirt Girl’. Cuando finalizó el concierto, hubo ciertos rostros de sorpresa entre los asistentes, como si estuvieran atónitos ante lo que acababan de ver. Estamos hablando de Emmylou Harris, un personaje imprescindible en la historia de la música de raíces americana y estuvo a la altura de su leyenda.
Apenas es discutible que el de Patti Smith no solo fuese el concierto de esta edición, sino muy probablemente uno de los mejores recitales de la historia del Azkena. Tan combativa, mordaz, hiriente y aguerrida como en los setenta, Patti nos demostró que con más de siete décadas a tus espaldas todavía se puede conservar la rebeldía y el romanticismo que todos deberíamos guardar en algún rincón de nuestra corazón. Su determinante y nítida voz sonaba igual de convincente cuando atacaba un poema de Allen Gingsberg que cuando rendía homenaje a Bob Dylan haciendo ‘One Too Many Mornings’. Se descolgaban con la intensa dulzura de ‘Grateful’ y luego destripaban ‘Helter Skelter’ (un guiño al 80 cumpleaños de Paul McCartney) o ‘I Wanna Be Your Dog’ de The Stooges con la misma energía de unos veinteañeros. Antes de eso, justo cuando ‘Free Money’ atronaba en el cielo de Vitoria, ya sabíamos que estábamos viviendo algo especial. Anteriores bolos históricos como los de Chris Isaak o The Who se nos vinieron rápidamente a la cabeza. La reacción del público en ‘Because The Night’ hizo que el mismo Lenny Kaye le lanzara una sonrisa de complicidad a su jefa que nos estaba a punto de regalar un final de fiesta de los que hacen historia. ‘Pissing In The River’ y ‘Gloria’ fueron emocionantes, pero juro que vi lágrimas en muchos de los asistentes cuando una conmovida Patti acababa su show con ‘People Have The Power’ acompañada en el escenario por la mismísima Emmylou Harris. Magia pura, amigos. Ni más ni menos.
Otra de las muchas formaciones del cartel que repetían en Mendizabala eran Black Mountain. No somos pocos los que tenemos su paso por la edición de 2015 como uno de los mejores conciertos de la historia reciente del festival. Sin embargo, no lograron hipnotizarnos como en aquella ocasión. Y eso que el repertorio escogido fue de lo más potente despachando grandes riffs como los de ‘Mothers Of The Sun’, ‘Don’t Run Our Hearts Around’, ‘Wucan’ o ‘Future Shade’, pero con el sonido en contra no terminaron de brillar. Tampoco ayudó su ya habitual frialdad para con el público, más allá de celebrar tímidamente el cumpleaños de su vocalista Amber Webber. Una lástima porque maravillas como ‘Angels’ no merecían haber sufrido los estragos que el segundo escenario dio a lo largo del festival.
Estaba en primera fila esperando la salida de Suzi Quatro al escenario, y me acordaba de la impresión que me causó la visión de la portada de Rock Hard la primera vez que la vi en una tienda de discos. Allí estaba ella, bellísima con su bajo B.C.Rich rojo en una de esas imágenes que guardas de por vida. La pequeña chica de Detroit ya no es aquella jovencita que lucía como nadie el mono de cuero negro, pero tras el final de su concierto nos dimos cuenta que a pesar de la edad aún sabe cómo conducir un show de arena rock como nadie. Porque eso es lo que fue su recital, una ceremonia de arena rock donde ella era la protagonista total y absoluta. Empuñaba su Fender con tremenda distinción, manejaba la audiencia a su antojo, marcaba a sus músicos con el liderazgo de la estrella que es y destilaba todavía esa efervescencia juvenil que hacía que himnos como ‘Can The Can’ o ‘48 Crash’ sonaran tremendamente descarados. El inicio con ‘The Wild One’ fue maravilloso. Salió con esa sonrisa eterna y el mástil de su bajo en alto y nos vinimos arriba. Lo sé, quizás sea un truco facilón, pero es que somos muchos los que todavía nos emocionamos con algunos de esos clichés más típicos del rock’n’roll. Una delicia de concierto que nos preparó para lo que seguramente iba a ser el show más histérico de esta edición.
Porque de toda una señora pasamos a otra. Y digo esto porque cada año que pasa Michael Monroe va adquiriendo un aspecto de maruja difícil de encajar. De igual forma que su barrita de energía no parece tener fin a sus 60 añitos. La frenética hiperactividad del finlandés llevó en volandas a su ya habitual banda para darnos la dosis de rock and roll que necesitábamos a esas horas. Sacó a relucir sus catálogo de sombreros, abanicos, saxofón y lo que hiciese falta para convertir aquello en un fin de fiesta más que digno. Repertorio de ensueño con éxitos recientes de su carrera en solitario (‘One Man Gang’, ‘Last Train To Tokyo’, ‘Ballad Of The Lower East Side’, ‘Trick Of The Wrist’), de su etapa con Hanoi Rocks (‘Motorvatin’, ‘Malibu Beach Nightmare’), algún caramelito de Demolition 23 (‘Hammersmith Palais’), versiones de la Creedence (‘Up Around The Bend’) e himnos propios como ese ‘Dead, Jail Or Rock ‘N’ Roll’ con el que acabó. Que volviese para hacer un bis con ‘Back To Mistery City’ fue el chute extra parar irnos contentos a la cama o para quemar las últimas naves en el Trashville hasta altas horas de la madrugada. Eligieses una opción u otra, seguro que como nosotros ya has puesto el contador a cero deseando que el 15, 16 y 17 de junio de 2023 no tarden tantísimo en llegar esta vez.
GONZALO PUEBLA, ANDRÉS MARTÍNEZ