FECHA: 23 Y 24 DE JUNIO DE 2023
LUGAR: BILBAO ARENA (BILBAO)
PROMOTOR: DEKKER EVENTS
Cada año, este festival se supera, y eso es difícil, teniendo en cuenta los sobresalientes grupos y artistas que han estado en ediciones pasadas. A diferencia de la mayoría de festivales, se nota que aquí la gente es melómana y viene a escuchar música, no a decir he visto a estos y hacerse un selfie. Con dos escenarios, uno exterior y otro en el interior del Bilbao Arena, la oferta fue ecléctica, sugerente y de una calidad incuestionable.
Tanto el primer día como el segundo, en el escenario exterior dieron vigorosos o calmados conciertos, pero todos a un gran nivel, Sua, Daltonics, Vargas Blues Band, Lorelei Green, y Luke Winslow-King.
Vayamos a la jornada inaugural. La primera artista que vi fue Nikki Hill, un auténtico huracán tanto a nivel vocal como de frontwoman. Su propuesta de rhythm and blues de hechuras clásicas tenía cierto punto de high energy y rock potente. La banda está engrasada y ella hace de maestra de ceremonias excelsa e hipnotizadora. Es imposible no caer rendido ante su propuesta. Tras ella fue el turno Uli John Roth, la leyenda alemana que dio sonido y colorido a los primeros discos de los Scorpions. Cuando uno empieza el concierto igual que el icónico directo de los alemanes Tokyo Tapes, ya sabes que te has ganado a media audiencia. Tocó repertorio Scorpions, dejando de lado sus experimentaciones hibridando música clásica con rock. Teniendo en cuenta que es quien exhibe y mantiene el legado de esos primerizos Scorpions, es una gozada escucharlo, con una destreza a la guitarra absolutamente cautivadora. Esta leyenda sabe lo que hace y cómo lo hace para dejar satisfechos a todos.
Y de repente, los primeros cabezas de cartel, The Cult. He visto más de diez veces a la banda de Billy Duffy e Ian Astbury, y cada vez que salgo de un concierto suyo la serotonina ha subido en mi cuerpo. Bien es sabido que en ocasiones Astbury no se toma tan en serio como debería su posición de frontman en el grupo, pero no fue el caso de esta fecha. Salieron a matar con Rise y no dejaron prisioneros. Lo de The Cult se debería estudiar en las nuevas generaciones que tocan rock. Un grupo que ya ha sobrepasado los sesenta años y siguen dando grandes conciertos y publicando discos de cum laude, como su reciente Under The Midnight Sun, del que cayeron dos canciones, ‘Mirror’ y ‘Vendetta X’. Sorprendió que hicieran siete temas de Electric, el disco que les abrió las puertas al mercado norteamericano gracias a la producción del rey midas Rick Rubin.
Billy Duffy fue un portento intercambiando riffs con arpegios y solos de guitarra a la altura de una absoluta leyenda de la guitarra. Es él quien siempre se echa a hombres la banda, por si Astbury está más o menos inspirado, y es él quien siempre hace que todo funcione a la perfección. El grupo, con teclista, bajista y batería (Tempesta lleva ya con ellos casi veinte años y se nota) está totalmente en cohesión. No dejan un matiz sin perfilar. Luego está lo de Astbury, que cuando sale en las mejores condiciones, es sublime sin excepción, que diría Baudelaire. Tanto a nivel vocal como de movimientos era imposible apartar la mirada hacia el hombre que empezó en el rock gótico y aglutinó posteriormente casi todos los géneros que el rock ha pasado desde los tiempos del post punk. Escuchar ‘The Witch’ fue una sorpresa mayúscula. La recta final antes de los bises con ‘Spiritwalker’, ‘Rain’ y ‘She Sells Sanctuary’ sacaron el lado chamánico, tribal de Astbury. Reincido, era difícil apartar la mirada del cantante de The Cult. Daba igual que interpretara canciones de Sonic Temple o de Beyond Good and Evil, esa noche estaba escrita para ser recordada. Finalmente tocaron ‘Peace Dog’ y ‘Love Removal Machine’ como único bis, dejando al público satisfecho. Recuerdo encontrarme a Martin del grupo Capsula y comentar lo increíble que fue el concierto. Muchas horas antes, entrevistando a Astbury, pude ver que estaba en plenas aptitudes.
De ahí pasamos a la segunda jornada, y la primera y única decepción. Los legendarios Canned Heat, por cuestiones ajenas al festival, anulaban su concierto. Eventualidades que pueden pasar a cualquiera. Abrieron el escenario principal los Waterboys, dando un concierto superlativo, más rockero que folk, en donde únicamente se echó en falta el violín, y es que por mucho que lo intentaran suplir con tres teclistas, ese instrumento es inherente al sonido Waterboys. El único pero a su concierto. Como homenaje a los caídos Canned Heat, interpretaron de primeras ‘Let’s Work Together,’ tema que los Heat hicieron que asaltara las listas de éxito en su época. No faltaron sus dos clásicos atemporales ‘The Whole of the Moon’ y ‘Fhiserman’s Blues’. Sorprendió, o al menos a mí me sorprendió, su rendición del ‘Because The Night’ que Bruce Springsteen compuso para Patti Smith. Una versión más que solvente. Predominaron las canciones del álbum This is the Sea, aunque hicieron un conciso recorrido por la mitad de toda su discografía, incluyendo un tema de su último álbum Good Luck, Sucker. Este año publicarán nueva referencia discográfica.
Y vino el gran momento del sábado. CHRIS ISAAK. Sí, en mayúsculas, porque lo de este hombre, al igual que The Cult en la jornada previa, no es de este planeta. Escancia las esencias crooner y rockabilly de manera formidable y su concepto del espectáculo entronca con lo mejor de los años cincuenta y sesenta, haciéndonos añorar una época que ni siquiera vivimos. Ya desde ‘American Boy’ y ‘Somebody’s Crying’ había hecho que el personal se rindiera ante él. Fueron cayendo clásicos como ‘Wicked Game’ o su siempre revitalizante versión de ‘Oh Pretty Woman’. No fue la única de Roy Orbison que cayó, también ‘Only The Loney’ donde recordó cuando abrió para el increíble cantante cuando Isaak no era nadie aún en la industria y el autor The Big O se comportó maravillosamente con ellos. También remarcó los treinta y ocho años que lleva junto a su banda, con la excepción del batería, que está con él desde tiempos aún más pretéritos.
Sabiéndose todos los trucos del rock, Isaak sorprendió bajándose entre la audiencia mientras cantaba ‘Don’t Leave Me On My Own’. También en la recta final del concierto sacó unas cuantas fans femeninas para bailar uno de sus temas más icónicos en el escenario, ‘Baby Did A Bad, Bad Thing’ que entroncó con ‘By, Bye Baby’ y un guiño a la sintonía de James Bond. Interpretó ‘Can’t Help Falling In Love’ dejándonos con el corazón en un puño, recordó antes de acometerla que compuso en este país ‘Blue Spanish Sky’. Se acordó del Flaco Jiménez cantando en español ‘La Tumba Será El Final’. Algunos dirán que tiró de muchas versiones, pero su material no se vio deslucido. Es lo que pasa cuando tienes temas como ‘Blue Hotel’, ‘San Francisco Days’ o la despedida con ‘The Way Things Really Are’.
Después, el punto y final lo puso Nikki Lane. Reconozco que andaba dubitativo si una de las nuevas estrellas emergentes del country junto a Margo Price y Amanda Shires sería la mejor manera de cerrar festival. Lo cierto es que ya en el primer tema esa duda se disipó. Acompañada de una superlativa banda española, habiendo sacado el pasado año Denim & Diamons con la producción de todo un Josh Homme. El repertorio pivotó entre las canciones del último álbum y temas como ‘Forever Last Forever’ y acordándose de Lucinda Williams versioneando ‘I Just Wanted To See You So Bad’. Bonito detalle teniendo en cuenta que Lucinda es la madrina de toda esta generación. Se terminó el concierto y el dictamen de los que peregrinaron hasta el festival fue unánime. Grandes actuaciones y ambiente, sobresaliendo unos The Cult que en breve girarán con sus hermanos de sangre The Mission, y un Chris Isaak por el que no pasa el tiempo. Su traje de platino lo demostraba.
IGNACIO REYO