FECHA: 3 DE JULIO DE 2022
LUGAR: ESTADIO SAN MAMÉS (BILBAO)
PROMOTOR: LIVE NATION
Ni Cristopher Nolan hubiera imaginado una película con tantos giros de guion como los que vivimos el pasado domingo en Bilbao. ¡Menudo carrusel de emociones! La primera edición de este macro concierto, bautizado como Bilbao Bizkaia Rock Day, se convirtió en un auténtico test para comprobar la salud cardiaca tanto de los asistentes como de los organizadores.
El suspense ya había empezado cinco días antes cuando la presencia de Metallica estuvo en el aire tras la cancelación en el festival Frauenfeld Rocks en Suiza por un positivo de COVID en «la familia Metallica», según rezaba un ambiguo comunicado. Era muy razonable pensar que sin ellos todo el evento se fuera a pique, y viajáramos de Barcelona a Bilbao solo para comer pintxos y beber zuritos… que tampoco es que esté nada mal, pero el plan no era ese. Al día siguiente eran los californianos The Regrettes quienes se caían del cartel al anular toda su gira europea, también por culpa del virus.
Afortunadamente todo volvía a enderezarse a 48 horas cuando Metallica reaparecían con toda normalidad en el Rock Werchter belga y se anunciaba a Niña Coyote Eta Chico Tornado como nuevos encargados de abrir el concierto. Buff, menudo respiro. Fue con esa tranquilidad y buen ánimo, a pesar de algunos nubarrones, que entramos en el precioso nuevo San Mamés y nos situamos en la pista para disfrutar del dúo donostiarra que puntualmente salía a las cuatro de la tarde al escenario.

Ya sabemos que los estadios son poco agradecidos para los teloneros. Normalmente el sonido es malo y nadie te hace ni puñetero caso. Y aunque es verdad que fuimos muy pocos los que nos acercamos a verles, sorprendentemente la batería de Úrsula Strong la guitarra de Koldo Soret sonaron con pegada y claridad. Su estilo entre el stoner y el garaje, que quedó representado por el riff pesado de ‘Laiona’ y su versión de ‘I Wanna Be Your Dog’ de Stooges, fue el perfecto entrante para empezar la jornada.
Pero la noticia que nos llegó a continuación fue un jarro de agua fría. Por las pantallas se anunciaba que «por problemas surgidos de última hora en su viaje», Weezer no iban a llegar a Bilbao para tocar. Unas horas más tarde, la banda detallaba en sus redes sociales que el avión privado que debía trasladarlos desde París había sufrido una fuga de combustible, y que a pesar de tener otro apalabrado que los recogiera desde Oslo, el tráfico aéreo hacía imposible que llegarán a tiempo.
Dado que el estadio aún estaba muy vacío, apenas se escucharon unos pocos silbidos que se irían repitiendo cada vez que salía el mensaje en la pantalla durante la noche, pero siendo sinceros, la baja de Rivers Cuomo y los suyos pasó bastante inadvertida. Estaba claro que el 90% o más estaban ahí para ver a Metallica, y sus fans no iban a echar de menos escuchar ‘Buddy Holly’ o ‘Island In The Sun’. De hecho, en toda la noche solo vi a dos personas camisetas de Weezer, a las que naturalmente me acerqué a abrazar. Solidaridad entre fans ante todo.

Con semejante bajonazo, la actuación de Nothing But Thieves no podía importarme menos. No voy a negarle a los británicos que suenan impecables, pero como me ocurrió cuando hace unos años los vi en la sala Bikini de Barcelona, su música me deja totalmente frío. En algunos temas suena a Muse, en otros parecen unos Coldplay rockeros, pero no tienen una canción que realmente me llegue. Por suerte, a continuación una panda de viejos conocidos nos esperaban…
The Hellacopters salieron como si hubieran estado crionizados durante unos años con la misma pinta y energía de siempre. Arrancando con ‘Hopeless Case Of A Kid In Denial’, comprobamos de inmediato que las guitarras de Nicke Andersson y Dregen (que llevaba una protección en la pierna derecha, pero no le impidió lanzar algunas patadas al aire) sonaban de lo más afiladas. Supongo que con algo de tiempo extra por la baja de Weezer, pudieron explayarse con un repertorio que repasó sus temazos de siempre (‘Carry Me Home’, ‘Down On Freestreet’, ‘Toys And Flavors’, ‘I’m In The Band’…) aderezado con visitas a su disco de retorno (‘Reap A Hurricane’, ‘Eyes Of Oblivion’, ‘So Sorry I Could Die’, ‘Try Me Tonight’) que se complementaron perfectamente.

Siempre resulta entrañable escuchar las notas de piano de ‘By The Grace Of God’, ver a Nicke levantando la guitarra y doblando la espalda para hacer un punteo, a Boba Fett levantarse del teclado para tocar la pandereta durante cinco segundos y volverse a sentar, o a un Dregen tirando púas y con una sonrisa que cada vez se parece más a la de Keith Richards. Ojalá podemos disfrutarles en sala próximamente porque esta reunión sí merece la pena.
Para mi sorpresa, cuando los suecos terminaron el estadio todavía se veía muy vacío. Es una pena que como ocurre con otras bandas gigantescas, un gran número de fans de Metallica no sientan ni un mínimo de curiosidad por ver a otras bandas. En fin… El caso es que hora y media después ahí estaban todos para cantar la tradicional intro de ‘Ectasy Of Gold’ de Morricone y levantar los puños con ‘Whiplash’.
Gracias a un buen amigo conseguí una pulsera para estar en el ‘snake pit’, esa parte exclusiva para 350 invitados que está situada entre las pasarelas del escenario, lo que hizo que la experiencia fuera totalmente distinta a las otras veces que les he visto. De hecho, durante los tres primeros temas, ‘Whiplash’, ‘Creeping Death’ y una tempranera ‘Enter Sandman’, la banda se situó en la parte frontal de la pasarela, donde se encontraba el público de pista, por lo que teníamos ahí a Lars Ulrich tocando dándonos la espalda. Pese a que eso hizo que el sonido no fuera del todo bueno, ya que escuchábamos la batería en directo antes de que nos llegara por la PA, daba completamente igual.

A riesgo de dar mucha rabia, poder tener a la banda en tus narices es una puta pasada. Sientes como si estuvieras en el interior de un videoclip, con un vendaval de estímulos continuos, ya que durante todo el concierto Hetfield, Trujillo y Hammett no paró de acercarse y entrar en contacto con quienes estábamos ahí. Fue como ver a la banda en una sala pequeña, pero con la producción de un estadio. Tanta cercanía me hizo apreciar la pasión con la que estos veteranos siguen tocando y que justifica por qué siguen estando en lo más alto. Sobre todo fue muy emocionante ver a un Hetfield totalmente recuperado tras su última estancia en rehabilitación. En comparación a la gira de Harwired… se le ve mucho más sano, delgado, motivado y, lo más importante, feliz. Papa Het ha vuelto.

Con escenario bastante sobrio en comparación a otras giras y sin apenas pirotecnia (solo recuerdo unas llamaradas en ‘Moth Into A Flame’), visualmente todo se centraba en las proyecciones en unas líneas de cubos que cubrían el fondo. No sé si intencionadamente o no, pero era como si quisieran que toda la atención se centrase en la banda y la música.
Después de ese infalible triple inicial y unas aplastantes ‘Harvester Of Sorrow’ y ‘Wherever I May Roam’, su set estuvo plagado de sospechosos habituales como ‘Sad But True’, ‘Nothing Else Matters’, ‘For Whom The Bell Tolls’, ‘Welcome Home (Sanitarium)’ o ‘Seek & Destroy’, pero también dejó algunas rarezas como ‘No Leaf Clover’ de su disco sinfónico o ‘Dirty Window’ de St. Anger, antes de la cual Hetfield bromeó pidiendo al público que levantaran o no el pulgar para saber su opinión sobre el disco.

Para el bis rescataron la primeriza ‘Metal Militia’ de Kill’ Em All, que tuvo gracia por ver a Hetfield cantando en su registro agudo, pero que tampoco levantó muchas pasiones, y el gran final con ‘One’ y ‘Master Of Puppets’, aunque inexplicablemente en su parte central el sonido desapareció de la PA, dejando al grupo sin saber muy bien qué hacer, si parar o seguir. Intentaron remediarlo con una especie de reprise, pero quedó todo un poco raro. Un último giro inesperado que no evitó que todo el mundo saliera de ahí de lo más satisfecho. ¿Fue el mejor concierto que Metallica han dado en nuestro país? Posiblemente no, pero lo viví como si lo fuera.
JORDI MEYA