FECHA: 12 DE MAYO DE 2022
LUGAR: SALA APOLO (BARCELONA)
PROMOTOR: HEART OF GOLD
Bastantes cosas han cambiado desde que la pandemia obligará a Brian Fallon a cancelar su gira europea hasta tres veces. Si en un principio su objetivo era presentar su tercer disco en solitario, Local Honey, publicado en 2020, desde entonces, ha publicado un cuarto, Night Divine, y se ha anunciado la vuelta «a tiempo completo» de The Gaslight Anthem, algo que parecía improbable hace dos años. De ahí que estos conciertos hubieran perdido algo de su sentido original, más allá de poder verle en solitario con un par de buenos amigos como artistas invitados.
El primero de ellos era Jesse Malin al que hace apenas unas semanas habíamos visto con su banda en el festival Blues & Ritmes en Badalona actuando en un Teatro Zorrilla bien lleno. Pero esta vez las circunstancias eran bastante menos favorables. La tendencia cada vez más habitual de adelantar los horarios de los conciertos, hizo que cuando salió al escenario pasadas las 7 de la tarde, apenas hubiera 50 personas para recibirle. Con el único apoyo de su guitarrista Derek Cruz, que también se ocupó puntualmente de los teclados, Malin se puso en su papel de cantautor interpretando temas como ‘Hotel Columbia’, ‘Revelations’, ‘Room 13’ o ‘Broken Radio’, dedicada al recientemente fallecido Howie Pyro, su compañero de D Generation.
Si bien sigo pensando que su voz marcadamente nasal suena mejor en el contexto de una banda punk que cuando tiene que llevar todo el peso, y que sus composiciones pecan de ser algo genéricas, donde no llegan sus dotes musicales, lo compensa con una personalidad y soltura que le permiten conectar fácilmente con el público. Le ha costado muchos años asentarse como artista en solitario, pero está claro que Malin no desaprovecha ninguna oportunidad para seguir creciendo.
El segundo invitado era Chris Farren, un tipo excéntrico y con un entusiasmo desbordante que pilló desprevenido al personal con un estilo a medio camino entre The Postal Service y Reggie And The Full Effect. Tiró de bases pregrabadas para deleitarnos con enérgicas píldoras de indie pop con arrebatos eléctricos cercanas a las de su grupo Fake Problems, con otras de su último disco Death Don’t Wait, en las que emula bandas sonoras de los 70 con piezas como la surfera ‘Car Chase!’ apoyadas por divertidos visuales. Un show entretenido que dejó a todo el mundo con buena predisposición para el plato principal.
Como me ha pasado con algunos amigos, lo primero que pensé al ver a Brian Fallon sobre las tablas es que la pandemia le ha puesto un poco fondón. Afortunadamente a la que empezó cantar comprobamos que su característica voz raspada y emotiva no se ha resentido para nada por esos kilos de más. La tranquila ‘Hard Feelings’ de Local Honey marcó el tono de un concierto no apto para quien esperara una noche de himnos y decibelios al estilo de los Gaslight.
Al igual que en sus discos, gran parte de su repertorio discurre por baladas y medios tiempos de inspiración country rock e influjo Springsteeniano, en la que se requiere cierta predisposición para apreciar que su encanto está en los pequeños detalles. A ello le ayudan los grandes músicos que forman The Howling Weather. Fallon debe ser el primero que sabe de sus limitaciones como instrumentista -como quedó patente en sus simplemente correctos solos de guitarra- pero la precisión del batería y la contagiosa simpatía del teclista -excelente en las segundas voces- dotan de gran elegancia temas como ‘Lonely For You’, ‘Watson’, ‘Etta James’ o ‘You Have Stolen My Heart’.
Más fácilmente disfrutables son los temas en los que sube una marcha y tira a la americana pop en ‘Painkillers’, ‘Nobody Wins’, ‘Long Drives’, ‘Rosemary’, ‘Sleepwalkers’ o ‘A Wonderful Life’, canciones que con un poco más de distorsión podrían encajar perfectamente en un bolo de Gaslight, y que son esenciales para mantener enganchado al público entre tanta introspección.
En algunos momentos Fallon intentó mostrarse cercano bromeando con que tiene que salir de gira para poder alimentar a sus hijos que no paran de vaciar la nevera, pero aunque lo hiciera en tono jocoso, hay algo en su cara -y es algo que ya había sentido viéndole tocar con Gaslight- que expresa que preferiría estar en cualquier otro lado. Igual es simplemente porque está muy concentrado, pero al contrario que sus admirados Springsteen o Vedder, es como si Brian nunca acabara de disfrutar o se sintiera del todo cómodo encima de un escenario. Y quizá sea esa barrera fina, pero impenetrable, entre artista y público la que explique por qué pese tener tanto a favor, Fallon no puede ser considerado todavía como el heredero de sus maestros.
JORDI MEYA