FECHA: 28 DE JULIO DE 2022
LUGAR: SALAMANDRA (L’HOSPITALET DE LLOBREGAT)
PROMOTOR: MADNESS LIVE!

La magia del directo consiste en que, canciones grabadas en un estudio que no te dicen demasiado, interpretadas en vivo no sólo cobren un nuevo sentido, sino que encima te entusiasmen. Que sonidos demasiado livianos para tus intereses se tornen infinitamente más atractivos cuando rugen en las PAs. Que, con toda franqueza, acudas a un show única y exclusivamente para experimentar qué se siente al tener a un Maiden como Steve Harris tocando a un par de metros y de pronto te des de bruces con un bolazo que poco tuvo que ver con el pasatiempo de una estrella o una barbacoa entre amigotes londinenses.

Puntuales, DarkTribe saltaron al escenario para despachar su power metal con altas dosis de melodía. Su ejecución fue impecable y el vocalista Anthony Agnello hizo todo lo que estuvo en sus manos para conectar con el público, pero el problema lo hallé en sus temas. Demasiado meditados, y ya no digamos trillados. Mucho seso y muy poco instinto, por lo que hacia el ecuador de su descarga, cuando les adivinamos esos trucos una y mil veces escuchados en tantas otras formaciones, los galos se volvieron algo anodinos.

Cuando ‘This Is My God’ echó a andar ni por asomo me podía imaginar la que se nos venía encima. Me llamó la atención cómo apareció en escena el cantante Richard Taylor. Con las manos en los bolsillos, con una actitud que no supe si identificar con la chulería o el pasotismo. Pronto descubrí que ninguna de las dos cosas, porque ese tipo se nos abrió en canal con honestidad en cada una de las letras, y su voz, afortunadamente mucho más potente, rota y menos clara que en sus álbumes, me convenció sobremanera. Con sus bailoteos y continuos aspavientos también se nos ganó.

Foto: Rosa Fernández

Llegados a ‘City Of Fallen Angels’ y ya no digamos ‘Judas’ comprendí que lo de British Lion va muy en serio, que para nada consiste en una mera excusa del líder de La Doncella para viajar con sus colegas por Europa. Los estribillos se hicieron enormes, su lírica te llegaba dentro, y el grupo contagiaba una vitalidad electrizante y unas ganas de conquista fuera de lo normal vistas las edades comprendidas. Y por supuesto la sala, llena pero sin agobios, respondió con creces. Por si fuera poco, los ingleses lograron lo más complicado, casi el imposible: que pasado el shock inicial y la oleada de móviles haciendo fotos, casi te olvidaras de que tenías delante a Nuestro Señor Harris y empezaras a observar a la banda como un todo, comprendiendo que aquí cada pieza es importante. No vi ni un ego entre esos cinco camaradas.

Parlamentos los justos, y a por la faena. Hora y media sin descanso, con Steve evidenciando que lo suyo siempre ha sido una historia de pasión. Esa leyenda no tenía ninguna necesidad de vaciarse de esa forma en un recinto de aforo medio la víspera de un show con su banda madre, pero ahí lo teníamos, a sus 66 años, correteando continuamente, encendiendo al personal y cantando a gritos casi todas las canciones. Un chavalín entusiasmado con su debut en directo, eso parecía… y me pareció extraordinario, una lección de vida.

‘The Burning’ sonó fantástica, ese eterno bajo Fender hizo brillar los galones, y David Hawkins primero, el veteranísimo Grahame Leslie después, demostraron con sus solos que tocan un rato, que no son precisamente mancos. En Salamandra atronaron bastante más heavy metal que hard rock, y ‘Legend’ o ‘Spit Fire’, por ejemplo, también se acercaron muchísimo más a Maiden que en su último álbum. ¡Ese parón en ‘Lightning’!

Acabé coreándolo todo como si de una banda mítica se tratara, convencido de que ni loco vuelvo a perderme un concierto suyo por tierras catalanas. ‘The Chosen Ones’, esa ‘Bible Black’ que se pasa de emotiva, ‘A World Without Heaven’, el subidón de ‘Last Chance’, el cierre con ‘Eyes Of The Young’… Joder, menudo show. De no esperar demasiado a acabar absolutamente rendido.

PAU NAVARRA