FECHAS: 20 Y 22 DE JUNIO DE 2024
LUGAR: ESTADI OLÍMPIC LLUÍS COMPANYS (BARCELONA)
PROMOTOR: DOCTOR MUSIC
Acababa la crónica de los conciertos que Bruce Springsteen & The E Street Band del año pasado en Barcelona, expresando el temor de que hubiera sido la última vez que les veía. Ni en mis mejores sueños imaginaba que 14 meses después tendría la oportunidad de revivir ese sentimiento de felicidad absoluta que el de New Jersey consigue generar cada vez que pisa el escenario, Telecaster en mano, y grita ‘One, two, three, four…!’. Como si fuera su propio ‘Ábrete, Sésamo’, Springsteen rompe las leyes del espacio-tiempo y consigue que tres horas parezcan tres minutos, y que un hombre de casi 75 años parezca que tenga, como mínimo, 25 menos; increíblemente se le ve menos agarrotado físicamente que en 2023.
Pero la realidad es tozuda y esta nueva gira europea nos recordó que el tiempo no pasa en balde, por muy Springsteen que seas. A finales de mayo, sus conciertos en Marsella, Praga y Milán se cancelaron por culpa de una severa afonía, algo insólito en su más de medio siglo de carrera. Afortunadamente, tras dos semanas de reposo, cuando el tour se reactivó en Madrid -con un segundo concierto magistral, por lo que cuentan- todos respiramos aliviados.
Aun así, en la primera noche en Barcelona, se notaba que vocalmente no estaba al 100%. Aunque el arranque fue de alto voltaje, empalmando los temas como si fueran los Ramones (chuparos esa Turnstile), ‘Lonesome Day’, ‘My Love Will Not Let You Down’ (espectacular como siempre Max Weinberg), ‘Cover Me’, ‘Radio Nowhere’ (que sonaba por primera vez en la gira), ‘No Surrender’, ‘Ghosts’ y ‘Seeds’, a él se le veía con alguna dificultad para cantarlas con la garra habitual. Pero todo cambió cuando en el octavo tema resolvió con solvencia el alarido final de ‘Darkness On The Edge Of Town’, que en la primera noche de Madrid no había logrado culminar. Como si se hubiera autoconvencido de que si podía con eso, podría con todo, a partir de ahí sus interpretaciones mejoraron ostensiblemente.
Es en ese primer tramo donde se han producido los mayores cambios de repertorio respecto al año pasado. La narrativa sobre la mortalidad y el paso del tiempo del repertorio se ha desdibujado casi por completo en favor de una más festiva. Y aunque un bolo con ‘Waiting On A Sunny Day’ siempre será peor que uno que con ‘Kitty’s Back’, una sentida ‘The River’, una épica ‘Backstreets’ y la espontánea ‘Rockin’ All Over The World’ de John Fogerty, después de ‘Twist And Shout’, hicieron que se sintiera como una noche especial. Mi hermano, que nunca le había visto en directo porque tampoco le gusta especialmente, me escribió al día siguiente diciendo que todavía esta emocionado por lo que había vivido.
Cuenta la tradición springsteeniana que las segundas noches en una misma ciudad siempre son mejores que las primeras, así que las expectativas para la cita del sábado, eran altísimas. Si el jueves parecía haber ganado su versión más populista, ahora esperábamos algunas delicatessen dedicadas a los die-hard fans. Y si bien no fue exactamente así -no tuvimos la deseada ‘Janey Needs A Shooter’, pero cayó ‘Racing In The Street’ con esa maravillosa coda de Roy Bittan al piano-, a él se le vio más seguro desde el principio y pudimos disfrutar de siete cambios en el setlist.
Destacaron una juguetona ‘Spirit In The Night’ y una intensa dupla salida de Nebraska con ‘Atlantic City’ y una ‘Reason To Believe’, en plan Texas blues, que incendió el estadio. También la parte final, la que va de ‘Because The Night’ a ‘Twist And Shout’, aquí seguida de una ‘Glory Days’ como regalo, tuvo un punch extra, pero en general no hubo diferencia sustanciales.
La mayor sorpresa fue la aparición del hijo de Max, Jay Weinberg (ahora ya consagrado como uno de los grandes baterías contemporáneos tras diez años en Slipknot, y que, por cierto, el martes había asistido al bolo de Turnstile en Razzmatazz) para tocar ‘Radio Nowhere’, posiblemente la única canción en la que puede hacer sombra a su padre.
🔥🖤🔥🖤🔥 An absolute joy to sit in tonight with my lifetime favorite band — my family — the people who forever changed my life 15 years ago. I love everyone on this stage.
Unreal experience in Barcelona 🔥🇪🇸🔥 pic.twitter.com/KRYAbu97w9
— Jay Weinberg (@jayweinbergdrum) June 23, 2024
Escribe Steven Hyden en su recomendable último libro There Was Nothing You Could Do, dedicado al impacto de Born In The U.S.A., que los conciertos de Springsteen te hacen creer que un mundo mejor es posible. Y aunque algo de eso hay, no es menos cierto que algunos de las cosas feas del mundo exterior siguen presentes dentro de la burbuja: el capitalismo desatado, tan gráficamente reflejado en la separación de los fans según su poder adquisitivo, la codicia, en el precio desorbitado de un vaso de cerveza; la mezquindad, en quienes utilizan a sus hijos (algunos con cara de estar francamente aburridos) como chantaje emocional para conseguir una armónica del cantante, o la mala educación, en quienes charlan en los temas lentos a grito pelado sin ninguna consideración por si molestan a quienes tienen al lado. Pero a pesar de todo, el poder de la música de la E Street Band es tal, que logras ponerlas en un segundo plano y disfrutar.
Mis momentos favoritos en los conciertos de Springsteen siempre son el mismo: termina una canción, Bruce se planta delante de la batería, se pone a agitar los brazos para que Max siga dándole a los platillos, y les ves gritando, primero a Steve Van Zandt, luego al resto de la banda, qué quiere tocar a continuación. Se acerca al micro, y de nuevo… ‘One, two, three, four…!’ . Esos pocos segundos de incertidumbre y excitación, como cuando desenvolvías un regalo el día de Reyes, diste tu primer beso, o abrías por primera vez la puerta de tu piso tras haberte independizado, en los que el tiempo se detiene y cualquier cosa puede pasar, siguen valiendo para toda una vida.
JORDI MEYA