FECHA: 14 DE AGOSTO
LUGAR: LA RIVIERA (MADRID)
PROMOTOR: GET ROCK

La lección está aprendida. Nunca te fíes de Gene Simmons, aunque hablando con él parezca un caballero. Reconozco que iba a su concierto en Madrid con altas expectativas. Había visto repertorios de dieciocho temas y al ser en un sitio relativamente pequeño como La Riviera ver a un mito como él a menos de dos metros, me parecía la mejor salida que podía tener un día a mediados de agosto.

Entro en el local mientras tocan Obús. La verdad es que nunca me han interesado, a pesar de la gran labor de Paco Laguna a las seis cuerdas. Dicen que lo hicieron bien, incluso mejor que Simmons. Mientras pido la copa de turno miro hacia atrás y me da pena observar que La Riviera que tanto amaba, esa a la que acudían más de dos mil personas, se encuentra vacía hacia la mitad por culpa de Gallardón, ese ser execrable. Acaban Obús. Como si fuera un intruso gótico en una fiesta ajena, me fijo en el público. Parece una concentración de metal pacos. Y pienso en las reflexiones tan ácidas e inteligentes que hacía el añorado Oriol Llopis.

Empieza el concierto de la mejor manera, ‘Deuce’, y con una banda excelente en todos los frentes: tanto los dos guitarristas, Brent Woods y Zach Throne, como el batería Brian Tichy hacen una labor superlativa añadida al bajo de Simmons, que mantiene un gran nivel vocal. Cuando termina y empieza ‘War Machine’ estoy convencido de que esto va a ser legendario. Hasta que el colega Gene empieza a chapurrear español con tics mexicanos y e improvisa una cutre y breve versión de ‘La Bamba’. Teniendo en cuenta que en entrevistas a medios españoles habló de tocar algo de los Bravos, la decepción es mayúscula. A partir de ahí, excepto un par de momentos, el espectáculo fue de lo más aberrante.

Muchas canciones buenas se vieron lastradas por la participación del público. Y es que el colega Gene sacó como a unos diez niños para hacer coros. Quién cojones se creía, el fascista gringo de Ronald McDonald o repetía aquello de Jesucristo de “dejad que los niños se acerquen a mí”. Y no, no hagáis lecturas erróneas, Gene no es Gary Glitter. La cuestión básica es que a un servidor escuchar ‘Shout It Out Loud’ con coros de renacuajos me jode la canción, así de simple. Incluso Gene quiso hacer de Celestina entre un niño y una niña, detalle conmovedoramente vomitivo  Otra cosa sería comentar esos padres que quieren que sus hijos sean mini versiones suyas. Ojalá les salgan fans de Rosalía, Dua Lipa y quiénes queráis imaginar como divas del pop o lo que hagan en esta etapa del siglo XXI.  No es lo mismo que tu hijo escuche Led Zeppelin porque lo pones por tu gusto, que le obligues a escuchar Led Zeppelin. Reincido, público total pacos. Si encima conoces a un lector de una revista cuyo nombre prefiero no recordar, que enviaba y envía misivas mes sí, más también, y es casi un stalker de sus músicos favoritos tu misantropía aumenta.

Pero sigamos con el concierto, que esto es para un medio musical y no un artículo de sociología. Que el batería cante la canción más trillada de Lemmy y cía cuando sólo hacen trece canciones, por muy bien que lo haga, es, de nuevo, insultante. Se tuvo que esperar hasta una fantástica ‘Cold Gin’ para recordar que el tipo que estaba en el escenario publicó junto a Kiss algunos de los mejores discos de la historia del rock. Si le añadimos que inmediatamente afrontó ‘Charisma’, si nos olvidábamos del esperpento anterior, aquello era lo más parecido al cielo en una noche de calor madrileña. No hablamos de cualquier tema, sino de ¡’Charisma’!, una de esas piezas que hacen hinchada. ‘Shock Me’ estuvo bien y de nuevo caemos en invitar a gente al escenario.

Gene siempre ha sido un mujeriego, en el peor sentido de la palabra, y lo hizo patente en dos momentos del concierto. En los inicios y hacia el final. Sacó mujeres como el ganadero que enseña sus reses. Sólo le faltó estamparlas el logo de Kiss. Y es que uno de los momentos más sexistas y calamitosos que he asistido nunca en un concierto, ha sido ver a Gene Simmons colocar a una chica en el escote una baqueta. La pobre, que debía ser otra abducida por el heavy metal más rancio, sonriendo. Encima, a diferencia de la fecha catalana el día anteriro aquí nos dejó sin su versión de ‘House of Pain’ de Van Halen. Detalles mínimos que hacen que un barco hundiéndose de ponzoña brille un poquito. Qué más decir… que teniendo una banda sobresaliente instrumentalmente, pudiendo tocar repertorios superlativos y hacer espectáculo, que no una verbena, esto hubiera sido para alucinar y olvidar los últimos años de Kiss. Desgraciadamente no fue así. Hasta nunca Mr. Simmons.

IGNACIO REYO