FECHA: 4 DE DICIEMBRE DE 2023
LUGAR: PALACIO DE LOS DEPORTES (MADRID)
PROMOTOR: LIVE NATION

Aunque ya ha transcurrido un tiempo desde su fulgurante aparición, mucho me temo que a Greta Van Fleet les va a costar mucho trabajo lograr escapar de la polémica que les lleva persiguiendo desde el primer día. Ya saben; aquellas sangrantes comparaciones por acercarse tanto sónica como estéticamente a una leyenda que está por encima del bien y el mal como Led Zeppelin. Y lo peor (o lo mejor, según a quién se pregunte) es que a ellos no parece importarles demasiado. Más bien, todo lo contrario.

Si algo han venido demostrando los hermanos Kiszka en cada entrega, incluyendo su tercer largo Starcatcher del presente curso, es que no van a cesar en su obsesión por abrazar cada uno de los tics de los grandes dinosaurios que dominaban el planeta hace medio siglo. Ni tan siquiera disimularlo. Y por mucho que a mí me gustaría verles intentando alejarse de una influencia tan obvia para empezar a encontrar su propio camino (con 27 añitos ya podrían ponerse las pilas), están en su derecho de hacer con su música lo que mejor consideren.

Ahora bien, que el público haya decidido darles su favor y señalarles como uno de los elegidos llamados a “salvar el rock” (ese concepto tan sobado como absurdo) en los próximos años, ya es algo que escapa de mi total comprensión. Sobre todo cuando si hablamos de rock clásico setentero, gente como Rival Sons, Graveyard o DeWolff llevan años facturando álbumes con bastante más personalidad, amén de unos directos infalibles. Echando un vistazo rápido a los asistentes que acudieron el pasado lunes al Palacio de los Deportes (con un rango de edad de lo más variado que incluía veinteañeros y cincuentones), me pregunto si al menos un mínimo porcentaje conoce siquiera de oídas a alguna de estas bandas.

Prejuicios aparte, estaba dispuesto a que los de Michigan me convencieran con hechos sobre las tablas. Pero antes había que pasar por el trámite de los teloneros. La primera en hacer acto de presencia fue Hannah Wicklund. Con una imagen muy acorde que evocaba a la época hippie de aquel verano del amor del 69, esta sureña sorprendió mostrando sus cualidades tanto vocales como a la guitarra (incluso se marcó un solo de talkbox). Mezcla de rock, blues y algo de soul que entró al oído con mucha facilidad. Respaldada por una banda solvente, aprovechó para avanzar cortes como ‘Hell In The Hallway’, ‘Witness’ o ‘Songbird Sing’ que estarán incluidos en su inminente nuevo trabajo The Prize, el cual aparecerá en enero. Su actuación fue breve pero convincente, así que habrá que estar atentos a sus próximos pasos.

Foto Hannah Wicklund: Blanca Gemma Fuerte

Los siguientes fueron Black Honey. Curiosamente, seis años atrás ya les vimos en el mismo lugar abriendo para otro de los grandes hypes de la última década como Royal Blood. El cuarteto encabezado por Izzy Phillips sigue ejerciendo como formación de segunda línea, pero al menos se nota que han ganado tablas respecto a lo que nos ofrecieron en 2017. Cambiando la temática del cartel, viraron la tendencia hacia un rock alternativo que podríamos ubicar como una versión más directa de Wolf Alice. Con un sonido compacto, fueron despachando varios cortes de su discografía (‘I Like The Way You Die’, ‘Lemonade’, ‘Corrine’), dejando buenas sensaciones para lo que tenía que venir a continuación.

Foto Black Honey: Blanca Gemma Fuerte

Antes incluso de aparecer en la escena del crimen, Greta Van Fleet se encargaron de dejar bien claro que venían a lo grande. Con un telón estrellado que lucía un enigmático logo, la espera de su caída fue aderezada con un medley más extendido de lo deseado a base de melodías propias versionadas con arreglos orquestales. Una introducción ya de por si bigger than life cuya impresión se multiplicó cuando vimos a los Kiszka y al batería Daniel Wagner subidos a la tarima situada al fondo del escenario como si fueran héroes de alguna superproducción hollywoodiense. Vestidos con trajes de lentejuelas y capas delante de un paisaje helado presidido por la empuñadura de una espada, se dispusieron a atacar con ‘Falling Sky’. Todo correcto, pero que ya en el primer tema estuvieran recurriendo a la pirotecnia habitual de los grandes eventos (explosiones y lenguas de fuego) era todo un aviso de lo exageradamente over the top que iba a ser su actuación.

Es verdad que en los primeros compases el concierto avanzó con un ritmo relajado pero funcional. Ahí estuvieron ‘The Indigo Streak’, ‘Heat Above’ y ‘Broken Bells’ (un nada disimulado intento de firmar su propia ‘Stairway To Heaven’) para certificar que los chicos suenan y tienen cierta presencia escénica. Aunque pronto me empezó a mosquear que Jacob aprovechara cada solo que se le presentaba a tiro para lucirse subiendo a la plataforma del lateral derecho. Y es que Greta tienen todos los recursos a su favor para epatar con una audiencia masiva. Son buenos músicos, tienen algunas canciones notables y una escenografía de primera división. Pero fallan en algo básico en esto del arena rock: saber cómo conducir un concierto de dos horas y media sin que estés pendiente del reloj.

Foto Greta Van Fleet: Blanca Gemma Fuerte

Intuyo que ahí tiene mucho que ver el que se hayan saltado varios cursos sin haberse curtido antes en salas más reducidas. Y claro, cuando desde el primer día de tu carrera profesional solo has aprendido el concepto de “cuanto más grande mejor”, corres el peligro de perderte en el camino del exceso. Así ocurrió que desde ‘Highway Tune’ en adelante (el único instante realmente rockero con el que el público se vino arriba y que para colmo extendieron innecesariamente), el interés fue decayendo como si se tratara de una película cuyo guion no para de dar vueltas sobre si mismo sin llevarte a ningún lado. Entiendo que si quieres recrear el ambiente de los grandes conciertos de estadios de los 70 y 80, acabes colando solos de batería y guitarra (sin privarte de continuar dándole al lanzallamas, por supuesto). Pero si te pasas de frenada, el riesgo de aburrir al personal es alto.

En esos parones, Josh aprovechó para cambiarse de modelito en más de media decena de ocasiones (aunque sinceramente, llegué a perder la cuenta). Sus formas denotan un divismo en el que se siente cómodo con su papel de estrella del rock, ya sea brindando con chupitos o regalando rosas blancas a las primeras filas. El chaval tiene carisma, pero termina resultando cargante con sus continuos gorgoritos cada vez que sus compañeros encaran un pasaje instrumental. Por cierto, el bajista Samuel casi se pasó más tiempo sentado al teclado que a las cuarto cuerdas. Un detalle que en parte denota la falta de ritmo que tuvo su actuación. Al menos el cliché del set acústico dejó algún momento divertido como verlos versionar el ‘Unchained Melody’ de la banda sonora de Ghost y una esplendida ‘Black Smoke Rising’. Seguramente el mejor tramo musicalmente hablando de la noche, aunque el vocalista no cesara en su empeño de demostrar sus cualidades vocales incluso cuando no hacia falta.

Si ya estaba siendo un bolo con demasiados altibajos, la recta final acabó por hacerse eterna. O al menos a mí me lo pareció, ya que el resto de personas que tenía a mi alrededor parecían estar viviendo el concierto de sus vidas. Y a ver, si eres un chaval cuya generación ha descubierto lo que es una guitarra eléctrica gracias a Bohemian Rhapsody, puedo llegar a entender que alucines. Todos hemos tenido 18 años alguna vez. Pero que gente entrada en años se emocione como si no hubiera un mañana con temas tan normalitos como ‘Sacred The Thread’ o ‘The Archer’ (otra que alargaron más de la cuenta en otro solo de guitarra con toda la pirotecnia echando humo, literalmente), pues ya me cuesta más, que quieren que les diga.

Foto Greta Van Fleet: Blanca Gemma Fuerte

Es que ni tan siquiera en el bis fueron capaces de sacar algo de la garra que se les presupone a unos veinteañeros para finalizar a lo grande después dos horas y pico. He ahí otro de los grandes problemas de los que adolece su cancionero: no tienen canciones directas y rockeras para hacer que la gente se levante del asiento y se vuelva loca. Quemado el cartucho de ‘Highway Tune’, al menos podrían haber recuperado ‘My Way, Soon’ o ‘When The Curtain Falls’ (por cierto, del debut Anthem Of The Peaceful Army, ni rastro), para animar a la parroquia. En su lugar optaron por plantarnos otros dos medios tiempos, ‘Light My Love’ y ‘Farewell For Now’, para despedirse, dejando una sensación de haber presenciado una obra de teatro tan pomposa como agotadoramente aburrida. Y es que a día de hoy están más cerca de ser una parodia hortera de Spinal Tap que un clon digno de Led Zeppelin.

Con toda la maquinaria que tienen detrás, no me sorprenderá si el día de mañana Greta Van Fleet acaban siendo esa gran banda de rock que llene estadios y lidere festivales de medio mundo. Y no me parecerá mal del todo. Alguien tiene que ocupar ese lugar. Solo espero que antes de llegar allí, por el camino aprendan que “más” no siempre significa “mejor”.

GONZALO PUEBLA