FECHA: 10 DE MARZO DE 2022
LUGAR: 
LA RIVIERA (MADRID)
PROMOTOR: 
LAST TOUR INTERNATIONAL

Como era de prever desde el mismo instante en que comenzó, la pandemia ha hecho una criba importante en cuanto a nuevas bandas se refiere. Muchas de las que hace dos años estaban en pleno ascenso han visto truncada su progresión, mientras que otras han sido capaces de nacer y abrirse camino en circunstancias tan adversas. Por suerte, Idles han sabido esquivar con maestría esa bala en forma de virus que ha acabado con varias carreras prometedoras.

Gracias a Brutalism y Joy As An Act Of Resistance los de Bristol se habían presentado como una de las grandes sensaciones surgidas de Reino Unido en los últimos tiempos. Su punk ruidoso y descarnado sumado a una actitud y un mensaje igual de brutalmente honestos tocando temas tan candentes como la inmigración, la masculinidad tóxica o la depresión consiguió conectar con el desencanto de buena parte de la generación Brexit. Y cuando el COVID podría haberles arrebatado todo lo conseguido después de una década de picar piedra, han sido capaces de salir todavía más fortalecidos.

Lejos de frenarles, sus dos últimos trabajos consecutivos, Ultra Mono de 2020 y Crawler de 2021, les han consolidado como una de las bandas más deseadas del momento. No es de extrañar que hubiera una expectación digna de las grandes ocasiones para cazarles en su paso por nuestro país. Obviamente, en taquilla no quedaban billetes para ninguna de las fechas.

Foto Witch Fever: Blanca Gema Fuerte

De semejante situación supieron sacar provecho los teloneros. En primer lugar unas Witch Fever que tuvieron la suerte de congregar a un número bastante considerable de asistentes que prefirieron entrar pronto a La Riviera en lugar de quedarse en la barra del bar. Supieron responder con un sonido compacto a medio camino entre el punk oscurete de sus compatriotas protagonistas de la velada y cierto regustillo grunge. Los focos se los llevó su menuda cantante Amy Walpole, quien no dudo en realizar la primera visita de la noche a la pista para animar el ambiente.

Mejores sensaciones incluso nos dejaron Bambara. Muchos desconocíamos de sus andaduras a pesar de que ya cuentan con más de una década de vida y cuatro LPs a sus espaldas. Desde luego se les notaron las tablas. El grupo presentó un directo bien trabajado, sonando de lujo y ofreciendo una selección de temas que a buen seguro se ganó la simpatía de los fans de Nick Cave presentes. Temas como ‘Mythic Love’, ‘Stay Cruel’ o ‘Serafina’ recordaron y mucho a la primera etapa de crooner australiano. Incluso su frontman Reid Bateh tiene ciertos dejes en su forma de moverse por el escenario, a pesar de resultar un poco sobreactuado. Aún así, buen descubrimiento para llevarse a casa.

Foto Bambara: Blanca Gema Fuerte

Según se acercaba la hora señalada, la presión en las primeras filas se hacía cada vez más notable. Con semejante panorama, Idles solo necesitaban una cerilla para prenderle fuego a la noche. En su lugar, aparecieron en escena con todo un lanzallamas como ‘Colossus’. Eso sí, de combustión lenta que nos permitió observar como poco a poco iban construyendo esa catedral sonora para poco después derruirla de un puñetazo. Joe Talbot ordenó abrir la pista sirviendo en bandeja el primer pogo de la noche. Si alguien tenía un mini de cerveza lleno, os aseguro que tuvo que volver a hacer refill después de aquello.

Sorprendentemente, en lugar de continuar con otro pelotazo, apostaron por la industrialoide ‘Car Crash’, canción que ponía encima de la mesa sus conocimientos como arquitectos del ruido. La banda decidió imponer sus propias reglas alternando piezas de puro jolgorio colectivo como ‘Mr. Motivator’, ‘Mother’ o ‘Never Fight A Man With A Perm’, con otras más contenidas y experimentales. Ahí destacaron el groove descacharrado de ‘Grounds’, la balada ‘The Beachland Ballroom’ (momentazo el de la bola de espejos) o la deliciosamente depresiva ‘MTT 420 RR’.

Y es que por mucho que uno tenga la imagen de Idles como una banda sucia y caótica, en directo suenan mucho más profesionales de lo que aparentan. Se nota el cuidado por el sonido aunque todo pueda acabar en desfase de un momento a otro. Los guitarristas Mark Bowen (con su ya habitual vestido de señora) y Lee Kiernan supieron sacar oro de cada acople y disonancia que se les ponía por delante. Apoyados por una roca como base rítmica entre Adam Devonshire y Jon Beavis (espectacular como sonó esa batería durante todo la actuación) son capaces de levantar una muralla difícil de atravesar.

Al frente orquestándolo todo estaba un Talbot que, al menos en apariencia, parece haber dejado aparcados los excesos y demonios que tanto le han marcado. A pesar de su aspecto fiero, casi de boxeador, verle deshacerse en agradecimientos hacia el público resultaba enternecedor. Un tipo que te gustaría tener como amigo y temerías como enemigo.

Foto Idles: Blanca Gema Fuerte

El asedio continuaba. ‘War’ se debió de escuchar hasta en Moscú. Y si hasta entonces todo parecía ir bajo un guión bastante formal para lo que esperábamos, en la recta final se soltaron definitivamente la melena. El momento delirante se lo llevó la visita turística por media sala que se pegó Kiernan mientras Talbot y Bowen amenizaban su regreso al escenario desafinando clásicos inmortales de Celine Dion y Mariah Carey. Ya con todo en orden, traca final con una ‘I’m Scum’ que puso a botar hasta al encargado del ropero, el himno pro-inmigración ‘Danny Nedelko’ con un acertadísimo juego de luces color arcoíris y la anti-fascista ‘Rottweieler’ no apta para epilépticos ni votantes de Vox.

En plena cresta de la ola, cuesta afirmar que un grupo como Idles haya tocado ya techo. Por su propuesta, el salto a ligas aún mayores parece impensable, pero de igual modo nadie hubiera sido capaz de imaginar que una panda de casi cuarentones haciendo punk rock se convertiría en todo un fenómeno como el que son a día de hoy. Un grupo más que necesario para estos tiempos convulsos.

GONZALO PUEBLA