FECHA: 12 DE JUNIO DE 2024
LUGAR: SALA UPLOAD (BARCELONA)
PROMOTOR: SON ESTRELLA GALICIA
Con media ciudad todavía recuperándose del Primavera Sound y la otra mitad bailando en el Sónar, tiene mucho mérito colgar el cartel de ‘no hay entradas’ en la ciudad de Barcelona. La capital catalana no es una plaza fácil. Y si es un miércoles lluvioso, mucho menos. Pero estamos hablando del encantador Jeff Rosenstock, un músico-activista con cierta notoriedad dentro del underground que dejó muy buen sabor de boca en su última visita hace seis años, cuando puso patas arriba la sala Sidecar. Había muchas ganas de reencuentro, por ambas partes. Y eso se notaba en el ambiente.
Les Salvatges y su punk pop en catalán fueron las escogidas para caldear más si cabe el ambiente y cumplieron con creces. La elección, además, tenía todo el sentido del mundo. Porque percibo cierta influencia de las melodías pop marca Rosenstock en las composiciones de Aitor, Clara y Gemma, pero sobre todo porque hablan el mismo idioma, el del activismo y el DIY. Acaban de editar un nuevo disco con su sello-colectivo Discos Pinya, Ni La Tristesa, pero el trío prefirió ir a lo seguro con su particular greatest hits en el que no faltaron joyitas como ‘Ona Expansiva’, ‘La Pàtria’ y ‘Penjar La Guitarra’, canciones divertidas y con un punto emotivo. La sala ya estaba llena y se llevaron una merecida ovación.
Unos pocos minutos más tarde, apagaron las luces y cuando la expectación era máxima empezó a sonar ‘Chop Suey’ de System of a Down. El caso es que salieron Rosenstock y sus cuatro compinches, se colgaron los instrumentos -incluyendo cajas de ritmos, sintes y saxo- y atacaron con rabia los últimos compases de este himno del lejano 2001: “I cry when angels deserve to die”. ¿Qué había sido eso? Sin tiempo para digerir ese guiño numetalero, despacharon del tirón las pegadizas ‘Will U Still U’ y ‘Head’, la dupla encargada de abrir también su fabuloso nuevo trabajo, Hellmode, un excelente disco que ya reseñamos por aquí y que tuvo mucha presencia en el setlist.
Piezas nuevas como ’Like U Better’, ‘Soft Living’ (con los mejores Weezer sobrevolando), ‘Future Is Dumb’, ‘Doubt’, ‘Healmode’ y ‘3 Summers’ se fueron sucediendo, sin apenas interrupciones, sin demasiada cháchara, más allá de algún comentario jocoso. La banda se había puesto el mono de trabajo -en este caso, bañadores, tirantes y calzado cómodo- para darlo todo. Y sudaron, vaya si sudaron. Fueron alternando el repaso al nuevo disco con una acertada selección de temas pretéritos, tan celebrados como ‘Scram!’, ‘Nausea’, ’Festival Song’ y ‘Pash Rash’, con esa extraña pero irresistible mezcla de hardcore emocional y folk pop marca de la casa.
Tocaron todo el repertorio con asombrosa precisión y un extra de pasión, como si no hubiera un mañana, como si fuera el primer y último concierto de su gira, como si fuera cierto eso que cantan en Hellmode, que el mundo se va al garete. Entregado al máximo a su noble causa, el simpático Rosenstock -que lucía, por cierto, una vieja camiseta de The Breeders- se acercó con el micrófono a las primeras filas e incluso compartió su guitarra con un chaval en uno de esos momentos de euforia colectiva. La gente respondía, bailaba, cantaba, gritaba y algunos valientes hasta surfeaban cabezas. Siempre con una sonrisa, de oreja a oreja. Y así durante casi dos horas (!) de celebración, de júbilo, que pasaron volando para el que esto escribe. Y así fue como un miércoles cualquiera, gris y lluvioso, se convirtió en un día memorable. Que vuelva pronto.