FECHA: 27 DE AGOSTO DE 2023
LUGAR: LA RIVIERA (MADRID)
PROMOTOR: PRIMAVERA SOUND
Cuando en 2017 King Gizzard & The Lizard Wizard realizaron su primera visita a España, en mitad de esa gesta que fue editar cinco discos en el plazo de doce meses, tal vez algunos esperaban que lo suyo se quedara en un hype de temporada y que la atención sobre ellos fuera decayendo con el paso del tiempo.
Cuál es la realidad que, seis años y otra decena de trabajos después, los australianos no solo siguen siendo uno de los grupos más excitantes del rock actual, sino que su poder de convocatoria se ha visto aumentado, encabezando un festival tan en alza como el Canela Party y realizando su concierto más multitudinario en nuestro país en el Poble Espanyol de Barcelona. Sin embargo, en Madrid repitieron en La Riviera igual que en 2019. Poco importó, pues el sold out se volvió a colgar de nuevo.
Y es que el hecho de que el ahora sexteto haya conseguido semejantes cotas de popularidad practicando una música en absoluto accesible, con un catálogo inabarcable que haría salir por patas a cualquier recién llegado a su universo, y desde la más absoluta de las independencias, hace pensar que todavía es posible alcanzar él éxito fuera de los métodos que marca la industria a base de algoritmos y playlists. En una época dónde el single se ha convertido en una carrera de corta distancia ante el déficit de atención generalizado de los consumidores, la pandilla de Stu Mckenzie continúa apostando por el concepto de álbum a la vieja usanza. Ellos van a la suya. Quién esté dispuesto, que les siga el ritmo… si es capaz.
Mientras en los alrededores de la sala algunos andaban a la caza de un ticket sobrante de última hora, The Prize se disponían a firmar su doblete en la capital. La noche antes en la Fun House se había podido disfrutar de estos jóvenes procedentes también de Melbourne y de su power pop clásico. Tirando del libro de estilo pero con una buena actitud, demostraron manejar sobradamente cada uno de los tics del género. Nada sorprendente a remarcar, salvo que las canciones de su EP de presentación, Wrong Side Of Town, son realmente buenas. De esas que tras solo un par de escuchas se quedan a vivir gratis durante una temporada en tu subconsciente. Un acierto por parte de sus compatriotas el apostar por una formación tan prometedora.
Antes de que se apagaran las luces, hacíamos apuestas por ver que tema abriría el repertorio. La verdad que resulta más fácil acertar el pleno al 15 de la quiniela que intentar elaborar un setlist que deje contento a todo el mundo. Tal es la variedad que ha logrado atesorar el catálogo de King Gizzard que se pueden permitir el lujo de ir modificando de arriba a abajo el cancionero a interpretar cada noche. Con más de un centenar de temas en constante rotación, la sorpresa para quienes dominan a fondo su discografía es constante. Igual que ocurre con sus lanzamientos, lo previsible no tiene cabida en sus conciertos. Es de admirar que hayan sido capaces de trasladar esa misma macedonia de estilística a las tablas. En la noche del pasado domingo, los aussies nos sirvieron un menú degustación de lo más variado.

Fue ver al teclista Ambrose Kenny-Smith agarrar el micro y adelantar su posición en el escenario para atacar las primeras líneas de ‘The Dripping Tap’ y ser plenamente conscientes de que aquello iba a despegar con la potencia de un cohete de la NASA. ¿A quién se le ocurre quemar nada más empezar un cartucho de 20 minutos de dinamita psicodélica, dejando espacio para improvisaciones al tiempo que todo salta por los aires, continuar con otra granada como ‘Evil Death Roll’, y tener la confianza suficiente para saber que el asunto no va a decaer en la hora y media siguiente? Solo a un escuadrón suicida como ellos.
Lo más interesante es que tras esa aparente anarquía aleatoria, la banda sabe mantener el control de la situación en todo momento. Hay que tener mucha maestría para bajar las pulsaciones tras semejante arranque y deslumbrar en ‘Shangai’ con una interpretación superior a la de su versión de estudio, elevando varios peldaños esa gema synth pop de tonos orientales. Pero si hablamos de joyas de la corona (una de las muchas que poseen), la de esta velada fue sin duda ‘Crumbling Castle’. Considerada por muchos como una de sus cimas creativas, fueron construyéndola piedra a piedra hasta culminar con la fusión de ‘The Fourth Color’. El inicio y cierre de Polygondwanaland, todo en uno.

Atravesado el tramo más lisérgico, Mckenzie y Joey Walker (verles enfrentados a cada lado de la mesa de teclados o batirse en duelo con guitarras enfundados en sus petos vaqueros fueron imágenes a recordar) agarraron la Explorer y la Flying V respectivamente avisando de lo que se venía: una lluvia de hachas en toda regla. Con ‘Predator X’ como preludio, ‘Supercell’ y una apoteósica ‘Dragon’ abrieron de par en par las puertas del averno (o al menos del pogo). Por si no habían dejado claro que bien podrían ocupar una plaza dentro de un Hellfest o un Resurrection, ahí quedó un mazazo doomero como ‘KGLW’ creando otro contraste pronunciado en contraposición al groove microtonal de ‘Nuclear Fusion’ y ‘Automation’. Puede sonar extraño, pero todas esas distintas facetas logran convivir en perfecta armonía dentro del ecosistema del Gizzverso.
Si no habíamos tenido suficientes emociones fuertes, ‘Float Along – Fill Your Lungs’ selló el apasionado largo beso de despedida que estamparon a un público que recibió encantado una cascada constante de estímulos. Porque un concierto de King Gizzard & The Lizard Wizard no es un lugar al que acudes esperando escuchar tu canción favorita, sino una aventura en la que tienes que estar dispuesto a dejarte arrastrar a su antojo. Unas reglas distintas a las que suelen aplicar el resto de los mortales, pero ¿quién quiere jugar siempre a lo mismo que los demás?
GONZALO PUEBLA