FECHA: 5-10 DE JULIO DE 2022
LUGAR: ESPACIO MAD COOL (MADRID)
PROMOTOR: MAD COOL/LIVE NATION

Caídas de grupos a última hora, colas interminables para acceder a las barras y a los baños, masificación o directamente cancelaciones por falta de venta de entradas… Si algo nos han enseñado los antecedentes que hemos estado viendo durante estas primeras semanas de la temporada festivalera, es que cualquier cosa puede torcerse en un evento masivo de estas características. Muchos temíamos que en el Mad Cool se diesen alguna de estas casuísticas y, efectivamente, alguna que otra hubo.

La principal queja en la edición de regreso del festival madrileño fue el caos sufrido en lo referente al transporte una vez tocaba desalojar el recinto de IFEMA. Las colas interminables para acceder a los autobuses y al metro que llevaban de vuelta al centro de la capital y los precios disparados en los VTC que rondaban los 100 euros por trayecto, hicieron que evacuar la zona de Valdebebas se convirtiera en poco menos que una pesadilla a no ser que se dispusiera de vehículo propio.

Foto: María García

A eso hubo que añadir las a estas alturas inevitables cancelaciones de varios artistas, la mayoría por COVID. Y aunque los grandes cabezas de cartel esquivaron la bala vírica, seguro que a más de uno le fastidió no poder ver a Black Pumas, Glass Animals, Arlo Parks o Sleep Token en acción. En lo referente a los medios de comunicación, debemos elevar una queja ante la política de abonar un donativo para poder acceder a nuestra acreditación. No veo problema en contribuir con la causa de una ONG, pero esto debería ser voluntario y no una obligación para que la prensa podamos realizar nuestro trabajo.

Por lo demás, la organización consiguió resolver problemas comunes de años anteriores. Los accesos funcionaron de forma fluida y sin aglomeraciones, al mismo tiempo que el sistema cashless no dio fallos a la hora de comprar comida y bebida sin formarse largas colas de espera. En ese aspecto, el festival puede sentirse satisfecho, aunque habrá que ver cómo afrontará en 2023 la mudanza al polígono Marconi de Villaverde, además de la presencia de un rival directo cómo será el Primavera Sound desembarcando en Arganda del Rey.

MARTES 5
Aunque el asunto empezaba de manera formal al día siguiente, el martes dimos el pistoletazo de salida a una semana que se prometía frenética. Por la tarde asistimos a una convocatoria de prensa para mostrarnos en primicia el recinto horas antes de su apertura. Ya habíamos estado en las anteriores ediciones, así que salvo la nueva ubicación de un tercer escenario situado justo en la entrada (que nos iba a dar muchas alegrías a lo largo del festival), y una visita a los camerinos, no vimos grandes novedades destacables a nivel de infraestructura. Aun así, fue curioso comprobar in situ cómo se monta un evento de semejante magnitud.

De IFEMA fuimos directos a La Riviera para presenciar la actuación de Incubus, quienes se habían sumado a última hora al cartel para cubrir las bajas de Faith No More y Queens Of The Stone Age. Es obvio que Brandon Boyd y compañía no disfrutan de un estatus ni remotamente similar a día de hoy, pero todavía son una banda muy querida que encuentra justificación cada vez que se enchufa a un escenario para rememorar su retahíla de viejos singles. Como si el tiempo se hubiera detenido en 2006, nos metieron en una cápsula dónde solo hubo espacio para lo mejor de sus primeros álbumes.

Foto Incubus: María García

Empezar con ‘Nice To Know You’, ‘Circles’ y ‘Wish You Were Here’ es dejar bien claro a lo que has venido. Tal vez se les pueda echar en cara jugar a ser una legacy band siendo aun relativamente jóvenes (la media de edad del grupo está en los 46 años), pero cuando dispones de un repertorio en el que se encuentran hits como ‘Anna Molly’, ‘Pardon Me’, ‘Stellar’, ‘Megalomaniac’ o ‘Drive’, es imposible renunciar a ello. Además de mostrarse físicamente en forma (salvo alguna cana y un mostacho a lo Anthony Kiedis, el tiempo parece que no pasa por Boyd) demostraron que su química en cuanto a lo instrumental se mantiene impecable como dejaron constancia en los desarrollos de ‘Just A Phase’, ‘Sick Sad Little World’ y ‘Vitamin’. ‘Karma, Come Back’, de su último EP Trust Fall (Side B), fue la única concesión al presente y superó con nota la prueba. Con una fantástica ‘The Warmth’ se despidieron dejándonos sensaciones inmejorables para comenzar al día siguiente la maratón de conciertos que se nos venía encima.

MIÉRCOLES 6
El primer día en un festival siempre suele ser el más crítico a la hora de que todo funcione como es debido. Pero por esta vez la organización estuvo preparada duplicando los accesos de la entrada, y a pesar de la afluencia de público desde primera hora, apenas tuvimos que hacer cola para cargar las pulseras cashless, pedir comida o acudir al excusado. Sorprendentemente todo parecía estar en orden, así que decidimos sumergirnos de lleno en la programación de la primera jornada.

El encargado de abrir el escenario principal fue un Seasick Steve que se aprovechó de un público que ya estaba tomando posiciones para el plato fuerte del día. Con un sol de justicia, a pesar de haber llovido poco antes de la apertura de puertas, el bluesman entregó un concierto con sabor a tabaco de mascar, olor de pantano y aroma a campo de algodón. Es decir, más sureño imposible. Apoyado por un batería y con un catálogo de guitarras hechas a mano por él mismo a base de remos, botellines de cerveza o placas de matrículas oxidadas, logró levantar al respetable con temas como ‘Walkin’ Man’, ‘Summertime Boy’, ‘Roy’s Gang’ o una ‘Soul Food’ que vendrá incluida en su próximo nuevo trabajo Only On Vinyl, que obviamente hará honor a su título y no estará disponible en plataformas digitales. Solo en tiendas.

Foto Wolf Alice: María García

Giramos unos metros para presenciar la actuación de Wolf Alice en el segundo escenario grande. Hace justo cuatro años, en el mismo lugar y a una hora similar, les vimos defender las canciones de Visions Of A Life. Con el estupendo Blue Weekend del pasado curso han subido un peldaño más y se nota que aún les queda margen para seguir creciendo. Y es que los británicos han dado con la tecla para encontrar el equilibrio en ese eclecticismo que tanto gusta a las nuevas generaciones sin que resulte forzado. Liderados por una Ellie Rowsell comodísima en su papel de frontwoman, a ratos sonaron potentes con ‘Smile’, ‘Play The Greatest Hits’ o ‘Giant Peach’, a la par que delicados y detallistas en ‘Delicious Things’, la acústica ‘Safe From Heartbreak (If You Never Fall In Love)’ y ‘How Can I Make It OK?’. Tal vez les falte algún tema de éxito para terminar de triunfar del todo, aunque ‘Don’t Delete The Kisses’, con la que acabaron, bien podría cumplir esa función.

Foto Thrice: María García

Nos cruzamos medio recinto para acudir a la cita con una de las bandas favoritas de esta casa. Siempre es un placer reencontrarse con Thrice, pues sabes que da igual el lugar y la hora: van a cumplir con las expectativas. Hace no mucho fantaseábamos con poder verles en nuestro país y poco a poco se están convirtiendo en unos habituales, lo cual es una magnífica noticia. Más aún cuando la banda se encuentra en un estado permanente de exquisita madurez. Se les puede acusar de ser un tanto fríos, pero temas como ‘Firebreather’, ‘Black Honey’, ‘Of Dust And Nations’ y ‘Hurricane’, hablan por sí solos. Entre la homogeneidad que son capaces de conseguir, en el repertorio destacaron la siempre celebrada ‘The Artist In The Ambulance’, una inesperada ‘Music Box’, su versión del ‘Helter Skelter’ de The Beatles (muy apropiada para un festival) y el habitual cierre con ‘The Earth Will Shake’ que, como de costumbre, nos peinó para atrás. Afortunados quienes les pillen en su gira de otoño por el viejo continente junto a Coheed And Cambria y Touché Amoré.

Foto Frank Carter: María García

Se nos planteaba el primer dilema en forma de solape. Había interés por comprobar en qué momento se encuentran Placebo ahora mismo (más sabiendo que caería su cover de ‘Running Up That Hill’ de Kate Bush, popularizada de nuevo por la serie Stranger Things). Pero ya se sabe que al final la cabra siempre tira al monte y tras la exhibición de Thrice nos quedamos con más ganas de caña. Y para solucionarlo teníamos al mejor hombre posible. Junto a sus Rattlesnakes, Frank Carter volvió a demostrar porque es uno de los mejores frontmans de su quinta. Ya no es solo que el cabrón desprenda carisma y peligro a partes iguales a cada milímetro que se mueve, sino que él mismo es consciente de ello y se luce convirtiéndose en todo un caramelito (y a veces un dolor de cabeza) para los fotógrafos. Con los nuevos cortes de un Sticky que, como sospechábamos, ganan en pegada cuando son interpretados en vivo (‘My Town’, ‘Sticky, ‘Bang Bang’), salió directo a matar fundiéndose con el público a la más mínima oportunidad, dejando alguna que otra instantánea para el recuerdo. Una de las mejores, sin duda, fue verle organizar un wall of death solo para el público femenino antes de atacar ‘Wild Flowers’. Seguramente fue el concierto más intenso y divertido de todo el día. Lástima que tuviésemos que retirarnos a la mitad. Cuatro jinetes nos esperaban en la otra punta del recinto.

Y es que ya se sabe que cuando Metallica tocan en tu ciudad todo gira prácticamente alrededor de ellos. No hace falta decirlo, pero a estas alturas (en realidad hace ya mucho tiempo) su nombre ha traspasado los límites del metal hasta el punto de que encabezar un festival tan ecléctico como el Mad Cool no sea visto con extrañeza. Gracias a la organización, pudimos meternos en el Snake Pit y ver todo su show en condiciones inmejorables. Desconozco cómo se vivió desde varias filas más atrás, pero la impresión de tenerles pasando a dos palmos de tu cara es algo que tardará en borrarse de mi cabeza. Porque más allá de toda la pirotecnia (el fuego en ‘One’ y ‘Moth Into The Flame’ casi nos achicharró) o los audiovisuales de las pantallas, el gran valor de un concierto de James Hetfield y compañía siguen siendo ellos mismos y un repertorio imbatible dentro de su estilo. No faltaron ‘Whiplash’ ni ‘Creeping Death’ (con las que abrieron emergiendo la batería de Lars Ulrich en la pasarela del escenario), ‘Sad But True’, ‘Fade To Black’ (dedicada a aquellos que sufren de salud mental) ni ‘Seek & Destroy’, e incluso ya en el bis un regalito para los más puretas en forma de ‘Damage Inc.’.

Foto Metallica: María García

La confianza que tienen es tal que se pueden permitir cambiar las reglas de su propio juego. Así surgen frivolidades como interpretar ‘Enter Sandman’ en los primeros compases del concierto, que un punto álgido como ‘Nothing Else Matters’ aparezca como la sexta canción de la noche, y que hasta bromeen sobre St. Anger tocando una sorprendente ‘Dirty Window’ que incluyó ¡¡¡un solo de guitarra!!! Como lo leen. Metallica han llegado al punto en el que son capaces de reírse de sí mismos por haberse convertido en un meme. Porque, efectivamente, nada más importa si Hetfield ya no llega a los agudos, Kirk Hammet mete la gamba en algún solo, Ulrich es incapaz de llevar el tempo, que después de tantísimos años Robert Trujillo no acabe de encajar estéticamente con el resto de su compañeros, o que cuando se despidan después de ‘Master Of Puppets’ parezcan los Reyes Magos lanzando púas a la audiencia como si fuesen sugus. Todo eso continúa siendo superado por el conjunto del espectáculo de tal manera que la experiencia de ver a los de San Francisco todavía siga mereciendo la pena siempre que se pongan a tiro. Pese a quién pese, Metallica siguen siendo mucho Metallica.

Foto Fever 333: María García

Después de aquello, pensábamos que Fever 333 pondrían el broche a un primer día de notable. Muchos guardábamos el recuerdo de su increíble paso por el Download de 2019, por lo que las espadas estaban en todo lo alto. Sin embargo, a mí me dejaron un tanto frío. Y no me malinterpretéis. Un grupo en el que figure Jason Aalon Butler siempre asegurará una actuación explosiva. En buena parte, así lo fue cuando descargaron ‘Prey For Me’, ‘Walking In My Shoes’ o ‘Burn It’, convirtiéndose en una acertada actualización de Rage Against The Machine que aúna rock y hip hop capaz de resucitar a más de uno a esas horas. El problema es que a su performance le sobraron pistas pregrabadas y algo de pose sobreactuada (el guitarrista Stephen Harrison se pasó casi más tiempo bailando que tocando su instrumento). Se contuvieron bastante hasta la recta final en la que comenzaron a jugar con todo lo que pillaban sobre el escenario (cubos de basura, monitores, plataformas para montar una mini rampa sobre la que lanzarse…) y finalizaron con Butler y Harrison subidos a lo más alto de la estructura de la carpa The Loop. Sumado a lo breve de su set, lo cierto es que nos dejaron un poco a medias. Eso, o que su anterior vista aún pesa demasiado en la memoria.

JUEVES 7
Arrancamos el día como un tiro gracias a unos Nothing But Thieves que se marcaron un verdadero clinic sobre cómo dar un concierto en un festival. Primera hora de la tarde, calor abrasador, escenario secundario y mucha gente esperando su salida como si se tratara de una de las bandas principales. El combo británico estuvo más que a la altura desde una ‘Futureproof’ que evidenció la tendencia más guitarrera de su rock alternativo con toques pop cuando están sobre las tablas. La intensidad fue creciendo a medida que iban pasando unos temas (‘I Was Just A Kid’, ‘Trip Switch’, la balada ‘Sorry’ y una rotundísima ‘Amsterdam’) que entraron solos incluso para alguien que no estuviese familiarizado con ellos. Sobresalió un Conor Mason impecable clavando cada una de las notas con una naturalidad pasmosa. Viendo actuaciones así, uno termina de entender porque están subiendo para arriba.

Otros que se encuentran en pleno ascenso son Amyl & The Sniffers. En un horario que les situaba en uno de los escenarios grandes y justo antes de que arrancasen los cabezas de cartel de la jornada, era una oportunidad perfecta para comprobar si el hype de los australianos está justificado. Sinceramente, y esto es una opinión bastante personal, no termino de conectar ni comprender el porqué de su popularidad. Es verdad que Amyl es un torbellino que no para quieta ni un segundo y su actitud garrula resulta entrañable. Pero su repertorio resultó plano, con apenas momentos destacables como ‘Freaks To The Front’ o ‘Hertz’, sumado a un sonido muy justito que no les benefició en absoluto. Seguro que en un club la historia es bien distinta, pero el Main 2 se les quedó enorme.

Foto Amyl & The Sniffers: María García

¿Alguna vez habéis estado en un restaurante que os encanta, con buena compañía, ambiente inmejorable y un vino delicioso, pero cuando pides tú plato favorito y te lo llevas a la boca te sabe horrible? Pues justo eso mismo fue lo que ocurrió con Deftones. Ya nos habían advertido que su paso por el Resurrection Fest no convenció a prácticamente nadie. En cuanto abrieron con ‘Genesis’ entendimos por qué. Un festín de graves como pocas veces he escuchado en mi vida devoró absolutamente todo sepultando la inapreciable voz de Chino Moreno. Aquello fue mejorando ligeramente, pero costaba llegar a disfrutar de joyas como ‘Tempest’, ‘Digital Bath’ o ‘Sextape’ lastradas por una acústica verdaderamente pésima. Más rabia dio al comprobar que tanto el setlist bien escogido, unos visuales espectaculares y un Chino motivado y en forma estaban funcionando de maravilla. Incluso el público respondió dándolo todo en cañonazos como ‘My Own Summer (Shove It)’, ‘Headup’ (con la colaboración sorpresa de Jason Aalon Butler de Fever 333), ‘Diamond Eyes’ o una coreada ‘Change (In The House Of Flies)’. Pero ni por esas. No hubo manera. Lo que pudo haber sido uno de los mejores conciertos de esta edición acabó resultando en la mayor de las decepciones.

Nos fuimos directos a una de las carpas pequeñas para intentar quitarnos el mal sabor de boca con Brutus. Llama la atención como siendo una banda pequeña y modesta no solo sean capaces de colarse en fiestas tan grandes como esta, sino además ir arañando seguidores en cada oportunidad. Y esta tampoco fue una excepción. A pesar de que su estilo resulta complicado de definir (a medio camino entre el post hardcore y el post rock), la fórmula es efectiva cuando ejecutan ‘Baby Seal’, ‘All Along’, ‘Space’, la belleza imperial de ‘War’ o una larguísima ‘Sugar Dragon’. Stefanie Mannaerts volvió a dirigir a sus dos compañeros desde esa sala de máquinas que tiene por batería sin perder el ritmo además de cantar sus melodías descarnadas. Hay ganas de hincarle el diente a su próximo disco que debe estar a la vuelta de la esquina.

Foto St. Vincent: María García

Imagino que la gran mayoría a esas horas de la noche estarían más pendientes de pillar un buen sitio para dos formaciones tan masivas como Imagine Dragons y The Killers. Nosotros preferimos pasar de los dos puntos calientes del jueves, primero para reponer fuerzas en los puestos de comida, y después para hacernos un hueco en las primeras filas del que sabíamos que iba a ser una de las actuaciones definitivas de esta edición. La admiración que sentimos por St. Vincent va aumentando a cada reinvención que Annie Clark se saca de la chistera. Soy de los que prefiere su etapa más pop rock industrial de Masseduction, pero hay que descubrirse ante la nueva propuesta con el premiado Daddy’s Home. Con una estética retro cuidadísima al milímetro (hasta su asistenta iba vestida como la camarera de un diner), un trío de coristas que dio muchísimo juego tanto vocal como visualmente, y una banda que funcionaba como un reloj capitaneada por el productor Justin Meldal-Johnsen, la de Tulsa desplegó todo su estilazo sobre las tablas. Daba igual si adaptaba viejos éxitos como ‘Digital Witness’, ‘Birth In Reverse’ y ‘Los Ageless’ (que barbaridad, por favor) al funky-soul 70’s de esta etapa, o nos ponía a mover el trasero con ‘Down’ y ‘Pay You Way In Pain’. La revisión de ‘Slow Disco’ convirtió aquello en una fiesta de la diversidad para después mandar en ‘Cheerleader’ un recadito a la Corte Suprema yankee por “querer devolvernos a los tiempos oscuros” en clara referencia a la polémica ley sobre el aborto. Fue un verdadero lujazo disfrutar tan de cerca a un artista que el tiempo acabará colocando a la altura de las más grandes. A las puertas del fin de semana del Orgullo, St. Vincent reinó como pocas en el Mad Cool.

VIERNES 8
Cuando llevas tres días de festival a las espaldas, sin darte cuenta empiezas a adquirir ciertas dinámicas. Una de ellas fue comenzar la jornada en el tercer escenario. A la hora de la comida nos llegó la mala noticia de la cancelación de Black Pumas por enfermedad. Eran nuestro primer objetivo, así que optamos por otra opción similar como Jamie Cullum. Hace ya tiempo que el británico dejó de ser una de las sensaciones del momento, pero con más de 20 años de carrera demostró que le sobran tablas para torear en terrenos como este. A base de jazz, soul, funk, versiones de ‘Shape Of You’ de Ed Sheeran y ‘Don’t Stop The Music’ de Rihanna y una actitud fiestera, consiguió levantar aquello pese a que algunos ya comenzaban a acusar el desgaste.

Foto Haim: María García

Tuvimos que frotarnos los ojos en cuanto llegamos a los escenarios principales. ¿Eran chorizos gigantes lo que estaba colgando del techo en Haim? Pues sí, lo eran. Las hermanísimas se las apañaron para dar una actuación divertida y refrescante interactuando con la audiencia en temas de classic pop como ‘Want You Back’, ‘3 AM’, ‘Gasoline’ y ‘Summer Girl’ intercambiándose los turnos al micrófono. Tal vez les sobró algún numerito como el de simular una llamada telefónica con un ligue festivalero, hacer que su saxofonista se marcase un solo o invitar a que las chicas se subieran a hombros de sus parejas, en lugar de haber colado un par de canciones más, pero tampoco enturbió un concierto la mar de entretenido.

Todo lo que les faltó a Deftones el día anterior a la misma hora y en el mismo lugar lo tuvieron The War On Drugs. Vale, Adam Granduciel y su banda son más sosos que un bocata de garbanzos, tienen menos presencia escénica que una piedra y encima no llevan ningún tipo de producción extra con la que deslumbrar al personal. Por contra, sonaron de maravilla y se marcaron un setlist de verdadero ensueño que orbitó alrededor de I Don’t Live Here Anymore. ‘Old Skin’ fue un inicio de tanteo, pero ya con ‘Pain’ y ‘Red Eyes’ metieron la directa. Desgraciadamente, un público excesivamente pasota y más pendiente de cotorrear no ayudaba a meterse de lleno cada vez que a Granduciel le tocaba encarar los solos de ‘I Don’t Wanna Wait’ o ‘Victim’. ‘Under The Pressure’ sí logró que cerrarán la boca y coreasen por unos minutos. Son una banda impecable, pero pertenecen a ambientes más íntimos y no tan masificados.

Dado que ya habíamos visto a Incubus tan solo unos días atrás, decidimos saltarnos su actuación para adentrarnos en alguna de las carpas. En una de ellas estaban unos Jardín De La Croix que atronaron de lo lindo como viene siendo costumbre en ellos. Hacía tiempo que no les veíamos y siguen manteniendo el tipo con los temas de Circadia como columna vertebral de su set (ya saben: ‘Seventeen Years To Hatch An Invasion’, ‘Green Architect’, ‘Trail From Alaska’…). Aunque todavía están unos peldaños por debajo de Toundra en lo que se refiere a popularidad, su nivel es tan meritorio como para situarles entre lo mejor del post rock instrumental de nuestra escena. Acabaron por todo lo alto (literalmente) con Ander subido a la estructura del escenario para alucine de todos los que estábamos allí. Sobradísimos.

Pasamos a la carpa contigua para ver a Higher Power cuando todavía estaban terminando de probar sonido. Aquello era un solar, cosa lógica teniendo en cuenta el solape con otras propuestas más llamativas para el gran público, y tampoco congregaron a mucha gente. Pero para quienes querían una dosis de caña a esas horas, la encontraron en las canciones de 27 Miles Underwater. Tampoco acabaron de sonar muy allá, pero se les vio con ganas y sirvieron para hacer tiempo antes de la máxima atracción del viernes.

Reconozco que lo mío con Muse ya viene de muy lejos. Me he desentendido (dentro de lo posible) de todo lo que vienen haciendo en el estudio desde hace una década. Con todo, y a pesar de que su última visita a Madrid no me convenció, intenté poner de mi parte para ver si conseguía reconectar con ellos, aunque fuese solo un poquito. Y en algunos momentos surgió la magia. Eso sí, desde luego no fue con ‘Will Of The People’ (ese sonrojante fusilamiento al ‘The Beautiful People’ de Marylin Manson), la cual pasó sin pena ni gloria a pesar de ser el tema escogido para abrir el show. Claro, que luego te clavan ‘Hysteria’ y ‘Stockholm Syndrome’ y el asunto cambia, vaya que sí. Hasta un single reciente como ‘Won’t Stand Down’ pegó bien duro. A la que Matt Bellamy se cuelga la guitarra y empieza a disparar riffs (se le veía enfurecido colando guiños a AC/DC, Rage Against The Machine, Jimi Hendrix y Slipknot) te recuerda porque un día te llegaste a enamorar de ellos.

Foto Muse: María García

En comparación a su anterior gira, el despliegue fue más “modesto”. Si es que se le puede llamar así a una puesta en escena que incluye llamaradas, lluvia de confeti y hasta una gigantesca máscara de espejos que emergió desde detrás del escenario. Es esa parte excesiva la que me molesta de los actuales Muse. Sin su Manson entre las manos, Bellamy pierde mucho como frontman. Más aún cuando quiere jugar a ser Coldplay en ‘Madness’ (el intento fallido de sing along resultó forzadísimo) y ‘Starlight’ poniendo morritos a la cámara. Luego te vuelven a enchufar ‘Time Is Running Out’, ‘Supermassive Black Hole’, ‘Plug In Baby’ y el himno de karaoke revienta estadios que es ‘Knights Of Cydonia’ y se te pasa. Cal y arena para los de Devon.

Alguno se frotaba las manos el día antes pensando en lo que podría ser ver a Zeal & Ardor en un escenario tan propicio como lo fue el tercero. Con todo el mundo retirándose después de Muse, parecía que nos íbamos a quedar cuatro gatos a verles. Pero la suerte de estar situado cerca de la puerta de salida hizo que más de uno decidiese cambiar de opinión y quedarse hasta el cierre. Y no me extraña, porque el bolazo de la comuna liderada por Manuel Gagneux fue de los que hacen afición. Con su imponente logo presidiendo, no se andaron con tonterías y castigaron con dureza desde el pitido inicial. ‘Church Burns’, ‘Ship On Fire, ‘Row Row’… Guantazos sónicos uno detrás de otro. Y venga, a poner la otra mejilla. ‘Run’, ‘Death To The Holy’, ‘Don’t You Dare’. Era como si estuviésemos en una misa negra al sur de Estados Unidos. Los toques de blues y gospel entraron como cuchillo en panza contrastando con la tralla extrema y precisión relojera de un grupo que sonó tremendamente endemoniado. Las puertas del averno abiertas de par en par. Creíamos que ‘Devil Is Fine’ iba a ser el único momento de respiro, pero que va. Cánticos de esclavos negros y pogo incesante. Hasta el propio Gagneux flipaba con la que estaban liando. De esos conciertos que marcan un antes y un después. Lo de Zeal & Ardor fue algo inhumano, irreal, inenarrable. Un disparate. El concierto del festi. Si te lo perdiste, harás bien en arrepentirte por ello.

SÁBADO 9
Nos tomamos con algo de calma el inicio del sábado. Las energías ya no eran las mismas que días anteriores y lo cierto es que a la jornada le costó despegar. Probamos suerte con Guitarricadelafuente. Había curiosidad por descubrir qué es lo que tiene de especial este joven cantautor de 24 años que en poco tiempo se ha convertido en una de las mayores estrellas emergentes de nuestro país. Lamentablemente, la intimidad de sus canciones y un volumen algo bajito no acompañaron para una hora tan tempranera. Así que nos retiramos pronto en busca de algo que nos despertase de la siesta.

Y lo encontramos una vez más, como no, en el escenario 3 con unos Don Broco con ganas de armar una buena fiesta. Rob Damiani parecía recién salido del casting de Miami Vice con ese look tan exageradamente ochentero. No les costó demasiado activar los pogos gracias a ‘Manchester Super Reds No. 1 Fan’, ‘Technology’, la cachonda ‘Bruce Willis’ y su ya clásica ‘T Shirt’ haciendo que todo el mundo agitase sus camisetas al viento. Otro de esos conciertos que te dan la vida.

Foto Don Broco: María García

Por contra, Leon Bridges nos hizo lamentar todavía más la baja de Black Pumas el día anterior. Al de Atlanta le pasa lo mismo en directo que en sus discos. Tiene los ingredientes para hacer una buena mezcla de soul y rnb con toques de jazz y hasta country, pero nunca termina de rematar la faena. Sobre el escenario se le notaron las costuras y una evidente carencia sobre cómo manejar un concierto de esta tesitura. ‘Smooth Sailin’, ‘Motorbike’, ‘Bad Bad News’ y ‘River’ se fueron sucediendo sin que aquello acabase de funcionar. En el fondo, Leon es como ese chico que en una cita no para de decirte cosas bonitas, pero nunca termina de lanzarse. Para hacer soul hay que ser romántico, sí, pero también tener algo de picardía. Hizo lo que pudo, pero al final no logró llevarnos a la cama.

Foto Pixies: María García

Ya sabemos que los Pixies no son un derroche de carisma. Tampoco fue distinto esta vez, pero optaron por darle la espalda a sus últimos e innecesarios discos para centrarse en lo que todos queríamos escuchar: el fantástico catálogo de clásicos que les convirtió en los padres del rock alternativo de los 90. De menos a más, fueron soltando en cascada todos sus éxitos: ‘Wave Of Mutilation’, ‘Isla De Encanta’, ‘Planet Of Sound’, ‘Head On’, ‘Gigantic’, ‘Bone Machine’, ‘Monkey Gone To Heaven’, ‘Here Comes Your Man’, ‘Hey’, ‘Where Is My Mind?’, ‘Debaser’… Imposible no rendirse ante un repertorio de más de una veintena de canciones. No dijeron ni pio, pero por las caras de satisfacción de Black Francis y Joey Santiago al finalizar agradeciendo al público su presencia, se podría decir que hasta se fueron contentos a casa. No soy defensor de su etapa actual (más bien lo contrario), pero grupos así son todo un tesoro a conservar.

Foto Kings Of Leon: María García

La otra vez que vi a Kings Of Leon en el Mad Cool hace 5 años me parecieron uno de los grupos más peñazo que he visto nunca. Sonaban y tocaban perfectos, pero no conseguían transmitir absolutamente nada. Tampoco me convirtieron en fan en esta ocasión, pero tengo que decir sí me dieron la impresión de acercarse ligeramente al estatus que se les presupone. Tienen algunas píldoras bastante efectivas como ‘Radioactive’, ‘On Call’ o incluso algo más rockeras como ‘The Bucket’ y ‘Molly’s Chambers’. Aunque en verdad lo que todo el festival estaba deseando era que sonasen unas ‘Use Somebody’ y ‘Sex On Fire’ que se las cantó hasta el último camarero de las barras. Sigo pensando que tienen más de lo que merecen, pero al menos mejoraron mi impresión sobre ellos.

Foto Florence + The Machine: María García

Sin duda el de Florence + The Machine eran el gran nombre del día. Con una expectación cercana a la que hubo por Metallica o Muse, lo que ha logrado Florence Welch es un culto que roza lo mesiánico. Y es que toda la puesta en escena que despliega invita a unirse a ello. Con una banda sobria pero solvente que se quedó en un segundo plano, la londinense emergió de entre las sombras vestida de rojo como si de una hechicera de Game Of Thrones se tratara. No tardó en embrujarnos con ‘Heaven Is Here’ a modo de introducción para poco a poco llevarnos al éxtasis con ‘What Kind Of Men’, ‘Kiss With A Fist’, ‘Dogs Days Are Over’ o las brillantes ‘King’ y ‘Dream Girl Evil’ del reciente Dance Fever. En esta última hizo una de sus visitas al foso para fundirse con la audiencia en una experiencia casi religiosa. Con una energía desbordante, corría de un lado al otro del escenario sin perder el tono mientras se echaba sobre las espaldas el peso de un concierto para 60.000 personas. Su forma de controlar a las masas es digna de las más grandes. Faltaron muchos hits, pero fue un regalo poder escuchar ‘Never Le Me Go’ desnuda al piano (confesó que hacía más de una década que no la tocaba). Bis con ‘Shake It Out’ y ‘Rabbit Heart (Rise It Up)’ y ovación cerrada por la puerta grande. Se suele decir muy a la ligera aquello de “es una diosa”, pero esa noche Florence se disfrazó como tal una vez más.

No sé si fue cosa mía, pero el sábado identifiqué una mayor presencia de público extranjero, especialmente británico. Y si me quedaban dudas, estas se despejaron por completo en Royal Blood, dónde no pararon de volar minis de cerveza. Uno miraba a su alrededor y no sabía si estaba en Glastonbury o en Magaluf entre tanto guiri. Por su parte, Mike Kerr y Ben Thatcher me hicieron revivir las mismas sensaciones que me he llevado siempre que les he visto. Suenan como un cohete y con tres álbumes ya aglutinan un repertorio ideal para reventarlo en un festival (‘Typhoons’, ‘Boilermaker’, ‘Lights Out’, ‘Come On Over’, ‘Little Monster’, ‘Figure It Out’…), pero la pose chulesca de estrellitas del rock me cansa demasiado. Especialmente la de un Thatcher que aprovechaba la más mínima oportunidad para bajarse de la batería a que le adorasen. Ni que fueses John Bonham, chico. Es una lástima porque no vivimos en una época en que grupos de rock jóvenes lleguen a un público tan grande y ellos parecen ser de los pocos elegidos de esta generación para liderar el género dentro del mainstream en el futuro inmediato. No se puede tener todo siempre a favor.

DOMINGO 10
Habiéndose sacado de la manga un día extra por el que había que pagar el correspondiente suplemento, con el añadido de ser un domingo, la última jornada experimentó una considerable reducción en el número de asistentes. La organización intentó solucionarlo regalando entradas hasta última hora para que aquello no pintase tan desangelado, a pesar de que algunos agradeciésemos poder movernos con mayor comodidad por el recinto. La pega es que pocos alicientes encontramos en una programación que se había montado alrededor de Jack White.

Pero alguna motivación encontramos. Sobre todo, cuando de repente nos enteramos que Cala Vento actuarían en The Loop para suplir la caída de Arlo Parks. Comentaban Aleix y Joan que justo el día antes por la tarde estaban disfrutando del fin de semana libre cuando les llamaron para tocar. La pareja se coló en la fiesta sin quererlo y acabó reinando en una carpa que fue de menos a más tanto en público como en intensidad. Choca que una propuesta tan sencilla como la suya esté llegando a sitios cada vez más grandes, pero ves a la peña cantar a pleno pulmón ‘Un Buen Año’, ‘Gente Como Tú’, ‘Todo’, ‘Isla Desierta’ y ‘Abril’, y entiendes porque estos dos colegas de L’Empordà están dónde están. Y lo que les queda por vivir…

Foto Sam Fender: María García

Según salimos del meollo, nos dirigimos a la zona de los escenarios principales para pillar los últimos minutos de Sam Fender. No pudimos juzgar demasiado, pero el regustillo al Springsteen más clásico de ‘Hypersonic Missiles’ nos cautivó lo suficiente como para darle una oportunidad a la vuelta en casa. Probamos suerte con Nathy Peluso, uno de los nombres más al alza del pop actual. Sinceramente, duramos dos temas. Puedo entender que su propuesta que picotea de la música urbana y los ritmos latinos resulte atractiva entre el público más joven (la media de edad bajó muchísimo en esta jornada de cierre), pero entre su falta de definición estilística y que hay que pegar bien la oreja para entender su peculiar pronunciación, optamos por retirarnos a cenar.

De regreso, Natos Y Waor ya tenían convocado a un buen puñado de chavales enfrente de su escenario. Con varias fechas en pabellones ya confirmadas para 2023 (en Madrid ya han agotado un Palacio de los Deportes y van a por una segunda noche con año y medio de antelación), es indudable que estos dos raperos están ahora mismo en la cresta de la ola. Además de temas propios, invitaron a Recycled J para acometer varios cortes de su proyecto conjunto Hijos De La Ruina con ‘Sudores Fríos’ y ‘Más Alcohol’ como puntos álgidos. El hip hop no es lo nuestro, pero es obvio que su fórmula triunfa entre la juventud.

Entre tanta chavalada costaba ubicar a Jack White en una jornada dónde aparentemente pintaba poco por muy súper estrella que sea. De hecho, chocó bastante que tras elevarse las cortinas que cubrían el escenario y apareciese junto a su banda para atacar ‘Taking Me Back’, se retirase durante unos minutos ante la incertidumbre general. Más tarde nos enteraríamos que había sufrido un “imprevisto” con su pantalón. A su vuelta, se le notaba incómodo y hasta molesto. Tal vez el día antes (coincidía con su cumpleaños) se pegó una buena fiesta y estaba pagando la resaca. Costó que aquello despegara, pero en cuanto empalmó ‘Hotel Yorba’ y ‘The Hardest Button To Button’, empezó a ser otra cosa. Tirando mucho de cancionero del pasado (‘Fell In Love With A Girl’ de The White Stripes, ‘I Cut Like A Buffalo’ de The Dead Weather y una celebrada ‘Steady, As She Goes’ de The Raconteurs), acabó poniéndose a tono y aunque fue una actuación claramente inferior a la que le vimos en 2018, terminar con un himno como ‘Seven Nation Army’ es siempre una apuesta ganadora para clausurar un festival.

Nos quedará todavía el bonus track del Mad Cool Sunset en septiembre con Rage Against The Machine a la cabeza, pero permaneceremos muy atentos a todos los movimientos que se produzcan en los próximos meses de cara a la edición de 2023. Lo que sí se puede decir es que, a pesar de los contratiempos, por esta vez la balanza entre lo negativo y lo positivo que nos ha ofrecido este año el Mad Cool se ha inclinado hacia lo segundo.

GONZALO PUEBLA