FECHA: 11/04/2023
LUGAR: PALAU SANT JORDI (BARCELONA)
PROMOTOR: DOCTOR MUSIC

Pocos conciertos recuerdo que me hubieran provocado tanto morbo como este de Måneskin en Barcelona. El debate entre quienes los consideran un fenómeno positivo para que las nuevas generaciones se enganchen a la música de guitarras y quienes piensan que son una basura sigue abierto, así que nada mejor que verlos en vivo para ver si su directo inclinaba la balanza hacia un lado u otro.

Lo que es innegable es que habría que remontarse a no sé cuándo para encontrar un ejemplo de una banda de rock que con menos de diez años de vida hubiera conseguido agotar las entradas de todo un Palau Sant Jordi con meses de antelación. Quizá no lo ha habido nunca. Eso de por sí, ya debería verse como una buena noticia, aunque como comprobamos en nuestro podcast, tampoco es ninguna garantía de que sus fans salieran al día siguiente a comprar discos de Stooges, Bowie, Zeppelin o cualquiera de los grupos en los que se inspiran los italianos. O ni siquiera se molesten en escucharlos.

Tampoco es culpa suya. Si mi generación creció con un sentido de la evolución musical en vertical, en una cadena en la que podríamos identificar fácilmente los eslabones que van de Chuck Berry a Måneskin, la Generación Z ha cambiado el eje a una posición horizontal, en la que nada está relacionado con nada… y con todo a la vez. Solo depende del orden en el que el algoritmo decida cuál es el próximo vídeo que te aparecerá en TikTok.

Foto © Måneskin

Pensemos lo que pensemos, lo que está claro es que Måneskin no son responsables de esta situación, aunque hayan sabido aprovecharla al máximo. Y lo que también es indudable es que nada de esto importa en cuanto cae el enorme telón rojo que cubre el escenario y la banda arranca con ‘Don’t Wanna Sleep’ entre un griterío ensordecedor.

Los primeros veinte minutos, en los que empalman hits como ‘Gossip’, ‘Ziiti E Buoni’, ‘Own My Mind’ y ‘Supermodel’ bastan para comprobar que los tipos tocan y que su sonido es mucho más mordiente y sucio de lo que cabría esperar de una banda que reina en el mainstream. Y también hay que remarcar que el grupo no se esconde ante una gran montaje audiovisual. Un rig gigantesco de luces retráctiles que sube y baja, y un par de pantallas laterales es toda la parafernalia que llevan, así que toda la atención se centra en el desgaste físico que ejercitan durante casi dos horas. Que es mucho.

Foto © Måneskin

Quizá conscientes de que se han convertido en ídolos a través de las pantallas, Damiano David (voz), Thomas Raggi (guitarra), Victoria De Angelis (bajo) y Ethan Torchio (batería) buscan constantemente romper la cuarta pared, bajando al foso en ‘Bla Bla Bla’, haciendo crowdsurfing en ‘I Wanna Be Your Slave’, paseando entre el público montado en hombros de un roadie emulando a un joven Angus Young durante ‘Mammamia’, o subiendo al escenario a una docena de fans para que bailaran al son de ‘Kool Kids’, el último tema antes del bis. Ya me gustaría que más bandas tuvieran ese hambre por conectar con su público. En cuanto ganas, entrega y energía, nada que reprocharles.

Otra cosa es que, como es mi caso, muchas de sus canciones te puedan dejar bastante frío, o que cuando interpreten ‘Coralina’ no puedas evitar pensar que estás escuchando a Eros Ramazzotti cantando una balada de Red Hot Chili Peppers. O sea, un absoluto horror.

Pese a que reconozco que me lo pasé bastante mejor que cuando en su día vi a ZZ Top o Velvet Revolver, por poner dos nombres contra los que no tenía ninguno de los prejuicios que pueda tener con los italianos, salí sin saber si realmente había visto un concierto de rock o una representación de un concierto de rock. Y es que incluso en los momentos de más descontrol, todo en Måneskin parece demasiado controlado.

JORDI MEYA