FECHA: 26 DE JULIO DE 2019
LUGAR: 
WANDA METROPOLITANO (MADRID)
PROMOTOR: LIVE NATION

Antes de comenzar esta crónica, voy a dejar las cosas claras: hace años que Muse dejaron de interesarme. He seguido de reojo sus últimos lanzamientos, pero ni me he molestado en escucharlos enteros. A mi entender, los británicos pasaron a mejor vida con la publicación del infame The 2nd Law. ¿Acaso merece la pena seguir prestándole atención a una banda que da por buena semejante aberración sónica como para presentarla al resto de la humanidad? Por supuesto, desistí de acudir a sus últimas giras ante la más que probable decepción. 

Pero de una manera u otra , decidí tomarme su nueva visita a la capital para comprobar de primera mano cuanto han cambiado los de Matt Bellamy en esta década. No en vano, la última vez que disfruté de su directo fue hace nueve años en el Vicente Calderón, en lo que supuso su bautizo en España como banda de estadios. Ahora tocaba hacerlo en el nuevo feudo rojiblanco, el Metropolitano, aunque con algo menos de expectación que en otras ocasiones. Si bien el recinto acabó registrando una excelente entrada, no se llegó al sold out completo.

Siguiendo lo marcado en el guión, tanto Mini Mansions como Nic Cester cumplieron la misión que se les había encomendado: hacer más llevadera la espera hasta la hora marcada sin robar el show. En el caso de los primeros, la banda encabezada por el Queens Of The Stone Age Michael Shuman y completada con miembros secundarios de The Last Shadow Puppets y Arctic Monkeys, ejecutó un pop rock de cadencias bailables con relativa solvencia. Por su parte, el líder de Jet consiguió una mayor ovación tirando del archiconocido ‘Are You Gonna Be My Girl’. Despachados los teloneros, era el turno de Muse.

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Al contrario que en giras previas (recuerden esa pseudo-nave espacial que presidía la gira de The Resistance), la puesta en escena de este Simulation Theory World Tour cumple todos los standards de los montajes para estadios de hoy en día. Una pantalla gigantesca para no perder detalle, una pasarela que conecta el escenario con la zona central de la pista y, en  esta ocasión, bailarines. Sí, un escuadrón de soldados armados con trombones y ropas de tela LED acompañaron la salida de Matt Bellamy, Chris Wolstenholme y Dominic Howard al ritmo de ‘Algorithm’ y ‘Pressure’. Móviles al aire para inmortalizar el momento, pero escaso entusiasmo por parte del respetable. No sé qué pensarán ustedes, pero resulta significativo que en su día Muse fuesen vistos como el grupo de rock definitivo del nuevo milenio y ahora se hayan convertido en el grupo de rock definitivo para los millennials.

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Con el riff de ‘Psycho’ y ‘Uprising’ (primero de los varios momentos en los que Bellamy dejaría aparcada su guitarra Manson para ejercer con libertad de movimientos) el asunto empezaba a despertar. Y es que, a pesar de plantear un ritmo de concierto muy dinámico, los actuales setlists de Muse presentan altibajos muy pronunciados. Es lógico que estén obligados a defender temas como ‘Break It To Me’, ‘Propaganda’ o ‘The Dark Side’, pero cuando estos suenan tan vacíos que no llegan a transmitir absolutamente nada por sí mismos y tienen que recurrir a «trucos» como bailarines, lluvias de confeti, percusiones con tambores de un tamaño exageradamente ridículo o (como ocurriría más tarde con una versión más desarrollada de ‘Algorithm’) robots para mantener la atención del público, algo falla.

Por raro que pueda parecer, no hay mejor manera de comprobar el mapa de calor de un concierto que observar desde la grada qué canciones son las que hacen botar a la muchedumbre. Como era de esperar, estas fueron ‘Plug In Baby’, ‘Supermassive Black Hole’, ‘Hysteria’ (lo mejor de la noche) y ‘Time Is Running Out’. Es decir, los singles que hace años abrieron el camino para que los británicos sean una de las pocas bandas de rock «jóvenes» capaces de convocar a más de 50.000 personas por fecha. De su cancionero más reciente, apenas salvaron los muebles ‘Thought Contagion’ (con un coro intencionadamente buscado para ocasiones como esta), una ‘Dig Down’ transformada en balada enciende móviles (el único instante en el que vimos a Matt al piano) y esa ‘Madness’ que les acerca peligrosamente al terreno de los Coldplay o U2 más insustanciales, pero que aún así funciona en su vocación de himno para arenas.

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Pero seguramente lo que mejor resume el momento de Muse a día de hoy es ese medley ya en la recta final donde, bajo la presencia de un gigantesco alien hinchable, descargan algunos de sus temas más contundentes, entre ellos ‘Stockholm Syndrome’ y ‘New Born’ amputadas y ejecutadas con prisas. Díganme, ¿acaso no es triste que dos de las mejores composiciones de toda su carrera se tengan que ver relegadas a una especie popurrí cutre para cumplir en favor de medianías como ‘Mercy’?

El cierre triunfal con ‘Knights Of Cydonia’ es otro golpe de efecto para mandarnos a casa con mejor sabor de boca, pero no es capaz de esconder que actualmente Muse son tan prisioneros de su glorioso pasado como de su pobre presente.

GONZALO PUEBLA