FECHA: 31 DE MARZO DE 2025
LUGAR:
TEATRO COLISEUM (MADRID)
PROMOTOR: HOUSTON PARTY

 Si hubiera tenido que fiarme de todas las crónicas que he leído sobre la gira de aniversario de Heartbreaker, lo más probable es que hubiera preferido quedarme en mi casa. Por suerte o por desgracia, uno ha aprendido que no siempre hay que hacer caso a setlist.fm y que para valorar un concierto primero hay que verlo y, sobre todo, vivirlo. Si encima se trata de uno de Ryan Adams, todavía más.

Cualquiera que conozca al de Jakcksonville sabe que estamos ante un personaje imprevisible, con una habilidad innata para desquiciar a sus seguidores. Lo llevamos viendo desde hace años con todas sus idas y venidas repletas de rachas de incontinencia creativa. Sin ir más lejos, la última de ellas le ha llevado a publicar más de una decena de álbumes desde que en 2019 fuera públicamente cancelado. A estas alturas se hablado tanto de esta polémica que volver a explicarla resultaría reiterativo, por lo que, querido lector, si aún no sabe de qué estamos hablando, le sugiero que haga una búsqueda rápida y saque sus propias conclusiones.

El caso es que Adams lleva años intentando relanzar su carrera con aciertos y errores, como no podía ser otra manera viendo lo caótica que esta ha sido. En los últimos tiempos ha cambiado varias veces de mánager (o se han cansado de él, según a quien se pregunte) e intentó reformar a su antigua banda de acompañamiento, The Cardinals, que apenas le duró una gira. A nivel discográfico, ha combinado obras a reivindicar (no me cansaré de decir que Star Sign es lo mejor que ha grabado en lustros) y otras prescindibles (la punkarrada de 1985 no deja de ser un mero divertimento sin mucho fondo).

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Por ese mismo motivo, su actividad en vivo se ha concentrado en actuaciones por teatros donde revisa su extenso catálogo en formato íntimo y acústico, siendo capaz de repasar hasta una treintena de canciones cada noche. De hecho, eso mismo era lo que esperaba encontrarme en estas fechas conmemorado los 25 años de su debut. Según las noticias que nos habían llegado los días previos tanto de Barcelona (crónica aquí) como de A Coruña, acudí a la cita madrileña preparado para lo mejor y lo peor a partes iguales.

Con un Coliseum engalanado hasta la bandera para la ocasión, Ryan hizo su entrada vestido con chaqué, pajarita y bastón, luciendo como un profesor de universidad de comienzos del siglo XX. No en vano, la disposición de varias lámparas de salón repartidas por el escenario, sumado al marco incomparable en el que nos encontrábamos, creaba la atmósfera de haber viajado cien años atrás en el tiempo y estar en un viejo teatro vislumbrando a un fantasma entre la penumbra. Que la primera canción fuera una ‘To Be Young (Is To Be Sad, Is To Be High)’ reconvertida en un crudísimo blues, ayudaba a reforzar esa idea.

Por descontado que a lo largo de 3 horas hubo lugar para todo tipo de situaciones a cuál más inverosímil. Algunas amables como invitar a los fotógrafos a subir al escenario durante los primeros temas antes de acometer una espléndida ‘My Winding Wheel’. Otras mucho más tensas como cuando interrumpió ‘Amy’ debido a que algún inepto entre el público tiró un flashazo con su móvil, provocando el enfado y consecuente reprimenda por parte del cantautor. Íbamos por el tercer tema y ya ahí pensé que se nos acababa la historia. Afortunadamente, el ex Whiskeytown supo reconducir la situación sin mayores percances. En otra ocasión esto le hubiera sacado por completo del concierto, pero le debimos pillar en un buen día.

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Mientras iban cayendo ‘Shakedown On 9th Street’, ‘Oh My Sweet Carolina’ o ‘Don’t Ask For The Water’, Adams reflexionaba en voz alta (a veces paseando sin micro al borde del escenario) sobre la trágica perdida de su hermano Chris o su propio estado de salud. “No creo que pueda seguir haciendo esto durante mucho más tiempo”, confesó reconociendo la posibilidad de que estemos ante una de sus últimas actuaciones. Una sentencia que ha repetido infinidad de veces a lo largo de este tour y que uno no sabe bien si tomarse en serio o simplemente se trata del enésimo desvarío de una persona mentalmente frágil.

En todo caso, si esto fuera cierto, al menos en lo musical se le vio muy en forma. Vocalmente estuvo impecable y demostró ir sobradísimo como guitarrista, aunque a veces se pasara de vueltas (durante el segundo set de la actuación, se enredó con una virguería innecesaria en la outro de ‘Gimme Something Good’). Cuando acudía al piano se le notaba impreciso a las teclas, pero incluso ahí fue capaz de transmitir ternura en ‘In My Time Of Need’ aún con sus limitaciones. Por cosas como estas deja claro porque es un compositor tan especial. Eso y sus múltiples salidas del tiesto, aunque todas ellas las supo manejar con cierta gracia.

Por ejemplo, un momento tan bochornoso como el invitar a que una pareja tomara el escenario para una pedida de mano lo llevó lo suficientemente bien como para aquello no se fuera de madre, regalando a los prometidos una sentida ‘Call Me On Your Way Back Home’. Quizás para desquitarse reclamó a su técnico de guitarras y al chico del merchandising para que le acompañaran en ‘Bartering Lines’, la cual mutó en un ruidoso esfuerzo que sonrojaría a más de una banda aspirante de stoner rock. No vino a cuento de nada e incluso a ratos sonó excesiva rompiendo la tónica del concierto, pero así es él y así hay que quererle. Igual que cuando malinterpretó un piropo lanzado desde el público y se lanzó a improvisar un divertido tema titulado ‘Branco’ para cerrar el primer acto.

Foto: Blanca Gemma Fuerte

Tras el intermedio y un reinicio donde se tomó un minuto de silencio para admirar la majestuosidad del recinto (interrumpido irrespetuosamente por quienes aprovecharon para solicitar alguna canción), la segunda mitad de la noche transcurrió de forma relativamente fluida y sin apenas sobresaltos. Haciendo honor al espíritu dylaniano, Adams se reinterpretaba a sí mismo en la anteriormente mencionada ‘Gimme Something Good’ y ‘New York, New York’ de nuevo al piano, o rescatando gemas como ‘Two’ o ‘Dear Chicago’. No en vano, la cover crepuscular de ‘Not Dark Yet’ del bardo de Duluth le vino como anillo al dedo a pesar de una ejecución torpe por momentos. Tampoco anduvo muy atinado en otra acometida eléctrica junto a sus improvisados acompañantes (bautizados como The Devils) a la hora de inyectar decibelios al ‘I’m Waiting For The Man’ de la Velvet Underound.

Mejor sabor de boca dejó la recta final, permitiendo que el respetable escogiera la penúltima canción del setlist. Finalmente, un espectador fue seleccionado al azar para dictaminar que ‘Where The Stars Go Blue’ sería la elegida resultando en otro momento soberbio. Marcelo, si estás leyendo esto: gracias. No pudiste tener mejor gusto.

Quedaba una bala en la recámara y viendo que no había caído en el primer tramo, era evidente que ‘Come Pick Me Up’ daría carpetazo a una noche para el recuerdo. Todos en pie y ovación cerrada con ‘The Antichrist’ de Slayer sonando a todo trapo mientras nuestro protagonista se dedicaba a saludar y regalar autógrafos a las primeras filas. La perfecta metáfora de un cantautor a medio camino entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Si un concierto de Ryan Adams siempre es una moneda al aire, esta vez cayó por el lado de la cara.

GONZALO PUEBLA