FECHA: 14 DE MARZO DE 2022
LUGAR: WIZINK CENTER (MADRID)
PROMOTORA: LIVE NATION
Si hace tan solo dos meses hubiera tenido que apostar a que la gira europea de Tash Sultana se llegaría a celebrar, creo que no hubiera puesto ni un mísero euro encima de la mesa a su favor. La variante Ómicron hizo verdaderos estragos allá por diciembre del año pasado cuando poco a poco se empezaba a vislumbrar la ansiada «nueva normalidad», obligando a volver a la rutina de los últimos meses posponiendo o directamente cancelando todo lo planeado para el primer trimestre de 2022.
Por suerte, y aunque a estas alturas más vale andar siempre con pies de plomo, todo aquello parece ya cosa del pasado y empezamos a ver que los tours internacionales comienzan a animarse como ya ocurrió en otoño. Siempre mantendré que bajo estas circunstancias cualquier concierto que se celebre es una pequeña victoria. Y en casos como el de la australiana aún más, teniendo en cuanta que llegaba directamente desde las Antípodas.
Puede que uno ya se haya acostumbrado a ver su nombre en los carteles de los grandes festivales, pero hay que recordar que hace tan solo 6 años atrás Natasha no era más que una joven que se ganaba algunas monedillas tocando sus canciones en las calles de Melbourne. De ahí, y gracias a la viralización de su video improvisando en el salón de su casa una ‘Jungle’ que al poco tiempo se convertiría en su primer éxito, a llenar pabellones por todo el mundo en cuestión de meses. Un cuento de hadas hecho realidad.
Precisamente, su primera gira en dos años arrancaba en Madrid en todo un Palacio de los Deportes que, a pesar de habilitar solo la pista y sin agotar las entradas, fue capaz de convocar a una buena cantidad de fans en su mayoría jóvenes. Uno ya va peinando canas (o ni eso) y cada vez le cuesta más encontrarse cómodo en ambientes donde supere la media de edad. Aún con todo, me congratuló ver que la chavalada ya estaba tomando posiciones para la breve intervención de Josh Cashman.
Amigo íntimo de la protagonista de la noche, presentó una propuesta muy cercana a la de su compatriota. Una suerte de cantautor que, de forma algo más modesta, también se hacía acompañar por pistas y efectos disparados desde el ordenador. Igualmente, sus canciones tiene ese aire pop rock tan agradable y de fácil escucha, pero que en su caso difícilmente dejaron poso entre los asistentes más allá de su simpatía. En cualquier caso, cumplió su papel de establecer el mood buen rollero que tanto caracteriza a este tipo de sonidos.
Tan solo un par de minutos más tarde de lo indicado, Tash Sultana subió a su podium y sin más dilación se puso a crear los cimientos sobre los que se sostendría ‘Musk’, la canción elegida para abrir el concierto. A base de loops que se iban añadiendo unos a otros, fue creando en apenas unos metros cuadrados su particular universo sonoro. Valiéndose por sí misma discurrió el primer acto de un show dónde se centró principalmente en su faceta como multinstrumentista.
Gracias a un par de pedaleras situadas a cada extremo del escenario, podía recorrer libremente el mismo mientras controlaba cada pista que entraba y salía de escena. Era como estar viendo a un DJ, solo que en lugar de una mesa con platos, ella usaba teclados, percusiones, bajos, guitarras, saxos, mandolinas y hasta flautas. Las influencias reggae se dejaron sentir en ‘Big Smoke’ y ‘Mystik’. Y aunque sus canciones no poseen precisamente ese ADN de hits ideados para grandes recintos, Sultana fue capaz de encandilar a un público con cierta predisposición a dejarse sorprender por el más mínimo gesto.
Con la aparición de una banda formada por teclista, batería y bajista, la dinámica del concierto cambió. Esto permitió a Tash encarar un tramo dedicado casi íntegramente a su último trabajo, Terra Firma, del que sobresalieron el elegante funk de ‘Greed’ y la algo más coreable ‘Blame It On Society’. Aprovechando el acompañamiento, invitó a Josh Cashman para acometer el bonito dueto ‘Dream My Life Away’ y una sobresaliente ‘Coma’ donde sacó su lado guitar hero.
Hasta ese momento la actuación había transcurrido a buen ritmo. A Tash se la veía disfrutar y todos sabíamos que aún quedaba lo mejor. Volviendo a quedarse sola en el escenario, se dirigió a la audiencia para confesar que «no me importa una mierda la fama ni todas esas tonterías de las estrellas del pop. Solo me interesa conectar con la gente. Por desgracia, y debido al COVID, no podré saludaros después del concierto como suelo hacer. Pero he dejado unos vinilos firmados en el puesto de merch para que os podáis llevar una parte de mí». Teniendo en cuenta que esas ediciones especiales en vinilo rondaban los 50 euros, el «detalle» para con sus fans no podía resultar más contradictorio con lo que ella misma estaba predicando.
Aquí es donde le pongo el único pero. Un artista no puede pretender vender humildad y autenticidad cuando su actitud en el escenario es justo la opuesta. Y no me malinterpretéis, sus interpretaciones de ‘Notion’ y una anunciadísima ‘Jungle’ fueron soberbias. Pero tal vez se pasó de frenada gustándose en exceso exhibiendo su capacidad vocal y alargando ciertos recursos. Igual que la técnica es importante, saber dónde poner el límite para no caer en la autocomplacencia también es un don a tener en cuenta.
Pasada la hora de cierre, regresó con un acústica de 12 cuerdas para finalizar con una rotunda ‘Blackbird’, demostrando que tampoco necesita de efectos especiales para dejar boquiaberto al personal. Es innegable que Tash Sultana posee un talento natural para la música, pero debe aprender a controlar sus excesos sobre las tablas. El día que lo consiga, será aún mejor de lo que ya es.
GONZALO PUEBLA