FECHA: 5 DE OCTUBRE DE 2023
LUGAR: LA RIVIERA (MADRID)
PROMOTOR: LIVE NATION
En los once años que separan Lex Hives de The Death Of Ranzy Fitzsimmons, The Hives no han dejado de ser unos habituales de nuestros escenarios. Raro es el festival de la península (o incluso en fiestas locales) en el que no hayan actuado en la última década. Que no te hayas cruzado con ellos, hasta sin pretenderlo, es complicado de creer.
Precisamente por eso mismo me sorprendió que sus tres fechas en nuestro país se agotaran con semanas de antelación. Vale que el escuchar sus nuevos temas ya era un aliciente extra para animarse a comprar una entrada, pero sabiendo que su show no ha variado en exceso, sigue siendo llamativo que el público muestre semejante fidelización ante el directo de los suecos. Quizás porque viendo lo cambiante que resulta el panorama actual, ellos y sus trajes a juego en blanco y negro son una garantía inmutable a la que aferrarse ante el paso del tiempo y las modas.
Tal vez por lo tempranero del horario y calculando que estaríamos en la calle antes de lo habitual tratándose de La Riviera, mucha gente prefirió ir a tiro hecho y entrar directamente a la sala para el plato principal. Visto lo que ofrecieron Bratakus en su papel de calentadoras de la noche, hicieron bien. Es verdad a día de hoy nos hemos malacostumbrado a dar por hecho que en un concierto puedan sonar millones de arreglos imposibles, aunque solo haya cuatro personas en el escenario. Pero que seas una banda de punk rock y lances las baterías desde la mesa, es difícil de justificar.
Así es. Las hermanas Brèagha y Onnagh Cuinn se plantaron sobre las tablas armadas con una guitarra y un bajo a pelo dispuestas a tirar millas. La verdad que la estampa de verlas a ellas dos solas, sin el respaldo de nadie más mientras atronaban las pistas de batería, chocó más que el impacto que provocaron sus canciones. Cortas y directas, pero sin nada a destacar. Como mucho su versión de ‘Hard Headead Woman’ de Wanda Jackson tuvo cierta gracia y ya. Si te quedaste haciendo tiempo en el bar, enhorabuena. Acertaste de pleno.
Por descontado, con los protagonistas de la noche fue todo lo contrario. The Hives no tuvieron que hacer mucho esfuerzo para encender a las cerca de 2.000 personas que abarrotaban la sala. La melodía mortuoria de ‘Funeral March’ de Chopin servía como introducción a una ‘Bogus Operandi’ que encajó cuál navajazo en el estómago. Apenas tiene unos meses de vida, pero fue recibida como si de un clásico se tratara. A alguno ya le sobraba la corbata en el primer estribillo. Casi con el mismo entusiasmo ‘Main Offender’ dio continuidad a un arranque más propio de un fin de fiesta en el que se empiezan a quemar todos los cartuchos.
A pesar de su fama de “chapas”, Howlin Pelle Almqvist estuvo más contenido de lo esperado. Claro que chapurreó bastante castellano, jugó con el ya clásico pregunta-respuesta de “señoritas-caballeros” y trató de hipnotizarnos para hacernos creer que el bolo estaba sonando de maravilla. Tampoco le hizo falta, ya que ‘Walk Idiot Walk’, ‘Go Right Ahead’ y ‘See Through Head’ (la cual decidieron cambiar por ‘Two-Timing Touch & Broken Bones’, que estaba siendo titular durante esta gira) retumbaron a la perfección. Hasta los nuevos temas como ‘Rigor Mortis Radio’, ‘Stick Up’, ‘Smoke & Mirrors’, y muy especialmente ese gancho al mentón llamado ‘Countdown To Shutdown’, acabaron formando la sólida columna vertebral de un setlist en el que tan solo los singles ‘Good Samaritan’ y ‘I’m Alive’ pasaron un tanto desapercibidos otorgando algún ligero respiro.
Mientras, Almqvist seguía a lo suyo. Su carnet de identidad dirá lo contrario, pero el tipo no solo sigue conservando esa cara de niño insolente, sino el aura de ser un frontman bastardo a medio camino entre Iggy Pop y Mick Jagger. De La Iguana conserva el espíritu hiperactivo de sus años mozos (no paró de brincar, lanzar su micrófono al aire, usar los monitores como trampolín, bajar al foso a la más mínima ocasión y hasta hacer alguna visita a la barra). Del líder de los Stones, la chulería y el carisma de un tipo que ha nacido para ser cantante de un grupo de rock and roll. Su camisa y la de su hermano, el guitarrista Nicholas Arson, empapadas en sudor no dejaban lugar a la duda acerca de su entrega, a pesar de que algunos les acusen de racanear con la duración de su set.
Y es que por muchas veces que les hayas visto, todavía son capaces de noquearte cuando empalman una anfetamínica ‘I Hate To Say I Told You So’ con otro balazo en toda la nuca del calibre de ‘Trapdoor Solution’ de una forma que ni te lo ves venir. Más previsible fue el bis con el contagioso ‘Come On!’, que tan solo requirió del ritmo de batería para que el personal se pusiera a corearlo como si estuviéramos en un estadio de fútbol, y ‘Tick Tick Boom’ como punto final. Que no consiguieran que todo el mundo se agachara fue probablemente lo único que The Hives no lograron controlar a la perfección en la noche del jueves. Al menos su mejor truco (amén del clásico momento en el que se quedan congelados como estatuas) les sigue saliendo igual de bien que siempre: hacerte creer durante poco más de una hora que son la mejor banda del mundo.
GONZALO PUEBLA