Si Eterna Oscuridad todavía no es mi álbum favorito de Cryfemal, esperad a que lo escuche unos pocos días más. Desde que ‘Capilla Ardiente’ se abre paso arrancándote la piel, su minimalismo macarra y true black te arrastra hacia un headbanging irrefrenable y al perverso mundo de Ebola, el desalmado detrás de este proyecto desde el 96.
Precisamente ya en esta canción escuchamos esos teclados tan noventeros que envilecen sutilmente varias de estas tonadas mortecinas, todo ello embutido en un sonido descaradamente necro, aunque manteniendo a su vez una pegada noqueadora. El bajo de ‘Necra Exequia’ vuelve a retrotraernos a dos décadas y media atrás, a cuando Mayhem eran la puta banda más peligrosa del planeta.
‘Insepulto’ tampoco da tregua, al canario se le acaba de ir la pinza del todo en unas voces dignas de permanecer encerradas en una habitación acolchada de cualquier manicomio, y el batería suizo Bornyhake demuestra estar a la altura del envite, aguantando sin desfallecer el ritmo de este alud de ébano.
Parece que haya algo de respiro con ‘El Retorno’, pero no te confíes, que en cuanto Ebola se envalentona con ese “¡Vamos, hijos de puta!” tan suyo, el aire se torna insalubre y viciado, completando uno de los cortes más destacables de su octavo largo. Un tema depresivo y gélido, auténticamente suicida, que luego vuelve a mostrar su veta más chulesca y cabrona.
Desgañite infame en ‘Reencarnación’, hasta perder la consciencia ante el micro si hace falta, y entre agonías similares llegamos a ‘Crematorio’, donde Cryfemal tiran de veteranía para firmar un temarraco de agárrate y no te menees. Urgehal, Tsjuder, Carpathian Forest para allanar el terreno, cabalgada épica después para mandarte derechito a la tumba. Escalofriante, que diría aquél.
Black metal escrito con sangre humana sobre la nieve del Teide. Con todas sus limitaciones autoimpuestas y toda su grandeza intrínseca. Este año, lo más puro del estilo nos llega desde Tenerife.
PAU NAVARRA