Solo con ver la portada del nuevo disco de los neoyorquinos Daddy Long Legs sabes perfectamente lo que vas a encontrar dentro. Foto en blanco y negro, presumiblemente en un callejón sucio e inhóspito. En la imagen, un tipo en actitud desafiante sosteniendo una harmónica, mientras un guitarrista con aire distraído y un percusionista maracas en mano, parecen dispuestos a respaldar con su vida, la tormenta de rhythm & blues punkerizado que están a punto de desatar en plena calle.
Ya habían hecho muchos méritos en anteriores entregas (Lowdown Ways de 2019 sin ir más lejos, fue uno de los mejores largos de aquel año), pero lo que han conseguido con este nuevo álbum es de órdago. Y lo han hecho aparentemente sin esfuerzo ninguno, tan solo cogiendo sus inacabables influencias, para impregnarlas en una docena de nuevas composiciones donde la primitiva crudeza de su propuesta, casa a la perfección con la mejor colección de canciones que hayan compuesto jamás.
Cuentan que cuando se metieron en los viejos estudios Old Soul de Nueva York, tenían claro que querían grabar de manera sencilla y directa y según parece lo consiguieron al no hacer más de un par de tomas de cada canción. Tenían en mente a los Beatles de Hamburgo, los selváticos ritmos de Bo Diddley, el pub rock de Dr. Feelgood, mucho blues primigenio del Delta, el gusto por la melodía de Flamin Groovies, el punk de los días de CBGB y el soul de la Motown, y sobre esas premisas comenzaron a dar vida a Street Sermons.
El disco pasa en un suspiro, empiezas con el blues de ‘Rockin’ My Boogie’ para seguir con el vodevil tabernero de ‘Ding Ding Man’ y de ahí al garaje suicida de ‘Nightmare’ donde parecen perder la esperanza por un mundo condenado a morir por sus pecados. A esas alturas, ya estás enamorado de la garganta de lija de un Brian Hurd que no descansa ni un segundo entre soplar su harmónica y proclamar sus sermones callejeros.
‘Silver Satin’ rebaja un tanto el nivel de locura a base de unos hermosos acordes de surf rock y ‘Star’ también nos trae unas bonitas acústicas pero solo es un espejismo, pronto nos aplastan de nuevo con andanadas de blues encolerizado donde la guitarra de Murat Akturk se lo lleva todo por delante. De hecho, tanto esas guitarras como las harmónicas del Daddy, son puro fuego, por momentos, parecen sacadas desde las mismas entrañas del infierno.
La aspereza casi cavernícola de su sonido no es casualidad. Están enfadados con muchas cosas, la pérdida de valores y el egoísmo exacerbado hacía donde se dirige la sociedad actual les cabrea y les preocupa, e intentan poner un punto de lucha y rebeldia componiendo una maravillosa oda a la solidaridad proletaria absolutamente rotunda. Escucha ‘Street Sermon’ y seguro que saldrás a la calle a quemar bancos y secuestrar empresarios avariciosos.
Eric Goulden, más conocido como Wreckless Eric, leyenda del punk y del power pop británico colabora en las voces y dijo unas palabras más que acertadas: “Al final hay que volver a lo básico, no hay nada más potente que el estar en un escenario mirando a los ojos a tus compañeros, mientras la magia de la música va fluyendo. Enchufarte en un amplificador, subir el volumen y adelante, eso era el rock´n´roll y eso debería seguir siendo. Lo demás, es solo espectáculo barato y totalmente innecesario. Estos tipos lo tienen, créeme, poseen esa chispa de los que hacen algo con alma, corazón y pelotas».
ANDRÉS MARTÍNEZ
