Es un poco ridículo que Kill ‘Em All de Metallica haya tardado tanto en aparecer en mi Hall Of Fame, pero no puedo meter todos los discos a la vez. Es el primer álbum de Metallica y, para una gran parte de la metal militia, el único intento de Metallica que de verdad se ajusta a la pureza thrash, que se ha ido diluyendo desde hace mucho tiempo. Kill ‘Em All nos muestra a una banda joven, hambrienta y buena, muy buena. Puedes sentir su potencial en cada canción e incluso en esta fase de su carrera, el grupo ya había cruzado la barrera de ser el mejor posible.
Uno de los elementos que se echaba en falta aquí era Dave Mustaine. Expulsado a las puertas de la grabación del álbum, su aportación fue muy importante debido a sus composiciones, algo que incluso pasó en álbumes sucesivos de Metallica (llegando tan lejos como algunas canciones de Master Of Puppets, que fueron silenciadas en los créditos). Temas como ‘The Four Horsemen’ tenían ya un deje épico y estaban muy lejos de lo que podía conseguir cualquier grupo de su quinta. Por supuesto, Mustaine regresó con Megadeth para entregarnos ‘Mechanix’ y demostrar al mundo quién era el responsable de las mejores canciones en Kill ‘Em All.
A pesar de que perdieron el genio metálico de Mustaine, no perdieron un ápice con la llegada de Kirk Hammett. Fogueado en la banda amiga de la Bay Area Exodus, Hammett igualó el poderío guitarrero de Mustaine y, si las cosas hubiesen sucedido de manera diferente, podría haber conseguido también el siempre cambiante puesto de guitarrista en Megadeth. A pesar de que el camino del álbum ya estaba definido con los solos de Mustaine, Hammett brilló con luz propia y se graduó inmediatamente como dios de la guitarra.
Uno no puede hablar de Kill ‘Em All sin mencionar la canción número 5, ‘(Anasthesia) Pulling Teeth’, el monumental solo de bajo de Cliff Burton. El hard rock/heavy metal suele otorgar el mérito a los guitarristas, a los agudos imposibles o a las baterías gimnásticas, mientras se ignora al bajista, pero Metallica hicieron lo opuesto. Por supuesto, Burton no era un bajista ordinario. Era mucho más sofisticado, sabio y etéreo que la mayoría de rockeros… qué narices, que la mayoría de músicos, como lo demostró en sus discos. Pero ahí estaba, demostrando su habilidad, al mismo tiempo que nos daba un respiro entre todas esas frenéticas canciones que la rodeaban, metida en medio de ‘Jump In The Fire’ y ‘Whiplash’.
Desde el vertiginoso corte qua abría el álbum, ‘Hit The Lights’, hasta el vertiginoso final, ‘Metal Militia’, esto era una intransigente dosis de speed metal abrasador. Cuando uno mira con perspectiva y ve dónde está el grupo hoy, es casi como si fuesen dos bandas diferentes. Aunque me guste mucho esa banda evolucionada, inteligente y con experiencia en la que se han convertido hoy en día, siempre me gustará más esta versión.
Da igual la cantidad de millones de discos que hayan vendido, da igual la cantidad de ranchos o Basquiats que se hayan comprado: nunca serán tan buenos como aquí, lo capturado en Kill ‘Em All. Una banda preparada para conquistar el mundo.