A lo largo de su carrera, Chris Carrabba aka Dashboard Confessional, ha ido alternando discos acústicos con otros en los que se acompañaba de su banda. Y si bien sus mayores hits (‘Vindicated’, ‘Hands Down, ‘Don’t Wait’…) los consiguió en formato eléctrico, posiblemente la mayoría de sus fans sienten una mayor conexión emocional con el material en el que se presentaba más desnudo.
Justo es esa conexión la que parece querer recuperar en su octavo álbum de estudio después de 4 años de silencio, una pandemia y un accidente de moto en junio de 2020 que le dejó bastante hecho polvo. Como señala su título, en All The Truth That I Can Tell, Carrabba quiere mostrarse más honesto que nunca, o igual que siempre, y para ello ha recuperado al productor James Paul Wisner con quien trabajó en sus dos primeros discos, The Swiss Army Romance (2000) y The Places That You’ve Come To Fear The Most (2001).
El enfoque también es muy parecido a aquellos, con el de Florida acompañándose únicamente de una guitarra acústica y algún instrumento extra puntual como en las vigorosas ‘The Better Of Me’ o ‘Pain Free In Three Chords’. La principal diferencia es que si entonces cantaba básicamente sobre amores y desamores, ahora lo hace desde la perspectiva de un padre de familia, como hace explícito en ‘Me And Mine’, una carta de amor a sus hijos y su mujer.
Lo curioso es que el timbre de su voz, su manera de interpretar (con más brío en ‘Southbound And Sinking’, casi susurrando en ‘Young’), su aparente simplicidad, así como esa tendencia a ser a veces excesivamente meloso son idénticas a las de hace 20 años. Y es que puede que sus problemas sean ahora distintos, pero su manera de afrontarlos y contarlos sigue siendo la de un emo kid. Madurez e inocencia en un disco plagado de buenas canciones.
JORDI MEYA